Los estudios han demostrado que la autoestima se desarrolla a partir de varios factores.
Se dice que alrededor del 40 por ciento es genético, el 60 por ciento restante se explica a través del medio ambiente. En las influencias genéticas, los genes específicos no son responsables de la autoestima, sino factores como el temperamento, la apariencia, la inteligencia y la salud de la persona. Con altas manifestaciones de estos factores biológicos, aumenta la probabilidad de experimentar reconocimiento, aprecio y simpatía del entorno social, lo que a su vez influye positivamente en la autoestima de la persona.
Alta y baja autoestima
La autoestima puede ser alta o baja. Una alta autoestima puede ayudar a dominar situaciones difíciles de la vida. Las personas con alta autoestima son más propensas a atribuir el éxito cualidades y habilidades personales, valoran los comentarios positivos como más creíbles y se establecen objetivos realistas más altos que se pueden lograr.
Sin embargo, si se niega el autosentimiento, puede surgir un sentimiento de inferioridad en la persona afectada. Los problemas de autoestima tienen un efecto en todos los niveles de experiencia y comportamiento: pensar, sentir y actuar. Pueden surgir pensamientos de inutilidad, falta de amabilidad y fracaso. En consecuencia, pueden surgir sentimientos como la vergüenza, la culpa y el miedo. A nivel de comportamiento, una baja autoestima puede causar muchas estrategias disfuncionales de las que los propios afectados y también su entorno pueden sufrir.
Signos de baja autoestima y estrategias de autoestima contraproducentes
El miedo es un sentimiento orientado al futuro que, después de causar ansiedad, a menudo se sustituye por otro sentimiento como dolor, vergüenza, alivio o orgullo. Básicamente, el miedo sirve para advertir de situaciones peligrosas. Sin embargo, en las personas con baja autoestima, a menudo hay miedo en situaciones que son objetivamente inofensivas.
Sin embargo, para las personas con baja autoestima, varias situaciones pueden llegar a una violación de la autoestima, el ego o el ego ya en peligro. Para evitar una vergüenza inminente y/o un fracaso anticipado (por ejemplo, rechazo personal), puede surgir una evitación de situaciones y oportunidades. Este miedo a una posible autoestimación puede llevar a evitar, por ejemplo, situaciones de rendimiento o eventos sociales, de modo que apenas se pueden adquirir nuevas habilidades. Dado que muchos jóvenes hacen que su autoestima dependa de tareas de desarrollo relevantes, su autoestima también influye en la orientación al futuro y juega un papel importante, especialmente a esta edad.
En el caso de una autoestima amenazada, los afectados pueden recurrir a estrategias de autoestima contraproducentes. Intentan escapar de la amenaza o minimizar el daño. Las llamadas reacciones de “lucha o vuelo” o una subordinación son típicas. Los afectados, por ejemplo, se retiran o valoran a sus semejantes. Detrás de esto a menudo hay intentos de evitar la vergüenza o evitar desafíos. La adaptación a los demás y la retención de la propia opinión también puede resultar de una baja autoestima. Esto conlleva peligros como la tolerancia a los comportamientos inaceptables de los demás y/o a uno mismo, así como el autosacrificio. Una baja autoestima también puede aumentar el riesgo de enfermedad mental.