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Caleta Olivia
El Centro de Residentes Riojanos de Caleta Olivia comenzó este domingo con los festejos de la tradicional Chaya, una celebración legendaria que recorrió miles de kilómetros y atrae a cientos de personas todos los años. La Chaya Riojana fue declarada de interés municipal como un evento cultural enmarcado dentro de los festejos del carnaval.
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Este domingo en el Centro de Residentes Riojanos “Facundo Quiroga” comenzó a disfrutarse de la celebración conocida como “Chaya Riojana”. La fiesta popular es particularmente conocida por su algarabía y por los elementos que nunca pueden faltar: harina, agua y albahaca.
Se trata de una celebración milenaria que se remonta a los antepasados diaguitas del norte del país e incluso a los incas en el resto del continente. En La Rioja particularmente se incorporó el festejo a través de la leyenda del Pujillay y de la Niñachay (la Chaya).

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Tradición

Carlos Carpio, presidente del Centro Riojano local se mostró muy contento por el lanzamiento de la Chaya 2020 y comentó que es muy lindo poder traer un poquito de esa tradición y esa costumbre de La Rioja a esta casa en Caleta Olivia que representa a toda la gente del norte argentino. Es algo que todos los riojanos tenemos muy arraigado y revivimos cada febrero.
De igual manera, Carpio agradeció la presencia de toda la gente y particularmente a la Subsecretaría de Cultura de la Municipalidad de Caleta Olivia que declaró al evento de interés municipal. La festividad inició este domingo con la presentación de los muñecos pero tendrá continuidad el próximo domingo 16 de febrero con el “topamiento” y cerrará el domingo 23 con la quema del Pujillay.

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Una celebración legendaria

Cuenta la leyenda que Chaya era una muy bella jovencita india, que se enamoró perdidamente del Pujllay, joven alegre, pícaro y mujeriego que ignoró los requerimientos amorosos de la hermosa indiecita. Fue así como ella, al no ser debidamente correspondida, se internó en el monte a llorar sus penas y desventuras amorosas, desapareciendo en él para siempre. Desde entonces, suele retornar anualmente, hacia mediado del verano, del brazo de la Diosa Luna (Quilla), en forma de rocío o fina lluvia.
En tanto Pujllay, sabiéndose culpable de la desaparición de la joven india, sintió remordimiento y procedió a buscarla por todo el monte infructuosamente. Tiempo después, enterado el joven del regreso de la joven a la tribu con la luna de febrero, volvió también al lugar para continuar la búsqueda. Pero fue inútil. Allí, la gente que festejaba la anhelada cosecha, y lo recibía con muecas de alegría; él, por su parte, entre la algarabía de los circunstantes, prosiguió la búsqueda y la indagación con profunda desesperación y resultados siempre negativos.
Por ello, derrotado, terminó ahogando en chicha su soledad y su pasada fama de Don Juan. Hasta que estuvo muy ebrio, cayó en un fogón y murió quemado.
Desde ese entonces, “Chaya” viene en febrero año a año a apagar el fuego de “Pujllay”; y cada año aparece el Pujllay y muere al terminar el festejo, y se lo entierra hasta el año que viene.
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