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Caleta Olivia
Las Naciones Unidas ha designado el 19 de junio como el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos para resaltar los abusos cometidos por grupos extremistas armados como Boko Haram, Al Shabaab y el Estado Islámico. El 19 de junio fue elegido en memoria de la resolución 1820 del Consejo de Seguridad aprobada el 19 de junio de 2008, que reconoció por primera vez que la violencia sexual es una táctica de guerra y una amenaza para la paz y la estabilidad internacional. Este día tiene como objetivo crear conciencia sobre la necesidad de poner fin a la violencia sexual en los conflictos y exhortar a la comunidad internacional a solidarizarse con las víctimas de violencia sexual en todo el mundo.

Los niños y la guerra
Los efectos de la violencia sexual vinculada a los conflictos se dejan sentir durante generaciones debido al trauma, el estigma, la pobreza, los problemas de salud y los embarazos no deseados. A los niños concebidos como resultado de la violación en tiempos de guerra les etiqueta de “mala sangre” o “hijos del enemigo” y son marginados en el entorno social de la madre. Estos niños desarrollan problemas de identidad y de pertenencia mucho tiempo después del final del conflicto. La sociedad en la que viven raramente los acepta. Por otro lado, las condiciones poco higiénicas en la que se llevan a cabo los abortos son una de las causas principales de la mortalidad materna en situaciones de conflictos.
El estigma asociado a la violencia sexual puede durar toda la vida y, en ocasiones, tener consecuencias letales tanto para las personas que han sido violadas como para los niños concebidos en esa violación. El apoyo socioeconómico para la reintegración, encaminado a diluir el estigma y restablecer el tejido social, debería formar parte de todas las iniciativas de reconstrucción postconflicto.
En este día, fomentamos la solidaridad con las personas que han sobrevivido a la violencia sexual en los conflictos y son estigmatizadas por distintos motivos interconectados, como ser asociadas con grupos armados o terroristas y haber tenido hijos fruto de la violación a manos del enemigo. A menudo, a estas mujeres y niños se los percibe más como parte de los grupos violentos que como sus víctimas. En ocasiones, estos niños quedan en un limbo legal, como apátridas, convirtiéndolos en objetivos fáciles para el reclutamiento por parte de grupos armados, la radicalización, la trata y la explotación. Todo ello afecta de manera amplia a la paz y la seguridad y a los derechos humanos. Sin embargo, la cuestión de los niños nacidos de la guerra no se ha incluido en el marco internacional de los derechos humanos, ni en el ámbito de la paz y la seguridad, convirtiéndolos así en víctimas sin voz.

Mesa redonda
Una mesa redonda para reflexionar sobre cómo aplicar las lecciones que la historia nos enseña a las sociedades actuales en situación de conflicto y postconflicto, en las que las mujeres y los niños que fueron víctimas de grupos armados o extremistas violentos luchan por reintegrase en sus familias y comunidades. Se considerarán estrategias como contar con el apoyo de los líderes religiosos y tradicionales para cambiar las normas sociales perjudiciales y acabar con la percepción de que de estos niños y mujeres son cómplices en los crímenes cometidos por sus captores. El acto tendrá lugar en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York el martes, 19 de junio de 2018, 15:30 – 17:30 horas, en la Sala de Conferencias 2. Sigue la conversación en las redes sociales #EndRapeinWar.

