En la nueva derecha nuestra lucha es, por mucho, más enfocada en la defensa de los valores fundacionales de Occidente

Antes de ir al artículo que comparto del Dr. Raul Tortolero, un gran escritor y analítico, me gustaría dar una postura desde el pensamiento austriaco.

Karin Silvina Hiebaum – International Press

1. El «pensamiento único» liberal

A continuación veremos cómo se ha llegado a la conceptualización del «pensamiento único» que se ha desarrollado al calor de las grandes potencias y las instituciones internacionales que pilotean la globalización. Para ello expondremos las ideas de la llamada Nueva derecha y su apareamiento con el neoconservadurismo, que dio lugar al llamado «pensamiento único» liberal.

1.1. La Nueva derecha

Bajo el apelativo Nueva derecha (o neoliberalismo) se suelen designar las opciones políticas conservadoras que han servido para sustentar los gobiernos de Reagan y Thatcher. Se suele asociar a la idea que busca la transformación provocada por la expansión de los mercados (Giddens, A. 1994, 17-20) y el triunfo de la economía sobre la política. La Nueva derecha contiene una cierta contradicción. Por un lado elimina la tradición como consecuencia del impulso de las fuerzas de mercado, pero por otro se vincula con el conservadurismo1 en la persistencia de la tradición en las áreas de la nación, la religión y la familia.

La Nueva derecha manifiesta diferentes acepciones dependiendo del país y de su relación con el conservadurismo. En Estados Unidos, debido a la tan citada excepcionalidad norteamericana proporcionada por la ausencia de un gran partido socialista, la derecha se ha fraguado en una ausencia relativa del denominado «viejo conservadurismo» (Giddens, A. 1994, 32), el cual implica la defensa de la jerarquía, la aristocracia, la prioridad del colectivo o el Estado sobre el individuo, y la importancia de lo sagrado2. Por el contrario, la Nueva derecha en Gran Bretaña tiene mucho interés en reivindicar la continuidad con las tradiciones y la jerarquía, es decir, con ese «viejo conservadurismo».

A pesar de las diferencias, hay puntos de vista comunes para la Nueva derecha3 de Estados Unidos y el Reino Unido. Para empezar, tienen su origen intelectual en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial en los textos de Friedrich Hayek, especialmente en el libro The Road to Serfdom (1994)4. El nacimiento de este pensamiento constituyó una reacción contra el Partido Laborista inglés y el New Deal norteamericano, es decir, una oposición teórica primero (con estos autores) y política después (con Thatcher y Reagan)5 contra el Estado intervencionista y de bienestar. La Nueva derecha sostiene que el centro de la civilización moderna es el mercado y cree en el individualismo económico y en el contexto del Estado mínimo como pivotes fundamentales en el desarrollo de la democracia, donde el orden de la sociedad surge de la coordinación espontánea e inintencionada de muchos individuos que actúan por motivos propios.

De una forma más sintética, el ideario de la Nueva derecha se puede reducir a cinco puntos (Macridis, R y Hulliung, M. 1998, 111):

1) El actor principal en la sociedad es el individuo. De tal modo, la maximización del bienestar individual es la fuerza conductora de la economía. Por otro lado, la demanda de los consumidores determina la oferta de bienes y la inventiva de los empresarios los proporciona.

2) El mercado libre es el sistema más fiable y flexible para regular la oferta y la demanda a través del mecanismo de precios.

3) El «cambio» (utilizado en ocasiones como «progreso») se puede producir por medio de la dinámica del esfuerzo individual, la competencia y la actividad empresarial.

4) El individuo es también un hombre moral con una conciencia, voluntad y razón. Frenar los esfuerzos económicos de los individuos sería minar seriamente sus otras libertades y privarles de su derecho a desarrollar sus propias vidas según su mejor juicio individual.

5) El Estado debe permanecer fuera del mercado.

