Los guardaparques cumplen un rol fundamental en la conservación del patrimonio natural y cultural de las áreas protegidas del país. Francisco López es el guardaparque del área más cercana, el Parque Natural Provincial Monte Loayza. Dicho parque promueve la educación ambiental gracias a la alianza entre Golfo San Jose SA, Fundación Hábitat y Desarrollo, Sinopec Argentina y el Consejo Agrario Provincial de Santa Cruz.
El 9 de octubre de 1934 fue sancionada la ley que creó la ex Dirección de Parques Nacionales que hoy se denomina Administración de Parques Nacionales. Esta normativa contemplaba la creación de un cuerpo de guardaparques. En conmemoración a esta fecha se celebra hoy el Día Nacional del Guardaparques.
Según el último Informe del Estado del Ambiente, publicado a fines de 2019 por la Secretari?a de Gobierno de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, Santa Cruz posee 9.548 km² de áreas protegidas federales y 1.406 km² provinciales, que son resguardadas por guardaparques. La tarea principal que desarrollan es controlar y vigilar el área asignada, pero sus tareas son múltiples, ellos también son responsables de atender a los visitantes, trabajar con las comunidades locales de la zona en la que desempeñan sus funciones, educar en materia ambiental, apoyar investigaciones científicas y prevenir y combatir incendios, entre otras.
Francisco López tiene 32 años y es desde hace tres guardaparque del Parque Natural Provincial Monte Loayza y la Reserva Natural Cañadón Duraznillo. Esta área conjunta se encuentra en el sur del golfo San Jorge, a 208 km de Caleta Olivia y 139 km de Puerto Deseado. Fue creada para conservar la diversidad biológica costero-marina y de la estepa patagónica, promover la educación ambiental y el ecoturismo. Su implementación surgió de una alianza estratégica entre Golfo San Jorge SA (propietaria de la estancia La Madrugada), la Fundación Hábitat y Desarrollo y Sinopec Argentina, en el marco de las políticas de conservación y áreas protegidas del Consejo Agrario Provincial de Santa Cruz.
López es santafecino y llegó a Santa Cruz luego de estudiar la carrera de Técnico Universitario en Guardaparques y desempeñarse en Misiones y en los Esteros del Iberá, Corrientes. «Me encanta el Sur y es muy cómodo para trabajar; el clima me resulta muy favorable, exceptuando los meses de invierno muy crudo» cuenta desde Puerto Deseado donde viaja para aprovisionarse.
Ser guardaparque requiere de una gran diversidad de habilidades: es necesario conocer de botánica, de turismo, un poco de biología, mecánica básica, manejo de armas, saber nadar, control de fuego, supervivencia, equitación y más. López llegó a la tecnicatura gracias al consejo de la directora de su colegio que le vio «pasta de guardaparque» y hasta lo inscribió en la facultad. «Me debo una charla con Liliana -la directora- para agradecerle. Me encontré con una carrera maravillosa, lo que más me gustó es que realizamos muchísimos viajes de estudio, prácticamente un viaje por mes, entonces mientras vas cursando vas viajando, eso lo hace muy entretenido ¡Además con la diversidad de materias no te podés aburrir!» La propuesta de trabajo en Monte Loayza llegó para completar el trabajo que estaba realizando en el norte del país. «Me gustó mucho la propuesta de Monte Loayza porque en el Norte yo venía haciendo mucha patrulla, mucho control y vigilancia; acá, en cambio, también podía dedicarme al apoyo a la investigación y educación ambiental que son las tareas secundarias del guardaparque. Eso fue lo que más me sedujo». Así llegó Francisco a Santa Cruz atravesando el país de punta a punta. Monte Loayza es un área muy alejada, el aislamiento es su propia defensa. Las amenazas son muy pocas ya que el turismo está muy regulado y la intromisión de personas es muy improbable. «No tenemos una amenaza concreta -detalló-, en uno de los límites del parque tenemos un área permitida para la pesca pero no genera inconvenientes», añadió López.
Apoyo a la investigación
El Parque Natural Provincial Monte Loayza posee el mayor apostadero reproductivo de lobos marinos de un pelo (Otaria flavescens) y uno de los principales en el mundo. Es por esto que una de las tareas más importantes que realiza López es el censo de la colonia de lobos que permite evaluar el estado de la población año tras año. En febrero último López registró 22.020 individuos, una cifra récord que demuestra que la colonia se consolida y sigue creciendo gracias a la protección que brinda el área. «La población de lobos en el censo de verano hace diez años no superaba los 5.000 ó 6.000 individuos. La protección del área protegida evita los disturbios humanos en la costa y en el mar. Creemos que los lobos llegan a Monte Loayza por la tranquilidad del lugar y la disponibilidad de alimento que brinda por ser un área protegida», explicó López.
Juntos, el parque y la reserva, suman un total de 77.400 hectáreas que se encuentran bajo el cuidado de López. A las seis de la mañana inicia sus actividades junto a su único acompañante, su perro Felipe. «Lo que más disfruto es la gran compañía de la soledad, siempre había trabajado en grupo, pero descubrí que me gusta mucho trabajar solo» agregó. El avistaje de aves es otra de las actividades que más le gustan a López quien durante estos años realizó cerca de diez nuevos registros de aves para el área. Monte Loayza es el asentamiento de aves costeras y marinas más diverso del golfo San Jorge.
Loayza en números: De las nativas el 31% son ende?micas de la Patagonia en general, el 17,5% so?lo habitan en la Patagonia argentina y solo el 9% son ende?micas de la Patagonia Sur (argentina y chilena).
Los inicios
Pioneros patagónicos, gauchos salteños y mensús del Alto Paraná fueron los primeros en conformar el Cuerpo de Guardaparques. Ellos eran quienes conocían los terrenos mejor que nadie y estaban acostumbrados a vivir en condiciones de aislamiento y a lidiar con las inclemencias del clima. Con el desarrollo de los parques nacionales surgió la necesidad de contar con personal especializado. El Cuerpo de Guardaparques Nacionales tuvo su origen en 1928 con la designación de sus siete primeros integrantes, destinados al Parque Nacional del Sur.
Hacia 1938 la Escuela de Viveristas y de Capacitación para Guardaparques ubicada en la Isla Victoria en el lago Nahuel Huapi en San Carlos de Bariloche, es el primer antecedente de formación. Ya en 1967 se creó la Escuela de Guardaparques, primera en su género en América latina, que en 1969 pasaría a denominarse Centro de Instrucción de Guardaparques «Guardaparque Bernabé Méndez», en recuerdo y homenaje a este profesional muerto por cazadores furtivos en el Parque Nacional Iguazú, en 1968.
En 1994, la preparación de los guardaparques pasó a llevarse a cabo en el Instituto para la Administración de Áreas Naturales Protegidas «Dr. Claes Ch. Olrog», creado a partir de un convenio entre la Administración de Parques Nacionales y la Universidad Nacional de Tucumán. Su sede se hallaba en la Residencia Universitaria de Horco Molle, ubicada en el Parque San Javier próximo a la capital tucumana.
Fuente: Administración de Parques Nacionales (APN)