turismo (1)

Por Flavia Tomaello
El mundo es demasiado vasto para considerar que se conoce por completo. Hasta los viajeros más empedernidos siguen sorprendiéndose con sitios no tan transitados y que dejan experiencias nuevas. La playa es un reducto donde la mayoría cree que todo se vive igual: la temperatura del agua, el tipo de arena, el modo en que rompen las olas, la vida marina y el paisaje que rodea.
No obstante, aún para los surfistas experimentados o los amantes incondicionales que buscan aquellos sitios especiales, existen espacios únicos donde se puede tomar contacto con la naturaleza y la cultura local con cierto aire autóctono. Pocos visitantes, el sonido de la naturaleza, serenidad para apreciar lo que el lugar quiere mostrar.
Para pasar unas vacaciones enteras o para irse en una escapada reparadora, una colonia de artesanos o un pueblo de pescadores, un mar abierto y plano o la encrespada arquitectura de las rocas. Un recorrido por los lugares que seguro no están en radar.

Cultura turca
Çirali, en la costa turca al sur de Antalya, Turquía, se encuentra en un valle debajo de la carretera principal de la costa, y se siente remoto sin ser tan difícil de encontrar. Los hoteles están enclavados entre árboles de granada, y el único desarrollo real es una corta calle principal de restaurantes y tiendas, a la que se suma un borde costero de tabernas de pescado. Las playa de canto rodado (que ha espantado a los desarrolladores de turismo tradicional) y arena, rodeada dramáticamente de montañas, es casi totalmente virgen.
Es el sitio ideal donde el viajero siempre encontrará un sitio para hacer propio sin ver a nadie más. Sin embargo, no todo queda allí. Para quien se anime a levantarse de la arena o salir del mar, a sólo 15 minutos al sur, siguiendo el camino de la playa, se encuentran las ruinas de Olympos, una ciudad que se remonta a los antepasados griegos, y atraviesa la cultura romana para llegar a los piratas medievales. Invita a la exploración porque no cuenta con muchas señalizaciones y guía, pero es sencilla de recorrer y entretenida para hacerlo con niños.

Tradición africana
En el sur de Africa Mozambique ofrece una cadena de localidades repletas de historias antiguas. La Isla de Ibo, integrante del archipiélago de las Quirimbas en el océano Indico con formaciones coralinas, suma, además, paisajes que dejan sin habla. Allí hay resquicios de la cultura portuguesa que se afincó allí en el siglo XVII. Para llegar, lo más sencillo es hacerlo en avión desde Pemba en Cabo Delgado, para luego tomar un clásico veleros dhow africano que llega hasta ella. Es el sitio ideal para hacer surf rodeado por los bosques de manglares y playas vírgenes. Es recomendable visitar las Fortalezas São João Batista do Ibo y la de San Antonio, dos de los asentamientos más antiguos de la zona. Perfecta para recorrerla a pie en largas caminatas: tiene 10 por 5 km y está casi totalmente urbanizada, aunque con la delicadeza de la arquitectura local, amiga del cuidado ambiental.

Sueño norteamericano
La pequeña ciudad de surf de Cayucos, al norte de Los Ángeles, justo en la autopista de la costa del Pacífico, está salpicada de edificios occidentales del siglo XIX, tiendas vintage y un muelle que se extiende casi 3 mil metros hacia el océano. Visitarla se siente como retroceder en el tiempo, como si se hubiera entrado en el viejo oeste, excepto por la playa.
Es el último de los históricos pueblos costeros de California. Hay salones, banderas estadounidenses y tiendas de antigüedades que venden exquisitas artesanías de temática marina y el aire está cargado de sal, niebla costera y el aroma del océano. Este ambiente hogareño y simple de la vida de la playa es la razón por la que muchas familias regresan a Cayucos año tras año, visitando los mismos lugares queridos y deleitándose con el mismo encanto.

Otro sueño americano
Los tranvías, un paseo marítimo de 4 kilómetros frente al puerto y dos faros rojos del siglo XIX le dan una sensación nostálgica a Grand Haven, una antigua ciudad del Lago Michigan. Los navegantes y pescadores acuden aquí, y a los más inquietos les interesa la breve pero intensa escalada Rosy Mound, que implica unos 3000 metros en ascenso y dunas descendientes hacia el propio lago.
Hay aguas tibias poco profundas para nadar y arena suave en dos playas públicas. Después del atardecer, los restaurantes locales, las heladerías y las tiendas cobran vida. Una alternativa tentadora puede ser recurrir a un B & B victoriano como el Khardomah Lodge de 1873 o un alquiler de un bungalow con su propia playa, como en Lake Michigan Cottages. Grand Haven fue fundada donde el Grand River se encuentra con el Lago Michigan, y pueden recorrerse ambos en un crucero sobre la goleta Wind Dancer.

