corrupcion

Por Claudio Pagano
La corrupción no es un problema cultural y tampoco está en nuestro ADN; mucho menos es una condición humana que debamos domar a latigazos.
La corrupción no es un problema cultural:
Vamos a hacer un breve análisis sobre la manera en que la corrupción en nuestra sociedad se construye y reproduce cotidianamente, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Intercalando periodismo narrativo con reportajes informativos, crónicas, perfiles y artículos de opinión, que buscan demostrar que la corrupción se cimenta en actos cotidianos y repetidos, mismos que nos sirven de base para redactar leyes, construir instituciones e implementar políticas que, por lógica, están fundadas en relaciones corruptas.
Para reducir la corrupción necesitamos entenderla mejor, y para entenderla mejor necesitamos describirla, ilustrarla y medirla con mayor precisión. No sólo se trata de dar seguimiento a los grandes escándalos de corrupción política que estallan semana tras semana (lo cual es importantísimo), sino también de analizarla desde su dimensión social, sin miedo a caer en el simplismo fatalista de concluir que la corrupción es “un problema cultural”.
No es un problema cultural y tampoco está en nuestro ADN; mucho menos es una condición humana que debamos domar a latigazos.
La corrupción es un problema sistémico que se construye sobre la base de situaciones cotidianas e interacciones entre servidores públicos, entre servidores públicos y ciudadanos, y entre ciudadanos que, con el paso del tiempo, se convierten en intrincadísimas redes de complicidad donde no siempre es fácil distinguir a la víctima del victimario, ni identificar cuando los actos de corrupción son transacciones de mutuo acuerdo, sin víctimas ni victimarios.
Cierto, la corrupción más grave, perniciosa y dañina es la que realizan los servidores públicos abusando del poder que les fue delegado para beneficio privado. Combatir esa corrupción es prioritario. Pero también debemos reconocer que la corrupción no es un problema exclusivo del gobierno y los agentes del Estado.

Autoridad
Recordemos que en nuestra sociedad la palabra “autoridad” no siempre es sinónimo de “autoridad legal”. En un Estado indómito y clientelar como el nuestro hay muchísimo espacio para que personajes que representan intereses ajenos a los del Estado se erijan como “autoridades”, ejerciendo un poder que no les fue delegado, pero que pudieron usurpar ante la complicidad o la ausencia de los verdaderos agentes del Estado.

Corrupción en redes
Por eso tienen razón quienes advierten que en nuestra sociedad la corrupción se manifiesta en redes tanto públicas como privadas, y que concluyen que para reducirla es necesario combatirla con un enfoque sistémico.
Reconocer, deliberar y ejecutar una estrategia anticorrupción de abajo hacia arriba, que parta del hecho de que la corrupción también se manifiesta y reproduce en la sociedad, es una condición necesaria para resolver el problema.
Es un ingrediente esencial para acabar con los vestigios de un Estado corporativo-clientelar donde la ley siempre estuvo al servicio del mejor postor, donde tener “palancas” siempre fue esencial para ascender socialmente y donde la desigualdad y la pobreza se convirtieron en el principal combustible del sistema.
Una estrategia de esta índole no implica diluir la responsabilidad del Estado, mucho menos que los actos de corrupción de los ciudadanos sean tan graves como los del gobierno
La solución somos todos: recordemos que el cambio no es un evento, es un proceso. Así que la corrupción no somos todos, pero la solución sí.