Desde un punto de vista terminológico, es preciso no confundir la Nueva derecha con el neoconservadurismo. El neoconservadurismo se diferencia de la Nueva derecha en que es más sociológico que filosófico, y sus focos de crecimiento estuvieron en Alemania y Estados Unidos, y no en Inglaterra (Giddens, A. 1994, 38). Ambos se dieron la mano desde los años 70 para conseguir influencia en las universidades y lograr el poder político. En ese sentido, la posición de intelectuales como Fukuyama es el resultado de la unión entre el neoconservadurismo y la Nueva derecha

Volviendo a la Nueva derecha, es preciso señalar que tuvo sus núcleos más relevantes en Estados Unidos y el Reino Unido, aunque existieron dos casos muy peculiares: el excepcional experimento neozelandés a mediados de los años 80 y la oscura Nouvelle Droite francesa, que para algunos autores como Oliet Palá (1994, 397-398) fue más una tendencia intelectual de renovación político-filosófica que estrictamente política en su sentido más práctico.

Todo lo que hemos desarrollado hasta aquí cambió a partir del año 2000. En Estados Unidos ganó las elecciones George W. Bush Jr, el hijo del ex-presidente Bush, que reformuló la «Nueva derecha» denominándola «conservadurismo compasivo»6, al mismo tiempo que Berlusconi llegó al poder en Italia. En este escenario se produjeron los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando unos fundamentalistas islámicos estrellaron varios aviones contra los torres gemelas de New York y contra el Pentágono. A partir de ahí todo varió. Los EE.UU iniciaron una ofensiva militar internacional unilateral, sin tener en cuenta a la ONU, con el apoyo del Reino Unido, España, Italia y Australia, que ejercieron de «núcleo duro» de una nueva alineación internacional en favor de EE.UU. Ese grupo de países apoyó tanto la invasión de Afganistán como la de Irak; episodios que provocaron manifestaciones de rechazo a nivel mundial y la continuación de la violencia, con nuevos crímenes fundamentalistas en el sudeste asiático y en España. Precisamente este último país cambió de gobierno en 2003 y el nuevo gobierno socialista lideró la retirada de los apoyos a EE.UU, promoviendo la vuelta a la multilateralidad con un programa denominado la «Alianza de Civilizaciones». Esto supuso otro giro hacia la izquierda en Europa, que se vio acompañado por la llegada al poder de partidos progresistas en Brasil, Venezuela, Argentina, Uruguay y Bolivia, que representan una nueva esperanza para el continente americano. Dicho de otra forma, se estaba fraguando el gran rechazo hacia la Nueva derecha.

Ahora si volvemos a la reflexión del Dr. Tortolero

En la nueva derecha, por supuesto, creemos con firmeza en la libertad económica totalmente, pero no la ponemos por arriba de la fe, de la familia, de patriotismo. (Archivo)
En Hispanoamérica, igual que entre la población hispana de Estados Unidos, hay un notorio creciente interés en contar con la información, la preparación, las herramientas y redes necesarias, para enfrentar las embestidas del progresismo y del socialismo —que caminan de la mano, bajo el vaso comunicante del marxismo posmoderno—.

En no pocos lives en los que he sido invitado a hablar sobre los conceptos vertidos en mi reciente libro “La Contrarrevolución cultural frente al marxismo posmoderno”, y en espacios de Twitter, siempre existe el hambre de saber qué es la nueva derecha, en qué se distingue de la antigua, y qué puede hacer la gente para combatir la marea roja en todo el continente.

En la nueva derecha no nos hincamos ante nadie. Sólo ante Dios.

Nuestra lucha es por mucho más enfocada en la defensa de los valores fundacionales de Occidente.

Por supuesto, creemos con firmeza en la libertad económica totalmente, pero no la ponemos por arriba de la fe, de la familia, de patriotismo.

También la vieja derecha era elitista. La influencia de la izquierda hacía ver a esa derecha como un club privado para gente adinerada. Pero en algunos casos esta apreciación —exagerada y usada como propaganda negra—, sí partía de casos reales.

Nosotros estamos por una derecha popular. O es popular o no es nada. Queremos un movimiento internacional en el que militen estudiantes, taxistas, trabajadoras domésticas, comerciantes, albañiles, abogados, enfermeras, obreros, filósofos y politólogos. Todo tipo de gente debe estar ahí. No debe importar si tiene o no dinero.

La nueva derecha no es la discoteca de moda en la zona cara de la playa. No tiene un “cadenero” en la entrada. Es un aliento guerrero, una entrega, una consagración.

La vieja derecha era más bien “liberal” a secas. Hasta ahí no había problema alguno, puesto que el liberalismo clásico ha hecho enormes aportaciones al Estado-Nación, al estado de derecho, a la democracia representativa y a los derechos humanos. Y por tanto, a la libertad y a la igualdad ante la ley.

