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Caleta Olivia
Entre el 29 de abril y el 1 de mayo de 1982 se registraron una serie de incidentes que culminan en la tragedia que cobra la vida de diez soldados, al caer un helicóptero frente a las costas de Caleta Olivia.
Se trata del caso del helicóptero UH-1H matrícula AE-419 del Ejército Argentino, que se precipitó al mar mientras patrullaba la zona junto a otro UH. Allí mueren 3 oficiales, 2 suboficiales y 5 soldados. Si bien en la mayoría de los registros de la época se describe el hecho como un accidente, con el correr de los años comenzaron a conocerse documentos y testimonios que refuerzan la versión de la incursión de fuerzas especiales inglesas ( SAS) y la presencia de al menos un submarino nuclear británico frente a la ciudad.
Este episodio, es el más mencionado por los soldados conscriptos movilizados, que reclaman ser reconocidos como veteranos de guerra; quienes plantean que un supuesto desembarco en el continente y la presencia de tropas enemigas en esta zona demostrarían que Santa Cruz fue escenario de combate y por lo tanto ellos que se encontraban en el TOAS (Teatro de Operaciones del Atlántico Sur) podrían equipararse con los soldados del TOM (Teatro de Operaciones Malvinas). Mas allá de la polémica, lo cierto es que se trata de una controversia insalvable. Sobre todo porque en caso de un consenso respecto a que Santa Cruz (Caleta Olivia principalmente) fue escenario de la guerra, todos los habitantes de esta zona y quienes cumplieron funciones civiles de defensa ( policía, Defensa Civil, Médicos, etc.) también podrían ser considerados Veteranos de Guerra.
De todos modos, no es intención de este articulo profundizar sobre un tema que lejos está de resolverse y en cambio se pretende recordar los hechos con algunos testimonios, datos registrados y la memoria colectiva de esos días de la guerra de Malvinas.

Indicios de incursión
El 1 de abril de 1982 fue el día en que el conflicto bélico tras la recuperación de nuestras islas, llegó a un punto sin retorno. Tras las escaramuzas diplomáticas y pese a que ya había habido un enfrentamiento armado a mediados de abril en las islas Georgias del Sur; en esta jornada los ingleses lanzan un bombardeo a gran escala sobre Puerto Argentino y Puerto Darwin, donde se hallaba el grueso de las tropas de defensa.
Por esos días el buque “Yehuin” que realizaba tareas de apoyo en el litoral marítimo detecta con su radar “lo que parecía ser un submarino no identificado navegando en las proximidades”. Días después, el comando del TOAS recibió información de que en horas de la noche alguien emitía señales lumínicas desde la bahía de San Sebastián, al norte de Tierra del Fuego, en dirección al mar. Lo sugestivo era que no lejos de allí, se encontraba la Estancia Cullen, establecimiento rural en el que tenía asiento personal el consulado inglés y eso dio pie a las primeras sospechas. Fue uno de los primeros indicios de que los británicos intentaban infiltrar tropas en territorio argentino para llevar a cabo acciones de ataque y sabotaje contra las bases aéreas del continente”.

Rescate a prisioneros
Entre el 28 y el 1 de mayo se sucedieron alertas amarillas en la zona de Caleta Olivia, pero el 29 se recuerda una inesperada “Alerta Roja”, que presagiaba un posible ataque aéreo. Como ya ocurría desde principios de abril, se procedió al oscurecimiento total de la ciudad y se movilizaron tropas; aunque la población civil estaba en alerta, es cierto que también no se daba mucho crédito a la posibilidad de una “invasión inglesa” por lo que se tomaba el incidente como otro “simulacro”.
Pero lo cierto es que ese día fueron detectados dos submarinos en la zona del Golfo San Jorge.
Según registros periodísticos, “la novedad no hizo más que confirmar la información suministrada dos días antes por las autoridades del TOAS” en el sentido de la posibilidad que comandos británicos habrían desembarcado en la costa patagónica, en un punto ubicado al sur de Caleta Olivia, entre esa localidad y Puerto Deseado y que se habían refugiado en una estancia de la región.
También hay mención de los hechos en el Diario de Guerra del Liceo Militar “General Roca” de Comodoro Rivadavia, el 1 de mayo a las 10.30 horas y puso en estado en prevención a las guarniciones del sur.

