Karin Silvina Hiebaum – International Press
Espiritualidad es una palabra a la que se recurre habitualmente en los últimos tiempos. Desde el príncipe Carlos de Inglaterra hasta diversos líderes religiosos la usan cuando quieren hacer un llamado para dejar de lado las confrontaciones religiosas.
En la actualidad hay muchas personas que se definen como «espirituales» pero no religiosas. Por ejemplo, en el Reino Unido, cerca de una quinta parte de la población entra en esta categoría, según el profesor Michael King del University College de Londres.
En Estados Unidos, una encuesta de Newsweek de 2005 situaba esa cifra en un cuarto de la población. Otro sondeo del pasado octubre del centro de investigaciones PEW sugería que esa proporción era más baja. Según esa publicación, un quinto de la población no pertenecía a ninguna religión y el 37% de las personas se definían como espirituales pero no religiosos.
La investigación de King apuntaba que en el Reino Unido, quienes forman parte del grupo de los «espirituales» tienden a tener más problemas psicológicos como ansiedad o depresión.
No faltará quien ponga en tela de juicio las conclusiones del profesor británico, pero lo que está claro es que ese término «espiritual pero no religioso» representa una tendencia importante en cuanto a las creencias occidentales.
Es un culto extendido, por así decirlo. Además, engloba desde paganos hasta creyentes de la sanación con cristales, entre otros muchos grupos.
Pero para millones de personas, no es algo esotérico. Es simplemente una «sensación» de que debe haber algo más allá.
«La ciencia ha sustituido a Dios»
Paolo Coelho vendió 60 millones de copias de su novela espiritual El Alquimista.
El auge de este tipo de espiritualidad se ha visto favorecido por el hecho de que muchos crean que la religión está alejada de los valores modernos, explica Mark Vernon.
«La gente asocia los organismos religiosos con doctrinas restrictivas y las cosas malas que suceden en el mundo como pueden ser los fundamentalismos, la opresión a la mujer u otros temas que entran en conflicto con los valores liberales», afirma.
Según Vernon, la ciencia ha reemplazado a Dios para muchos.
Pero aunque la ciencia puede explicar el mundo, no evoca cuál es el lugar de las personas en el universo.
La clave está en cómo la gente que se define como espiritual describe su relación con el mundo. Hay una sensación de que la vida es más que dinero, trabajo, cuidar a los niños y la rutina diaria.
Hay momentos que parecen transcendentes en nuestras vidas: un bonito atardecer, el barullo de la gente que llega a un estadio de fútbol, o una melodía conmovedora.
Oliver Burkeman, autor de «The Antidote» (El Antídoto), considera que la frase «espiritual pero no religioso» se ha convertido en una especie de broma. Pero cree que es un concepto que merece la pena defender: «Yo lo uso para referirme a las cosas que no se pueden explicar con palabras. Hay un aspecto de la experiencia humana que no es conceptual».
Se trata más de una creencia, explica Burkemen, en oposición a los cristianos para quienes ir al culto es tan importante como la creencia.
Vivir el momento
El reiki es una técnica que consiste en la canalización de energía.
Gaetan Louis de Canonville practica meditación en el sur de Londres: «No veneramos a un Dios ni homenajeamos a algo que está en el cielo. Se trata de aprender a aceptar las cosas como la impermanencia del ser y vivir el momento. Si miras lo feliz que puedes llegar a ser viviendo el momento, todas tus dudas desaparecen».
El profesor de secundaria Mike Stygal, que practica el paganismo, cree que hay una fuerza divina en la naturaleza: «Creo que todo está conectado, me siento en conexión con la naturaleza y las estaciones que cambian. Es una sensación de absoluto respeto por la naturaleza. Me puedo comunicar con la deidad», afirma.
«Se trata de sacar tiempo para contemplar la maravilla de la vida en la Tierra, la extraordinaria suerte de este planeta que puede albergar vida», dice por su parte Bridget McKenzie, una consultora que hace meditaciones diarias.
McKenzie no se considera pagana pero en el solsticio de verano organiza un festival en el sureste de Londres para reconectar con tradiciones ancestrales. «Sentimos los cambios de luz de las estaciones. Es importante celebrarlo», explica.
Para Colin Beckley, director de un centro de meditación, la única experiencia espiritual auténtica es el silencio, mientras que para Deb Hoy, que es profesora de reiki -una técnica que consiste en la canalización de energía-, puede haber un cambio radical sólo con poner las manos en otra persona.
Finalmente, el actor Giles Terera no se considera religioso pero dice moverse por las experiencias diarias: «Cuando estoy en el extranjero me encanta ir a las iglesias y sentarme. No estoy en absoluto de acuerdo con las cosas que ha hecho la Iglesia Católica pero hay algo muy bonito en la arquitectura de las iglesias (…) Probablemente es lo mismo en todos los espacios sagrados».
Creencias irracionales
Los Beatles fueron unos de los primeros occidentales famosos en buscar respuestas en las filosofías asiáticas.
Pero para algunos, espiritualidad es sinónimo de creencias irracionales y de que todo vale.
El cómico David Mitchell se burló así de la tendencia en una columna en la que imaginaba un campamento de verano de espirituales: «Desde la reflexología hasta la astrología, desde fantasmas a homeópatas, desde la intolerancia al trigo a tener una «mala sensación sobre esto», celebraremos todos juntos las maravillosas conclusiones por las que la gente de todo el mundo está llenando el espacio que dejan las religiones organizadas».
Precisamente, otro grupo que rechaza el concepto de «espiritual pero no religioso» viene de las religiones organizadas.
«La gente quiere ver qué lugar tiene en el mundo y eso es algo fantástico», asegura Brian Draper, del Instituto Contemporáneo de Cristianismo de Londres. «Pero hay una selección de creencias y muchas se basan en la pseudociencia», sostiene.
El peligro, advierte Draper, es usar la espiritualidad como «un cajón de sastre de la cultura de consumo».
Los humanistas se centran en la cuestión de la categoría «espiritual». Andrew Copson, director de la Asociación de Humanistas Británicos, acepta que la clave está en que «debe haber más que esta vida», pero cree que la vaguedad de ese concepto no ayuda.
«Se puede usar para todo: desde una misa católica hasta los cantos de sirenas», afirma el humanista que prefiere evitar ese término.
El humanismo se basa en la creencia de que «el ser humano encuentre valor en el aquí y ahora y no en el más allá», explica.
La búsqueda del significado puede ser exhaustiva. El filósofo Julian Baggini considera que existe el anhelo de que haya algo más: «Mi respuesta corta es que se puede desear tanto como quieras, menos cuando no consigues lo que deseas. Pero el deseo no se va».
Eso no lo convierte en algo negativo, dice Vernon. Pero eso puede llevar a preguntas complejas y también podría explicar por qué las personas espirituales tienen más problemas psicológicos.
«Es como embarcarse en un viaje interior. Es arriesgado hacerlo y tratar de ver las cosas desde una perspectiva más amplia. La promesa es tremenda pero el viaje puede ser doloroso».