Concienciar
En Junio de 2015, la Asamblea General proclamó, en su resolución A/RES/69/293, el 19 de junio Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos con el objetivo de concienciar sobre la necesidad de ponerle fin, honrar a las víctimas y los supervivientes de la violencia sexual de todo el mundo y rendir homenaje a todos quienes han dedicado su vida con valentía a la lucha para erradicar estos delitos y han perdido la vida en esa empresa.
La fecha fue elegida para conmemorar la adopción de la resolución 1820 del Consejo de Seguridad, el 19 de junio de 2008, en la que el Consejo condenó la violencia sexual como táctica de guerra y un impedimento para la consolidación de la paz.
“Observando que los civiles constituyen la gran mayoría de las personas afectadas negativamente por los conflictos armados, que las mujeres y las niñas son especialmente objeto de actos de violencia sexual cometidos, entre otros, por grupos terroristas y extremistas, incluso como táctica de guerra destinada a humillar, dominar, atemorizar, dispersar o reasentar por la fuerza a miembros civiles de una comunidad o grupo étnico o religioso, y que la violencia sexual utilizada de esta manera puede en algunos casos persistir después de la cesación de las hostilidades, y reconociendo que también los hombres y los niños varones son víctimas de la violencia sexual en los conflictos,
Condenando en los términos más enérgicos toda violencia, sexual y de otro tipo, cometida contra civiles en los conflictos armados y en situaciones posteriores a los conflictos, en particular, la violación, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, el embarazo forzado, la esterilización forzada o cualquier otra forma de violencia sexual de gravedad comparable”.
Se reafirma la necesidad de que se aplique plenamente la política de las Naciones Unidas de tolerancia cero frente a la explotación y los abusos sexuales en las operaciones de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz, y reconociendo la función de los contingentes de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz en la prevención de la violencia sexual.

Declaración de ONU
En 2016 hemos celebrado por vez primera tres iniciativas dirigidas a combatir la violencia sexual en los conflictos. Todas ellas eran largamente esperadas y tenían una cosa en común: la fuerza incontenible de la voz y el liderazgo de las mujeres.
En febrero de ese año, un tribunal nacional de Guatemala condenó a dos ex oficiales militares por cometer violencia sexual durante la guerra civil del país; fue la primera vez en la historia del mundo que un tribunal nacional imputaba cargos de esclavitud sexual durante un conflicto armado. Las organizaciones de mujeres trabajaron durante años con las mujeres indígenas para profundizar en el asunto, que la Fiscal General de Guatemala presentó ante el tribunal, que estaba presidido por una magistrada.
En marzo, la Corte Penal Internacional (CPI) dictó su primera condena por delitos sexuales y de género. Un tribunal íntegramente femenino, formado por tres juezas, presidió el asunto contra el ex Vicepresidente congoleño Jean-Pierre Bemba, al que una fiscal logró enjuiciar gracias a unos niveles de participación sin precedentes por parte de las mujeres víctimas y testigos en la República Centroafricana.
En mayo, las Salas Africanas Extraordinarias del Senegal condenaron al ex Presidente del Chad, Hissène Habré, por crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad, que incluían la violación y la esclavitud sexual. Fue el primer asunto de jurisdicción universal enjuiciado en África, y la primera vez que se declaraba la responsabilidad personal de un ex Jefe de Estado por cometer violaciones como delito internacional. Esta condena no habría sido posible sin los testimonios de las mujeres y la inspiradora resolución de las y los abogados, de las y los defensores de las víctimas y los derechos humanos, así como de las organizaciones de la sociedad civil locales e internacionales.

Investigación
En Guatemala y el Senegal, al igual que en muchas otras investigaciones, ONU Mujeres tuvo el honor de colaborar con la iniciativa Justice Rapid Response en el despliegue de asesoras y asesores en cuestiones de género, seleccionado entre una lista de especialistas en materia de investigación y documentación de delitos sexuales y de género. La lista está compuesta por expertas y expertos de 62 nacionalidades. En conjunto, este grupo de especialistas —de los que un 80 por ciento son mujeres— habla un total de 34 idiomas diferentes. Todas estas personas trabajan muy duro para garantizar que las sobrevivientes de violencia sexual durante los conflictos reciban un trato digno y que sus voces sean escuchadas para que se haga justicia.
Los casos históricos a los que hemos asistido en 2016 demuestran que la conexión existente entre la justicia para las mujeres y la participación y el liderazgo directo de estas en esos asuntos judiciales dista mucho de ser nueva o de tratarse de una simple coincidencia. La violencia sexual es una realidad generalizada y devastadora en demasiados de los conflictos que se viven en el mundo. Es reconfortante comprobar que se están adoptando medidas para garantizar la rendición de cuentas por esos actos y que las mujeres perseveran, con fortaleza y unidad, para impedir que esos delitos queden sin denunciar o sin castigar.