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Por Claudio Pagano
Max Weber, citando al revolucionario ruso León Trotsky, dirá que “Todo Estado está fundado en la violencia”, es más, para el famoso sociólogo alemán cualquier Estado (entendido como una comunidad humana dentro de un territorio), reclama exitosamente para sí el monopolio de la violencia.
A “todas las demás asociaciones e individuos -dirá Weber- solo se les concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del ‘derecho’ a la violencia”.
Teóricamente el Estado a través de la violencia crea “orden” y “seguridad” para todos. En tal sentido esta violencia se justifica como necesaria para la convivencia. Es legal y legítima.
Los instrumentos a través de los cuales el Estado ejerce la violencia son las leyes, los aparatos militares y policiales, los tribunales y las cárceles y el sistema educativo. Si alguien infringe la ley o ejerce algún tipo de violencia es perseguido, juzgado y recibe alguna sanción: multas, prisión o muerte (contemplada por algunos Estados).
“El Estado -continúa Weber- como todas las asociaciones políticas que históricamente lo han precedido, es una relación de dominación de hombres sobre hombres, que se sostiene por medio de la violencia legítima. Para subsistir necesita, por tanto, que los dominados acaten la autoridad que pretenden tener quienes en ese momento dominan”.
La escuela y el sistema educativo fueron uno de los mejores inventos creados para que los “dominados acaten la autoridad” y asuman la “obediencia a las obligaciones legalmente establecidas”.
Los representantes políticos que se turnan en el control del Estado tienen ideologías de izquierda, de centro o de derecha. Tienen además intereses individuales o de grupo. Estas personas, dependiendo de su orientación e intereses pueden usar el Estado para fomentar los DD.HH., la libertad y la justicia. O abusar de él para reprimir y acrecentar sus fortunas.
Estos políticos, socialistas o capitalistas, al controlar el Estado, de manera inevitable hacen uso del monopolio de la violencia. Si son responsables, éticos y conscientes del enorme poder que disponen frente a los individuos y la sociedad, harán uso de la violencia con sabiduría y mesura. Si no, generarán dolor, miedo colectivo o resistencia.