Caleta Olivia
Los piojos, así como las liendres, son considerados uno de los problemas más preocupantes que pueden afectar a la cabeza de los niños. La escuela o el colegio, es el lugar donde más se proliferan los piojos, debido a la gran cantidad de niños que concentran.
En esta época del año, directivos y docentes de las instituciones educativas envían en el cuaderno de comunicaciones el alerta y los padres debemos preocuparnos por revisarlos y prevenir esta infestación.
Para evitar un brote o epidemia de piojos en los colegios, es necesario que los padres de los alumnos también se impliquen en ello. Para eso, es aconsejable que tanto profesores como padres adopten algunas medidas y cuidados para prevenir la pediculosis entre los escolares.
Pediculosis
La pediculosis se trata de infestaciones de liendres y piojos en el cuero cabelludo, lo cual causa picazón y lastimaduras derivadas del rascado, y se da frecuentemente en los niños.
Lo que sabemos de estos pequeños y molestos insecto-parásitos es que no pueden saltar ni volar, por lo que su contagio es por contacto directo. Éste es un factor especialmente dado en los colegios, donde existen grandes aglomeraciones de chicos que comparten gorros, abrigos, uniformes, gomitas de pelo, hebillas, peines y cepillos, y actividades como natación y juegos en areneros. Asimismo, es importante destacar que, si bien es más frecuente en niños, personas de cualquier edad pueden contagiarse (por eso hasta los adultos deben tener cuidado).
Prevención
Control día por medio. La lucha contra los piojos debe ser permanente.
* Revisar la cabeza de los chicos cuando vuelven de la escuela y pasar el peine fino para remover las liendres al menos 3 veces por semana.
* Primero hay que desenredar el pelo con un peine común y luego pasar el peine fino, también a contrapelo para garantizar un mejor desprendimiento de piojos y liendres. El vinagre de alcohol –se puede diluir con agua en partes iguales– ayuda a aflojar los bichos.
* En cuanto al uso de pediculicidas, se recomienda consultar primero con el pediatra o dermatólogo infantil.
* Hay que tener en cuenta que los piojos han desarrollado una fuerte resistencia a determinados compuestos, como por ejemplo la permetrina, de manera que usar un producto que lo contenga no será muy eficaz.
* Los que están contraindicados son aquellos que no fueron desarrollados para humanos, como los aerosoles insecticidas o las pipetas de uso veterinario. Tampoco debe usarse kerosene ni remedios caseros como mezclas de alcohol con “algún yuyito”.
* Cuando en la cabeza del nene hay baja cantidad de piojos (menos de 10) es mejor usar el peine fino. Los pediculicidas se deben emplear ante grandes cantidades de piojos, no hay que usarlos “por las dudas” o como “repelente” porque no previenen el contagio.
* De nada sirve tratar sólo al chico infestado si no se revisan y tratan también, en simultáneo, sus compañeros de grado, amigos o familiares. Un buen método de control de la enfermedad es que todos los papás de los chicos de un grado (si es posible de todo el colegio) limpien de piojos la cabeza de sus hijos los mismos días de la semana, por ejemplo: todos los lunes, miércoles y viernes.
* Además, como parte del tratamiento hay que lavar con agua caliente la ropa de cama y de uso personal del chico infestado. También los peines, cepillos y sujetadores del cabello.
Los piojos van mutando
Un equipo del CONICET recolecta insectos vivos de escuelas primarias desde 1995, para analizarlos. Concluyeron que el exceso de tratamientos con pediculicidas neurotóxicos los fortaleció.
Volvieron las clases, y con ellas, los Pediculus humanus capitis. O como se los conoce popularmente, los piojos de la cabeza. Esos parásitos hematófogos y cosmopolitas que no vuelan ni saltan, sólo caminan; esos con patas en forma de pinzas que nunca abandonan la cabeza, salvo para pasar a otra cabeza más tentadora; esos que existen desde los comienzos de la humanidad.
Entre el 30 y 50% de los chicos de 5 a 13 años los padecen, y cada vez son más resistentes a los pediculicidas clásicos. Las nenas presentan mayores niveles de infestación: aproximadamente el 12% de ellas y el 11,5% de los varones tienen más de diez piojos en la cabeza. Así lo comprobó un equipo de investigadores del Centro de Investigaciones de Plagas e Insecticidas (CIPEIN-CONICET), creado en 1995, y que recorre todos los años escuelas primarias del Gran Buenos Aires y Capital Federal recolectando piojos vivos de los niños de 1º a 7º grado, analizados luego en el laboratorio. Hay establecimientos que llegaron a reportar un 70% de prevalencia.
Más fuertes
¿La razón? En la Argentina, el uso reiterativo y excesivo de esos productos cuando no era necesario, consecuencia de la falta de información de los padres, generó que los pocos piojos que iban sobreviviendo se fortificaran y las mutaciones genéticas se fueron heredando. Así, los piojos de Bahía Blanca ya tienen un 78% de resistencia; los de Buenos Aires, un 87%; Cutral-Có, 95%; Bariloche, 97%; y Tucumán, un 100%, o sea, necesitan usar 100 veces más cantidad del producto para generar el mismo efecto inicial deseado.
Tomando esto como parámetro, el equipo del CONICET trabaja junto con un laboratorio nacional (ELEA) en la elaboración de productos con nanopartículas y siliconados que poseen un modo de acción físico: envuelven al piojo, paralizándolo hasta la deshidratación o la asfixia. Y son más seguros para los humanos. Otra alternativa son los aceites esenciales formados por plantas aromáticas como lavanda, menta y eucalipto. La doctora Claudia Vassena, integrante del CIPEIN y docente en la Maestría de Control de Plagas y su Impacto Ambiental de la Universidad Nacional de San Martín, pide no usar kerosene, ni Raid ni pipetas para animales domésticos, sólo piojicidas autorizados por ANMAT: “Hace dos años se vendió desde Mercado Libre un ‘pediculicida mágico’ como algo muy natural y resultó tener fipronil, un insecticida que no está aceptado para humanos, sólo para perros en las pipetas.”
Los piojos miden entre 2 y 5 milímetros, y son transparentes hasta que una vez alimentados adquieren un color pardo.