En busca de espías
Durante toda la guerra hubo patrullajes en las costas y territorio adentro, que incluían rastrillajes terrestres y patrullas aéreas a lo largo de la ruta nacional 3, las costas y las estancias de la zona. Si se encontraban “sospechosos” sobre todo extranjeros, debían ser capturados y enviados al destacamento de Inteligencia 182 de Neuquen.
El 29 de abril, habiendo cundido el alerta de posibles desembarcos enemigos al sur de Caleta Olivia, fueron alistados dos helicópteros Bell UH-1H del Batallón de Aviación de Combate 601, el matrícula AE-419, al mando del jefe del Liceo, teniente coronel Arévalo y el AE-414 al del capitán Marengo, que a poco de ser abordados por efectivos de la unidad militar, partieron hacia el sur, en aquella dirección.
Debían efectuar una misión de búsqueda y ataque previo reabastecimiento en la base de la cercana brigada aérea y a las 21.00 horas iniciar un movimiento de aproximación helitransportada al tiempo que efectivos de la Compañía de Ingenieros 3 marchaban por tierra.
Las patrullas de ambos helicópteros montaron campamentos al sur de Caleta Olivia y pusieron como referencia para los relevos la Comisaría Primera, que se encuentra a pocos metros de la playa.
Luego de varias incursiones, a las 2 de la madrugada del 30 de abril los soldados, que se encontraban descansando en el destacamento policial, recibieron la orden de prepararse para reemplazar a los efectivos del primer helicóptero que en esos momentos montaban guardia en la costa. Así lo hicieron y hacia allí se dirigieron, siempre a pie, en medio de la noche.
La vigilancia en aquel punto se prolongó hasta las seis y media de la mañana cuando, a falta de novedades, se ordenó levantar el puesto y dirigirse hacia los helicópteros que aguardaban posados a 5 kilómetros de allí. Otro de los puntos vigilados era la estancia “La Floradora”, que sería propiedad de ingleses.
Era una jornada muy brumosa y hubo incluso dificultades para conformar el rumbo hacia la estancia.
Cerca del mediodía, y dado que se había perdido contacto con una de las aeronaves, se volvió a usar como punto de encuentro la Comisaría Primera.
A las 12.15 de aquel misterioso 30 de abril, el helicóptero AE-419 fue declarado en emergencia. Veinte minutos después un aparato de similares características, perteneciente a la Prefectura Naval de Caleta Olivia informó haber encontrado los restos de una aeronave fuera de la bahía, a unos 10 kilómetros al sur de esa localidad, por lo que a las 13.20 del mismo día, se ordenó a las unidades militares efectuar rastrillaje total utilizando para ello todos los medios disponibles.

El siniestro
Un poblador, que recorría la zona colaborando con las autoridades, dio con un pedazo del tanque de combustible que acercó inmediatamente a la comisaría.
Había partes del aparato esparcidas en la costa y en el mar en un radio de 300 metros. Otro vecino conocedor de la costa y sus corrientes, Luis Melo, fue quien llevó a una de las patrullas hacia la zona donde podrían haberse depositado mas restos e incluso los cuerpos de los tripulantes. Se introdujeron en el mar e intentaron alcanzar la ría donde se hallaban los cuerpos. Como no lo lograron, debieron regresar en espera de la bajamar y una vez que esta se produjera, repetir la operación. Lo que encontraron no parecía concordar con un simple accidente ya que el aparato había sido “prácticamente pulverizado”.
El fuselaje del helicóptero estaba sobre la costa y su rotor a 300 metros de distancia; las piezas restantes esparcidas por los alrededores de manera irregular.
Los soldados extrajeron seis cadáveres y ya se disponían a hacer lo mismo con el resto cuando una repentina orden de relevamiento los obligó a suspender la operación y embarcar en el helicóptero. Volaron de regreso a la comisaría de Caleta Olivia y allí se alojaron por segunda vez, para permanecer en la zona tres días más. Finalmente se les indicó regresar al Liceo y allí quedaron hasta el fin del conflicto, cumpliendo su servicio militar.

Soldados Caídos
Perecieron ese día, en el helicóptero siniestrado el jefe del Liceo Militar “General Roca”, teniente coronel Miguel Ángel Clodoveo Arévalo, el teniente primero Roberto Remi Sosa, los soldados clase 61 Fernando Luis Sieyra y Marcelo Gustavo Cini y los soldados clase 63 Jesús Marcial, Oscar Millapi y Daniel Alberto Palavecino además de los tripulantes del helicóptero, teniente primero Marcos Antonio Fassio, sargento primero Pedro Andrés Campos y sargento Néstor Daniel Barros.