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Caleta Olivia – Por Natalia Quilis, docente en Lengua y Literatura
Hoy recorría La Feria del Libro y fue de mi agrado absoluto poder ver rostros nuevos trabajando en la cultura; niños con sus docentes, presentaciones varias, colegas que se van arrimando.
Pero también gente de distintos ámbitos, con diferentes propuestas y entonces fue cuando, caí en la cuenta de que el tiempo no se detiene… Durante la mañana también asistí o fui testigo de una entrevista que realizó un periodista regional a políticos postulados para las nuevas elecciones.
Esos comunicadores a quien todos vemos trabajar la calle; siempre encontrándolos, año tras año en diversos eventos, incansables, como todos nuestros periodistas de nuestros diarios y diferentes medios no solo locales y por quienes tengo el mayor de los respetos y agradecimiento por estar siempre dispuestos como por todo lo que trabajan y soportan.
En cuanto y retomando a mi recorrido por La Feria de hoy y al ingresar, como cada año sentí una gran alegría al ver la participación del conjunto comunal, sin embargo la melancolía me invadió cuando llegó a mi memoria algún café literario de aquellos en que tuve el placer de conocer a los artistas regionales.

Memoria
Hurgué en mi memoria, sin poder evitarlo y allí estaban: Luis María Paz en la punta de la gran mesa, Albina, leyendo sus largas historias, Jorgito Mesaín, con sus, casi que describiría yo como recitados acompasados por su entonación y gestualización, con fuerza de alma apasionada, Adita. con su seductora belleza, rompiendo corazones, la señora de Jorge, con sus cuentos también y mi amado amigo Héctor Talma.
Mi queridísimo y entrañable; siempre con un dejo de tristeza que traspasaba sus ojos impactantes, recuerdo haber reído con él como con nadie en la vida, literalmente, el miedo a la prensa y la exposición y su humildad y ausencia de ego que hacía que uno lo admirara antes aún, de escuchar su arte.
A todo, por supuesto, se sumaba gente cuyos nombres no logro recordar, aunque sí podría y vale la pena describirlos: una señora grande que contaba historias de su Norte muy sentidas y un viejito que recitaba con una calavera en la mano, cuyo monólogo hacía que una gota helada se deslizara como hielo desde la nuca hasta el coxis sin detenerse ,seguida por otra y quizás algunas más, bien lentas, pero que marcaban su paso de a centímetros, como para no dejar lugar a la duda de si estaban o eran fantasmas; bajaban lento tomándose su tiempo al ritmo de la danza de las palabras recitadas sobre la muerte, que vibraban las cuerdas del abuelo, en cuestión.

Artista
Luego y muy errático apareció en algún café a los que asistí, un muchacho con un apellido algo raro, que yo por años confundí con su nombre de pila “Misael, Hernán”; éste joven, además de buen mozo, tenía un aire algo misterioso, como si algo estuviera guardando bajo la manga… y si bien, nunca supe a ciencia cierta, si guardaba o no algo, lo que sí averigüé, ni bien abrió su boca, fue que era un artista de la talla y altura de los monstruos que antes mencioné.
Un artista de pura cepa que estaba, ¡caramba!, efectivamente en el lugar que le correspondía. Leyó un relato que sin ser molesto, pecaba de sabroso y de erótico en cada una de las letras que mencionaba, un relato de esos que asemeja a un sueño del cual no podés, pero mejor aún, “no querés” salir.
Se adivinaba que estaba en el pico hormonal o extremadamente enamorado ya que esas son las únicas opciones para escribir de ese modo y la experiencia me vale para tal afirmación.
Mesas pequeñas, gente gigante… escuché como un eco de mi mente.
En ese instante y en busca de no sé qué, hice pasos como medios difusos, rodeada de gente extraña en plena feria, y decidí entrar a curiosear, media aún con un pie en el túnel mientras el otro, pugnaba con éste por ingresar al recinto jajajjaja y de repente, sin darme cuenta, una cara conocida, un rostro afable…
Un Señor laburante eterno de la cultura, Jorge Mesaín, con su sonrisa y sin su Señora, firme, en su puesto, estoico, como de costumbre; me llenó de alegría y fue un honor su amabilidad sobre mi humilde escritura.
Me sentí en casa y algo incómoda por sus palabras tan decentes. Me detuve con gran placer. Pensando en esos cafés y en lo dichosa que me hicieron.
Antes de despedirlo, pude ver en su rostro sabio, a mi amigo Héctor y a Luisito María Paz… y es que son como próceres fundadores, o algo semejante, pensé…
Héroes silenciosos, una voz me murmuró, muy en mis adentros, cuánto se les debe… La lucha que realizaron; hoy va tomando color, sonido, luces y para mi, particularmente, un dejo de, melancolía.

Homenaje
Vale todo, dedicarles mi homenaje en ésta vuelta, donde unos están, otros siguieron sus caminos y alguno nos dejó, con un espacio irreemplazable.
“También provocaste uno de esas penas que se confunden con impotencia y algo de enojo incomprensible, lamentablemente, mi estimadísimo…”
Mientras me alejaba de Jorge veía su sonrisa y el murmullo me invadía, los dibujaba en mi melancolía y rememorando el aroma a masas, café o mate, silencios, expectación, atención, respeto por los turnos, placeres poco saboreados; contextos sensoriales algo extraños de disfrutar…
Pero bueno, bien es sabido que la calidad viene, en frascos muy reducidos, o en momentos algo fugaces y soy sin dudas una amante de los ambientes apacibles que conservan algo de intimidad., esos en los cuales los presentes, esperan para participar o bien, participan solo estando al lado y en silencio, el cual por cierto también comunica, que también tiene preponderancia, a veces, mayor aún, que el sonido mismo.
Y mis pies se adecuaron encarando al resto del mundo que también ahí estaba, se hacía ver y penetraba lentamente en la realidad actual que me rodeaba y seguramente, tenía belleza por ofrecer.
Dejando atrás a uno de mis héroes del silencio, me zambullí de lleno en ese “resto de mundo que también reclamaba protagonismo.
Tal vez, no me adecúo a la vorágine que nos aplasta, quizás a muchos no les resuene los nombres mencionados, probablemente sean mis preferencias de intimidad, algo raras, pero, sobre gustos no hay nada o posiblemente haya mucho escrito jajajja, quien sabe… Solo creo que valió mencionar a mis” héroes del silencio” y que por si no los conocías, por aquí te los dejo, mientras yo, me voy retirando despacito.