Según productores de la región, los impactos más negativos están sucediendo en aquellos lugares que, como la cuenca del río Coyle, solo son vistos, percibidos, vividos, por una escasa proporción de la población, pero que ineludiblemente llegarán tarde o temprano a las ciudades. De hecho, el propio río Gallegos en años recientes ha comenzado a experimentar bajantes excepcionales durante los veranos que permiten suponer que estos problemas de accesibilidad al agua empezarán también a notarse en las poblaciones.
Hacia mediados de 2022, los pronósticos trimestrales realizados por organismos como el Servicio Meteorológico Nacional ya permitían anticipar que este verano podría presentarse nuevamente como un escenario particularmente seco, hecho que sumado a inviernos menos nevadores, como el pasado, presagiaban lo que se observa ya hace algunas semanas: buena parte de los cursos de agua de la región como el Pelque y el Brazo Norte están prácticamente secos.
A la fecha, no resulta sencillo acceder a información pública que permita dimensionar cómo los organismos responsables de la administración de los recursos hídricos en nuestra provincia ven el problema, lo interpretan, planifican su intervención, inversión o monitorean su evolución, todos éstos aspectos que cada vez tienen una criticidad creciente. Por el contrario, se siguen otorgando permisos para el uso de agua en zonas que sufren sequías sin planificación alguna.
Por el momento no parece haber en el horizonte otro final que continuar viendo nuestros ríos secarse progresivamente, quizás cada año con mayor anticipación, hasta que un día tal vez no traigan más agua.
(Diario Nuevo Dia)