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En Nueva York, Los Ángeles o Londres son cada vez más las personas que apuestan por no beber alcohol cuando salen a divertirse.
La historia se repite y desde hace bastantes años los momentos de ocio tienen un denominador común. Es muy posible que la primera copa se tomara antes de tener edad legal para ello, cada fin de semana y siempre que quedas con amigos suele ser en un bar o una casa, donde la cerveza, el vino o las copas no faltan. Y el resultado es el mismo: acabar al día siguiente con dolor de cabeza, en el mejor de los casos, y con varias lagunas mentales y resaca de campeonato en el peor. Si nos paramos a pensar, cada vez que salimos con un grupo de gente suele ser “a tomar algo” y ese algo rara vez en un refresco.

Vivimos en sociedades en las que el consumo de alcohol forma parte de nuestro día a día, tanto en momentos de ocio como en comidas de trabajo e incluso en las reuniones familiares. La cerveza, el vino, el vermouth o las copas se han convertido, de forma más o menos inconsciente, en un vehículo de socialización, y es que el alcohol nos ayuda a desinhibirnos. Pero aún así, está surgiendo un movimiento en los Estados Unidos de personas que deciden dejar el alcohol a un lado, de forma radical.
Y ojo, porque no estamos hablando de personas con problemas de alcoholismo que deciden superar una adicción como el que decide dejar de fumar; son más los bebedores casuales los que se están uniendo a esta tendencia a estar sobrio, personas que a una determinada edad han decidido empezar a cuidar su cuerpo, a hacer deporte y comer más sano, que caen en la cuenta de que el alcohol deja de encajar en su nuevo modelo de vida y dejan de beber, al igual que se plantean no tomar azúcar, dejar de consumir alimentos procesados o apuntarse a clases de yoga. Se trata de un proceso natural para ellos, de un paso más en la búsqueda de una vida más sana. Unidos a este movimiento también están empezando a surgir bares en los que no se ofrecen bebidas alcohólicas, que se definen como un lugar “para sobrios y curiosos que quieren explorar lo buena que es la vida cuando nos replanteamos nuestra relación con el alcohol”. Estos lugares suelen combinar actividades entorno a la comida sana, el deporte y el bienestar y ofrecen un refugio social para todos aquellos que no quieren seguir bebiendo y esperan una alternativa más amplia que la típica dicotomía entre Fanta o Coca-Cola que suelen ofrecer los bares habituales.

Movimiento
Pero no se trata de un movimiento nuevo. Ya a finales del s.XVIII se formaron en países como Inglaterra, Irlanda, Estados Unidos o Australia un movimiento social en contra del consumo de bebidas alcohólicas conocido como Movimiento por la Templanza. Tenían una fuerte inspiración moral y religiosa y predicaban que el alcohol causaba daños físicos y mentales al cuerpo. Pero no han sido los únicos. Más reciente, y de una forma mucho más moderna, es el movimiento Straight Edge, un estilo de vida que nace en los años 80 asociado al hardcore punk (sí, has leído bien) y que reivindica la vida sin alcohol, tabaco u otras drogas.
Además de ser mejor para la salud, dejar de tomar alcohol tiene una serie de beneficios sobre la belleza de nuestra piel muy considerables. El alcohol deshidrata la piel pero no es lo único. Tal y como explica el doctor Perricone en su blog “el exceso de alcohol también altera el flujo de sangre a la piel, dando una apariencia poco saludable. El alcohol hace que los vasos sanguíneos pequeños en la piel se dilaten, permitiendo que la sangre fluya más cerca de la superficie de la piel. Esto produce enrojecimiento de la piel y una sensación de calor que puede conducir a la rotura de capilares en el rostro”. Además nos recuerda que al deshidratar la piel tenemos que tener en cuenta que “la piel seca es más propensa a la aparición de líneas finas”. Por ello, al dejar de beber, verás como tu piel vuelve a tener un aspecto jugoso y elástica, recuperarás la luminosidad y tendrás un aspecto mucho más joven.