Neuquen
Natalia lee los labios de quienes le hablan y se comunica en lengua de señas, que es su forma de gritarle al mundo que existe.
Natalia no recuerda haber escuchado sonido alguno. Ni bullicio, ni susurro. Eso no le impide bailar, porque siente las vibraciones. Ve a los otros y sigue el ritmo. Menea y le encanta. Vive en una sociedad diseñada para oyentes siendo una persona sorda. Anfibia, lee los labios de quienes le hablan y se comunica en lengua de señas, que es su forma de gritarle al mundo que existe. Al año de vida su mamá advirtió que no oía.
“Soy sorda profunda, no escucho ruidos. Por ejemplo cuando una persona habla, yo sé que vos estas hablando, no distingo qué estás diciendo. Cuando te miro puedo darme cuenta de lo que estas diciendo. Ahí si, cuando te miro. Pero si muchas personas hablan es imposible para mí prestar atención a todos a la vez. En mi familia son todos oyentes, yo crecí en una cultura oyente, con personas que hablaban. La familia conversa y te dicen: “después te cuento.” La comunidad sorda se siente como familia. Hay una persona sorda a la que nunca vi, pero nos empezamos a conocer y vemos que algo nos une, somos personas sordas y aunque no nos conozcamos automáticamente somos parte de la familia, es raro, no hay explicación, es algo que sentimos, es cultural. Tenemos vivencias y experiencias iguales, compartidas, nos identificamos de la misma manera”, afirma Natalia, a través de su intérprete, Sandra Sosa, directora del Instituto de Formación Docente N°4 del que se egresó.
Tiene 34 años, rulos de un fucsia potente, que es parte de su seña personal dentro de la comunidad y un flamante título: es la primera persona sorda que es profesora de sordos e hipoacúsicos. “Lo logré, no lo puedo creer, terminé, estoy muy feliz”, señala.
En la provincia de Neuquén 81.627 personas declararon tener alguna dificultad o limitación permanente, según el censo 2010, lo que representa el 15,1% de la población. Natalia pudo concluir con sus estudios terciarios y además trabaja en la administración pública provincial. Su caso es excepcional si se lo compara con el informe que elaboró el Indec.
El porcentaje de analfabetos en la población con dificultad o limitación permanente es tres veces mayor que en el total del país. La comparación de las tasas de empleo para todas las edades muestra números más bajos en esta población respecto del general. Si se analizan las categorías ocupacionales se observa que las mujeres suelen ser obreras o empleadas (labor en relación de dependencia) o trabajadoras familiares (en un establecimiento económico dirigido por una persona de su familia), mientras que los varones predominan entre los patrones y cuentapropistas.
Sobre las personas con discapacidad pesan estereotipos que van desde la sacralización hasta la completa invisibilización. La familia de Natalia se encargó de que el resto la viera.
Relaciones
“Cuando tengo que ir al médico siempre me acompaña alguien. Una vez yo tenía trece, catorce años. Mi mamá se sentó al lado mío. El médico llamaba, mi mamá sentada, no hacía nada. El médico estaba adentro, llamaba desde adentro. Mi mamá se para, golpea, y dice: “permiso doctor, le aviso que mi hija está afuera, esperando”. “Que entre entonces”, le responde. “No, ella es sorda, y yo le aviso a usted para que usted se de cuenta, ella sigue esperando, no se da cuenta que usted la está llamando”, dice mi mamá. Ahí se dio cuenta, se sorprendió, le pidió disculpas”, cuenta.
Ella misma rompió con la idea de que las personas con discapacidad se relacionan sólo entre si, como una suerte de “gueto”. Natalia está casada con una persona oyente, con la que tuvo un hijo oyente, Eliel, que aprendió lengua de señas.
“Mi mamá antes, cuando yo era chica, me decía: “nada de lengua de señas.” Porque antes las personas sordas debían hablar, tenían que aprender a hablar, se esforzaban y tenían que hablar. Nosotros podemos compartir cosas con los oyentes, la audición no la vamos a poder compartir. “Basta hija, si vos le enseñas lengua de señas (a Eliel) él no va a hablar.” “Tranquila”, le decía yo. Cuando empezó el jardín, cantaba y habló”, manifiesta.
Para Natalia es vital que los oyentes comprendan la forma en que las personas sordas se expresan: “sería bueno que la sociedad conozca la importancia del intérprete en la comunidad de sordos. Sin intérprete es mucho más difícil y ahí está la frustración. Lo más importante es que la comunicación sea fluida, se tenga que dar de la misma manera para la comunidad sorda que para nuestros compañeros oyentes. Si no ellos avanzan y nosotros dejamos. Si la profesora explica y hay intérprete, nosotros, las personas sordas, miramos al interprete, pero si el intérprete no está, para nosotros es un doble esfuerzo. Tenemos que copiar lo que copia mi compañero, porque no entiendo nada. Quedamos atrás, muy frustrados. Es mucha pérdida de tiempo. Es muy importante que esté el intérprete. Las personas sordas somos muy expresivas, a veces hay confusión porque somos enfáticas, pero no es que estamos enojados sino que somos así de expresivos, les da miedo muchas veces eso, se asustan. Hay muchas características de la cultura sorda, es importante que nos conozcan. El objetivo es que nos integremos, no que tengamos miedo, sino que derribemos esas barreras.”