El problema vino cuando esos viejos liberales hicieron demasiadas concesiones al progresismo de origen anglosajón, pintado de rojo, y se transformaron en liberprogres. Creían en el mercado, leían a Von Mises y a Hayek, pero al mismo tiempo, apoyaban el feminismo radical, la ideología de género, el aborto y al supremacismo LGBT.

Ahí vino el punto de quiebre, ya que de esta manera, conscientes de ello o por ingenuidad política, acabaron siendo tontos útiles del marxismo posmoderno, que los absorbió en su gran oleaje.

No pocos medios de comunicación grandes en todo el mundo —el mainstream media— y sus principales columnistas, son de esta línea ideológica: se dicen de “derecha”, de la vieja guardia, se oponen al socialismo de Cuba, pero están totalmente a favor de la Agenda 2030, el globalismo, los supremacismos (feminista, LGBT, negro, indigenista, ecologista), la cultura de la cancelación, la revolución woke en EE. UU. Todo lo cual es una mezcla ideológica espantosa inaceptable en la nueva derecha.

La vieja derecha era belicista. Se alegraba en cuanto las élites globalistas promotoras del nuevo orden mundial iniciaban un conflicto o una guerra más desde los Estados Unidos. Para ellos el “nacionalismo” significaba enviar a los jóvenes a morir muy lejos de sus familias y hogares por intereses macroeconómicos nada cercanos al bolsillo de su padre.

Nosotros nos oponemos al globalismo; somos patriotas. Recomiendo el estudio de la Agenda España, de Vox, un documento valioso que, pese a haber sido sólo pensado para atender a los españoles y sus necesidades específicas, sirve de guía para la construcción de otras agendas nacionales. En México estamos ya trabajado en una.

La nueva derecha es pacífica y una muestra de esto es cuando el expresidente Donald Trump, aquel 6 de enero de 2021, declaró con transparencia que quien incurriera en actos de violencia, quedaría fuera en automático de su movimiento, que dicho sea de paso, lleva más de 75 millones de votos consigo.

La vieja derecha tenía sus brazos metidos en el deep state norteamericano; era pro status quo. La nueva derecha es anti deep state, anti status quo y anti sistema.

La vieja derecha no era religiosa. Era, por decir lo menos, “laica”, por no llamarla “anticlerical”. La nueva derecha es mucho más religiosa. Basta ver la influencia de las iglesias cristianas de toda denominación y su poderosa contribución para los movimientos recientes, como el de Trump, el de Jair Bolsonaro o los de Polonia y Hungría.

La vieja derecha, cuando practicaba alguna religiosidad, estaba por hacerlo puertas adentro, de su casa o del templo.

En nuestra nueva derecha vivimos nuestra religiosidad como sentido de trascendencia y lo hacemos de “puertas afuera”, en donde sea; oramos en voz alta en los restaurantes antes de comer, marchamos rezando el rosario; en la plaza pública nos hincamos a rezarlo para oponernos al aborto, luchando por la vida del no nacido, como por tantas otras causas; líderes como Eduardo Verástegui rezan el rosario a menudo compartiéndolo desde sus redes sociales. Es una religiosidad sin complejos, sin traumas.

Sin embargo, hay quienes están con nosotros ahora, y no practican religión alguna, son ateos, agnósticos, o incluso cercanos a disciplinas orientales, como el taoísmo o el budismo. Como sea, vienen a defender los mismos valores, pilares de Occidente.

Ejemplo de esto es que cuando autoridades zurdas quitan cruces de templos católicos en España, en Francia decapitan fieles que estaban rezando, en Chile queman iglesias, en Bogotá sabotean la misa de la Catedral, en México vandalizan templos, religiosos y no religiosos de la nueva derecha, todos salimos a protestar. Lo mismo haríamos si una sinagoga judía es agredida: no porque seamos mayoritariamente cristianos nos vamos a quedar cruzados de brazos.

La nueva derecha no tiene problema alguno con nadie: ni con los homosexuales, ni con los negros, los indígenas, las mujeres, ni con nadie más. Pero sí tenemos problemas con todos los supremacismos, en especial con los nuevos supremacismos socialistas, que por supuesto, no luchan por ningunos “derechos”, porque ya tienen todos garantizados por el Estado y positivados en las constituciones, sino por el poder: quieren espacios en el gobierno, fondeo especial, privilegios, excepciones. Y eso genera desigualdad y daña, socava el derecho clásico.

