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Buenos Aires
El 30 de abril de cada año se conmemora el Día del Coraje Civil como reconocimiento a la primera ronda de Madres de Plaza de Mayo (30-04-1977) alrededor de la Pirámide por la búsqueda ante la desaparición de sus hijos/as.
Las Madres de Plaza de Mayo es una asociación argentina formada durante la dictadura de Videla con el fin de recuperar con vida a los detenidos desaparecidos, inicialmente, y luego establecer quiénes fueron los responsables de los crímenes de lesa humanidad y promover su enjuiciamiento.
Cada 30 de Abril las Madres dejan azucenas en el pie de la pirámide, donde se encuentra la placa que señala el lugar donde descansa Azucena Villaflor, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo.
Azucena Villaflor de De Vicenti dijo: “Individualmente no vamos a conseguir nada. ¿Por qué no vamos todas a la Plaza de Mayo?. Cuando vea que somos muchas, (Jorge) Videla tendrá que recibirnos”. Con esta frase Azucena Villaflor creó las Madres de Plaza de Mayo.
Desde 1996, el 30 de abril es recordado como el “Día del Coraje Civil”, luego de la aprobación de la ordenanza N° 50.372, del entonces denominado Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires.

Pañuelo
Autoconvocadas por el dolor y la falta de respuestas por la desaparición de sus hijos, abrieron un controvertido camino de reclamos.
Durante este cuarto de siglo sus integrantes pasaron de la clandestinidad al reconocimiento, de la represión a los premios internacionales y de la denostación pública a ser recibidas por el papa Juan Pablo II y el premio Nobel Nelson Mandela, entre otras personalidades.
También pasaron de la lucha política a la intransigente intolerancia de algunas de sus componentes, y las desviaciones provocaron una escisión que aún se mantiene.
La primera reunión del grupo había ocurrido en la mañana del viernes 30 de abril de 1977, cuando un puñado de madres se había autoconvocado en la Plaza de Mayo.
Aunque pasaban inadvertidas, las unía el espanto: los hijos de cada una habían sido secuestrados por grupos armados, y sólo la esperanza de volver a verlos las mantenía con fuerzas.
Una de esas mujeres, Azucena Villaflor, había convocado al resto. Se habían conocido en comisarías donde buscaban datos y en iglesias donde pedían apoyo, y tal vez ninguna imaginaba el camino que deberían recorrer.
Desde hacía poco más de un año en la Argentina gobernaba una junta militar que había derrocado al gobierno de Isabel Martínez de Perón, y la palabra “desaparecidos” todavía no figuraba en el diccionario de la vida cotidiana.
Aunque las dos primeras reuniones fueron en viernes, luego las mudaron a los jueves. Ese día de la semana se transformaría, con el correr de los años, en un símbolo tanto como los pañuelos blancos que les iban a cubrir las cabezas.
A los pocos meses de la primera convocatoria, Azucena Villaflor fue secuestrada por un grupo de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), y el liderazgo natural de las Madres recayó en Hebe de Bonafini, cuyos dos hijos habían desaparecido en 1976.
El grupo de madres soportó diferentes intentos de infiltración por parte de los grupos de tareas que buscaban información. La penetración en las filas por el teniente Alfredo Astiz, en cumplimiento de órdenes superiores, quedó señalada como uno de los momentos de mayor riesgo y dramatismo.
Las condiciones de represión y casi clandestinidad en que tenían que desenvolverse mantuvieron cohesionado al grupo de las madres durante los años de la dictadura, pero a poco de llegada la democracia comenzaron las discusiones internas.
Bonafini comenzó a ser objetada internamente por su alto grado de confrontación, y la división interna sobrevino a principios de 1986, durante el gobierno de Raúl Alfonsín.
Un grupo liderado por Nora Cortiñas y María Antokoletz se distanció de la conducción de las Madres, a la que consideraban autoritaria, y finalmente se escindió en una llamada Línea Fundadora. Bonafini, sin embargo, siguió siendo el símbolo viviente de la organización, y su discurso de hierro y sus actitudes intransigentes parecieron transformarse en la identidad política de todo el grupo.
Con el correr de los años, por las circunstancias del país, primero se las aceptó en el exterior.
Recibieron premios de la Unesco y de universidades europeas y fueron recibidas por Juan Pablo II, Felipe González, François Miterrand, Nelson Mandela, Sandro Pertini y Fidel Castro, entre otros.

Reconocimiento
En la Argentina, el reconocimiento demoró más, pero también llegó: una de las calles de Puerto Madero lleva el nombre de Azucena Villaflor, y el gobierno porteño instauró el 30 de abril como Día del Coraje Civil.
Durante estos veinticinco años las llamaron, al principio, “locas” y, más tarde, “madres coraje”; las abrazaron y las insultaron, las propusieron para el Premio Nobel de la Paz y las llevaron a la cárcel.
Un hecho que despertó malestar en el exterior fueron las declaraciones que Hebe de Bonafini hizo un día después de los atentados cometidos el 11 de septiembre en Nueva York y Washington. La titular de las Madres de Plaza de Mayo dijo: “Me puse contenta de que, alguna vez, la barrera del mundo, esa barrera inmunda, llena de comida, esa barrera de oro, de riquezas, les cayera encima”.
La última vez que las reprimieron fue el 19 de diciembre del 2001, cuando la Plaza era un infierno y el presidente Fernando de la Rúa se iba del gobierno en caída libre.
Hoy, después de aquella lejana y primera cita frente a la Casa de Gobierno, más curtidas y menos solas que nunca, las Madres de Plaza de Mayo siguen imperturbables en la búsqueda de respuestas por la desaparición de sus hijos.

“Salimos a luchar”
“Coraje civil es salir a la calle tanta gente que nunca había salido más que para hacer mandados. Salir a luchar por algo importante. El vecino nos miraba indiferente, pero para nosotras eran vidas en juego. Nosotras, las Madres y las Abuelas, lo hemos vivido
más de 30 años. Yo abrí la Plaza de Mayo prácticamente”, relató Delia Giovanola, recordando las primeras rondas.
Ella recuperó a su nieto restituído número 118, Martín Ogando Montesano.