Sydney
Un secreto bien guardado entre los habitantes de Sydney reúne al insecto más raro del mundo, hongos que brillan en la oscuridad, más de una decena de aves a punto de extinguirse, una palmera exclusiva y al murciélago enorme. Las islas Lord Howe del Océano Pacífico tienen limitado el ingreso a 400 turistas por temporada. Allí la luz eléctrica es casi inexistente y el transporte típico es la bicicleta. Se llega en un vuelo dos horas desde la ciudad. Las islas nacieron producto de una erupción volcánica hace 7 millones de años. Es Patrimonio Mundial de la UNESCO, producto de sus montañas de basalto que se sumergen directamente en el mar. En la playa de Ned se puede alimentar con la mano el pez rey, la especie autóctona; mientras que en la playa Old Settlement las tortugas se tumban en la arena.

Con acento francés
Es la mayor duna de Europa la que seduce aventurase hasta Pyla-sur-Mer, el barrio costero de La Teste-de-Buche, al ingreso de la cuenca de Arcachon en Francia. Se trata de un reducto que data de la pos segunda guerra creado por el empresario Daniel Meller, después de un intercambio de tierras con el estado. Hoy alberga un mosaico costero de casas de verano de estilo colonial, bajas y imponentes, con pinos maravillosos que integran el el bosque de las Landas. Puede subir a la duna todo el año. A pie puede ser exigente, pero se instala una escalera desde abril hasta principios de noviembre. El acceso es gratuito, pero el estacionamiento no. Antes de abocarse a la playa, no se puede perder la Villa Tethys, construida en 1924 con estilo Art Deco con influencias griegas, creada por el arquitecto Roger Henri-Expert, que es también autor de las villas inspiradas Canope y Lyside.

Polinesia americana
Pocos territorios en el mundo pueden llamarse a sí mismos “isla” con la autoridad que tiene la Isla de Pascua para hacerlo. Es que este territorio, que pertenece administrativamente a Chile, está a 2.000 kilómetros de la tierra habitada más cercana. Aunque bajo dominio chileno, es considerada parte del archipiélago polinésico. Cuenta con toda la impronta típica de esa geología: arena blanca, palmeras cocoteras, azul cielo mar sin horizonte, olas que acarician. Sin embargo, sigue siendo casi virgen, con escasos visitantes. Se sabe que ha sido el origen de la cultura rapa nui. El rey Ariki Hotu Matu’a desembarcó en ella y estableció el primer poblado de la isla. Localmente se la llama Hanga Mori o Hanga Rau Ariki (Bahía de Reyes). A todos estos atributos se suma un dato extra que aporta una combinación inhallable: el Ahu Nau Nau, los septillizos moais que dominan la playa. Una unión verdaderamente única. Un recorrido interesante para hacer es el camino interior que une el centro con Anakena. A un kilómetro de distancia, Ovahe es la segunda playa, encerrada por la montaña de piedra negra y sin nadie alrededor. El regreso puede hacerse por el camino costero, que está sembrado de moais. Se pasará por Ahu Te Pito Kura, con su moai recostado de 11 metros de altura y una piedra perfectamente redondeada que marcaría el ombligo del mundo, la zona de Papa Vaca, importante por los petroglifos y el Ahu Tongariki, que ha sido completamente restaurado.

La más cinéfila
El Lido es la única isla de Venecia que tiene playas. La aristocracia italiana lleva siglos eligiéndola como destino vacacional. Y, como tal, muestra cicatrices de diferentes etapas históricas.
Llegar al Lido es sencillo: se puede acceder por vaporetto, las típicas lanchas colectivas de Venecia (es necesario obtener el ticket especial de la empresa Alilaguna, diferente de ACTV, que es la que brinda los pases diarios con una cantidad de viajes irrestricta), pero también por ferry (que transportan autos, porque Lido, a diferencia de las otras islas, tiene calles transitables). A pocos metros, ya cerca de la arena, y apenas a una década hacia atrás en el tiempo de distancia, el sobrio Hotel des Baines, donde pasó sus noches el protagonista de Muerte en Venecia, novela que Thomas Mann escribió en 1912.