Sobra decir que la nueva derecha no tiene nada de “extrema”, ni de “ultra”, ni de fascista, ni de nazi, ni nada parecido. Somos democráticos, dentro de un marco hermenéutico de liberalismo clásico, respetuosos de los derechos humanos (pero opuestos a “derechos fake”, como el aborto, que no es un “derecho” de nadie, sino un crimen).

En su momento, a José Antonio Kast, cuando fue candidato presidencial en Chile, se le tildó de “ultraderechista” en la prensa globalista y progre: califican de tal manera a alguien que simplemente es provida y profamilia, que es católico y que lucha contra el socialismo.

Ese es uno de los principales objetivos de la nueva derecha: combatir al socialismo blando (y en todas sus versiones), así como al progresismo. Estamos contra toda suerte de tiranías de izquierda (y de derecha también, si las hubiera). El socialismo es una fábrica de miseria y persecución política, la llegada de una nueva casta de ricos -los gobernantes- y de una nueva clase social, la de los pobres —el resto de la población—.

Nos oponemos al Foro de Sao Paulo y al Grupo de Puebla, cuyas agendas mezclan el marxismo clásico con el posmoderno, resultando en querer comprar con migajas asistencialistas a los pobres, para conquistar sus votos, y al mismo tiempo normalizar el aborto y la ideología de género, el ataque al “patriarcado”, a la familia y al cristianismo, buscar la deconstrucción de las masculinidades, y venderse al nuevo colonialismo rojo de China, a cambio de presupuesto y cobijo para perpetuarse en el poder.

La nueva derecha posee una geopolítica: la hispanidad, como bien ha señalado María Herrera Mellado, española en Miami que lo mismo participa en Vox como en el Partido Republicano de EE. UU. Los valores y herencia de hispanidad nos unen, desde Estados Unidos hasta la Patagonia, y con España.

Nuestro movimiento es internacional, pero jamás globalista. Nos une nuestro ideario, la defensa de siete puntos básicos de los que hablo de manera amplia en mi libro: la fe, la vida, la familia, la propiedad privada, la patria, las libertades y los derechos universales.

Así, nuestra nueva derecha va reconfigurando el rostro de América: tenemos que ganar elecciones, en Colombia, en Brasil y en Estados Unidos. Pero aún más importante es nuestro plan a mediano y largo plazo: organizar un movimiento internacional basado en la defensa de nuestros valores más sagrados. Esa es nuestra misión para el desarrollo de la gente, y es nuestra consagración a Dios.

Mi reflexión sobre este tema desde Austria (Karin Hiebaum de Bauer

– Se debe buscar un reequilibrio entre democracia y liberalismo o socialismo, donde hay que considerar que existen varios socialismos y varios liberalismos.

– Debemos considerar siempre por encima de otras circunstancias las obras de los humanos, aunque no debemos dejar de pensar en las cuestiones contingentes relacionadas con la naturaleza o con determinados acontecimientos.

– Se debe buscar una armonía entre la historia, la política y la filosofía en las construcciones teóricas.

– El pensamiento no tiene una meta prefijada, sino que se va construyendo día a día, al calor de la acción humana, de los acontecimientos, de las ideologías y de la multiplicidad de motores e ideas que intervienen en la realidad.

Quien es Raúl Tortolero

Escritor, conferencista. Consultor político. Doctor en Derechos Humanos. Maestro en Filosofía, Cultura y Religión. Activista católico, provida y profamilia, y contra el socialismo, el comunismo y el progresismo. Presidente de “Nueva Derecha Hispanoamericana” y Fundador del Ejército Cristero Internacional. Speaker en CPAC 2022 y en el Congreso Iberosfera Monterrey. Ex Secretario de Comunicación del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Acción Nacional (PAN). Premio Nacional de Periodismo 2007, otorgado por la ONU en México. Analista Geopolítico. Su más recientes libros son: “La Contrarrevolución Cultural frente al marxismo posmoderno” (2022), y “La Nueva Derecha: el retorno de Dios a la cultura, ante el supremacismo progresista” (2023)