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Caleta Olivia – Por Natalia Quilis, docente en Lengua y Literatura
(Relato).Salí con el auto hacia el centro desde el barrio. Hice algunos pendientes y volví. Eran aproximadamente las 19 hs.
Acá, donde resido, en el Sur de Argentina, en un pueblo llamado Caleta Olivia, hay mar, y también lagunas. El sol se esconde tarde y la noche es clara como el día en cualquier lugar cerca de la línea del trópico.
Aquí en el sur del Sur del mundo, como dije, la noche llega más lenta… Por lo que cuando venía en mi coche, hacia el barrio y pasando por el borde de la laguna, como raras veces, salí de mi pensamiento y observé lo que había en rededor y la claridad del sol me permitió.
Entonces de golpe vi, casi sin estar del todo atenta, un par de adolescentes en una simulación de lucha, entre risas y caricias que querían fingir golpes, comprendí y me dije, el juego del aprendizaje del amor y los roles…
Eran una niña y un varoncito. Ella como es de esperar más alta- porque las niñas a esa edad, desarrollan antes que los varones en todo aspecto- tenía cuerpo de mujer y arriesgo que mayor madurez o comportamiento “adulto” o recatado.
Él por su parte, cuerpo de niño y comportamiento, inferí, más infantil…Estaba en esa etapa del varón donde la barba se abre camino con un par de pelos pioneros y atrevidos, entre uno que otro grano y la voz resuena entre el gallo Claudio y algún locutor famoso…

Un segundo
Fue un segundo, mas, la vida y la observación me han enseñado a recopilar muchos más datos de lo oculto, que, de lo que salta a la luz y parece o simula ser un todo completo.
Así es que haré un alto para reunir todo, para describir el cuadro, uniendo todas las partes. Venia en mi auto y en un lugar al aire libre y bajo el sol me convertí en observadora de una pintura que decía más, de lo que había. Y esto era, dos adolescentes jugando un juego de manos en la orilla del agua…
Ella delicada y tratando de suavizar el juego, él llamándole la atención dejándose agredir pero no rindiéndose, aplicando en dosis medidas con el freno, a la fuerza de ella ; engañándola y tentándola a seguir ese juego, que a una le enojaba y al otro sin dudas, lo entretenía.
El eterno juego del amor, pensé, ya que ella lo agredía físicamente mientras, el muchacho se atajaba y la provocaba burlándose.
La niña en su afán de castigarlo por… ¡Vaya uno a saber que le había hecho aquél travieso! , lo golpeaba sin darse cuenta, que lo que hacía, en realidad, era premiarlo con su atención- de todas maneras, sus golpes eran suaves, pero además pocos llegaban al lugar pretendido por la niña; porque, como tu imaginación ya te habrá pintado la situación; él esquivaba la mayoría, orgulloso de su capacidad física superior, enfureciendo en automático a la preciosa y dulce contrincante, quien, nada tenía por hacer ante el adversario, mas, que rendirse eventualmente-.
Una atención que él requería con molestias, porque no sabía hacerlo de otra manera todavía y por su corta edad y experiencia, supongo…

Escenas
Casi siempre gozo de ver esta escena entre mis alumnos, cuyos razonamientos dan por sentado, que pelean y se acusan ante el llamado de atención de los adultos; pero que uno sabe, a ciencia cierta, que es una expresión de amor necesaria para el descubrimiento del mismo.
Los roles y los juegos de roles, la fuerza, el acotamiento de distancias, de manera sutil, la lucha eterna entre los géneros, – o por qué no, entre un mismo género-la medida de la capacidad de dominio sobre el otro, sobre quien deseo poseer, pero no sé cómo. Los primeros intentos que ciertamente no son tan amables como se podría suponer que fueran.
Porque son experimentales y ante el desconocimiento aparecen los experimentos para descubrir, donde el error y el acierto se confunden pero tiran experiencias que, enseñan.
Vino a mí entre todo, la frase tan mentada del Príncipe Maquiavelo, aquél estratega quien aseguró y pronuncio la frase “el fin, justifica los medios”… para, valga la redundancia, “justificar”, la brutalidad por la conquista… hecho del cual deriva el significado del vocablo “maquiavélico”. Pero ese es otro hilo por devanar…
El instinto entonces que les pide acercamiento se convierte en torpes movimientos que hacen que la danza de la vida comience aunque sea en pequeños y tímidos pasos torpes.
Pensé en el amor, en mis amores, en mis errores propios y en los ajenos, murmuré algo sobre el juego de la vida, aunque no puedo asegurar si emití sonido o si solo le hablé a mis pensamientos.
Él entonces, le jaló el cabello, tras lo cual la mujercita volvió a embestir a su adversario, quien mostraba toda su dentadura en carcajadas y con un dejo eterno de, entre cariño, arrebato, alerta, y placer al descubierto.
Mi auto, aunque lerdo, dejó detrás de sí la foto que tanto me deslumbró… No podía distraerme, las obligaciones y el tiempo me requerían ahora…continué casi culpable de darle la espalda al momento.
Y sonreí de seguro aunque no podría garantizarlo ya que no estaba concentrada en mí, sino en la escena que me mostró tanto de la biología y la naturaleza y alegró automáticamente, mi viaje, solitario.