Karin Silvina Hiebaum – International Press

golf

El golf es de los deportes de mayor exigencia y dificultad a nivel emocional. He trabajado durante más de veinticinco años con multitud de deportistas de diferentes deportes. El golfista requiere de una preparación psicológica como ningún otro deportista. Por detrás pondría al tenista y al portero de fútbol. Ser competitivo en golf requiere de competencias emocionales, y el golf es un deporte muy psicológico: por mucho nivel que se tenga es difícil expresarlo sobre el campo si no hay una óptima gestión emocional antes, durante y después de cada acción.

Jugar al golf, una elevada exigencia emocional
En la mayoría de los deportes la competición ayuda a liberar cierto nivel de tensión, juega a favor del deportista para ayudarle a liberarse de la tensión. En casi todos los deportes la ejecución conlleva cierto nivel de activación o intensidad, el dinamismo que requiere la práctica deportiva, la disputa con el oponente, vivir el duelo con el rival, ganar los duelos, cierta dosis de agresividad, el ritmo de juego… son aspectos inherentes a la ejecución que ayudan a liberar en cierta medida la tensión, a focalizar la atención o concentración y a limpiar la mente de pensamientos perturbadores. En los deportes de equipo cabe esconderse tras el rendimiento colectivo.

Jugar a golf es otra historia. La ejecución, el swing, exigen de precisión mental y emocional, buen nivel de relajación muscular, la focalización de la atención o concentración, decisiones inteligentes, tener la mente limpia, una buena autoconfianza, gestionar de forma eficaz tanto las dificultades (bogey y doble bogey) como ponerse en ventaja (birdie y eagle). El golfista necesita silenciar su diálogo interno, no solo en la preparación y ejecución del golpe, sino también entre golpe y golpe siendo que transcurre un tiempo que invita irremediablemente a pensar. Ha de saber silenciar el diálogo interno tanto si ha sido un buen golpe como si este no ha respondido a las expectativas. Y el golfista está solo con su rendimiento, no puede esconderse detrás de nadie.

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El rendimiento en golf está reñido con el exceso de responsabilidad, el perfeccionismo, la ansiedad y el estrés, la frustración y el enfado, pero también con la alegría excesiva o prematura antes de finalizar el recorrido. Este suele ser largo, el jugador de golf tiene demasiado tiempo para pensar, alterna golpes mejores y peores, hoyos bien gestionados y otros con dificultades… Es casi imposible encadenar un recorrido completo en el que todos los golpes estén bien ejecutados, se ha de saber gestionar golpes mejores y peores. El golf no permite el pique o competencia especial con algún rival y tampoco entiende de revanchas… Qué fácil es ver alterado el equilibrio emocional que requiere jugar bien, ¡qué fácil es perder el swing!

El golf es un estado de ánimo caracterizado por relajación muscular, concentración, decisiones inteligentes, autoconfianza, equilibrio emocional, gestión del estrés, de la frustración, ilusión, atrevimiento, disfrute… Si estás enfadado juegas mal, si estás demasiado responsabilizado juegas mal, si no tienes pausa juegas mal… ¡Qué fácil es perder el swing! Muchos pensarán que es fácil darle a una bola con un palo en un campo verde y en un bucólico marco natural, una actividad que no requiere de gran esfuerzo físico y en la que el jugador se pasea de hoyo a hoyo. ¡Nada más lejos de la realidad!

Preparación psicológica del jugador de golf
La respuesta emocional lógica y natural ante la dificultad y la exigencia es el nerviosismo, las dudas, el estrés, el temor a hacerlo mal… Competir en golf exige una respuesta emocional contra natura, casi lo contrario, exige concentración, precisión, templanza, ajuste de tensión, inteligencia, mente limpia, perseverancia, equilibrio emocional… mucha precisión, como la del cirujano o el desactivador de explosivos.

En todos los deportes la preparación psicológica debe avanzar de forma paralela al aprendizaje y dominio del deporte como un elemento más en la formación del deportista. A la vez que se aprende el deporte a nivel técnico-táctico y se potencia el aspecto condicional o físico se debe producir el aprendizaje de competencias emocionales específicas. La preparación psicológica no puede ser concebida como un apoyo al deportista cuando encuentra problemas para competir.

Jugar bien es un estado de ánimo, no es solo talento o dominio técnico y táctico. Aprender a jugar bien no puede obviar el aprendizaje emocional. Los entrenadores deben enseñar a los jóvenes golfistas a vivir y amar el golf, especialmente en los momentos de máxima exigencia, y a expresar su mejor versión en el momento de la verdad, cuando todo se pone en contra, es decir, enseñar a competir. Muchos jóvenes abandonan la práctica del golf porque no tienen paciencia, no saben gestionar la frustración, no saben modular la energía propia de las edades más tempranas y de la juventud. La madurez emocional se convierte en un factor de rendimiento que juega a favor del golfista, de ahí que sea un deporte en el que se puede alcanzar el máximo nivel en edades avanzadas, debido a su dificultad psicológica.

Aprendizaje y entrenamiento de competencias emocionales específicas del golf
¿Qué debe aprender y entrenar el jugador de golf a nivel emocional para alcanzar el rendimiento óptimo de forma estable, es decir, tener la llave de su mejor juego?

Estar orientado a la tarea o ejecución

Entrenar y competir poniendo énfasis en el proceso, tanto o más que en el resultado, da estabilidad emocional, mejora el rendimiento y fideliza con el propio proceso de aprendizaje o mejora. Independientemente de la edad y nivel de juego, el jugador de golf debe tener identificados sus objetivos de mejora, aquello en lo que quiere seguir aprendiendo, mejorando, evolucionando. Entonces, desde un proceso de aprendizaje y desarrollo competir puede entenderse como una oportunidad para expresar el mejor nivel de juego. La competición evalúa el nivel de competencias técnico-tácticas, físicas, también emocionales. Competir en golf requiere poner la atención en el proceso de ejecución o desarrollo de la tarea, hacerla con los cinco sentidos, cuidando los detalles, con esmero. Más que superar a los rivales el objetivo en competición debe ser “jugar mi mejor golf”, sin que el escenario o circunstancias externas mediaticen o afecten al nivel y calidad de la tarea, ejecución o juego. Jugar bien es el objetivo, la consecuencia será hacer un buen recorrido del campo o tener un buen resultado. Enfocarse en el posible resultado lleva a tomar decisiones equivocadas, estar impreciso, sentir presión, enfadarse, desanimarse, convertirse en el mayor enemigo de uno mismo, perder el “swing”.

Focalización de la atención, concentración

Controlar el foco atencional es clave. La atención no puede ir de aquí para allá, viéndose zarandeada por el devenir de lo que suceda durante el recorrido del campo. El foco debe estar en la tarea, en el aquí y ahora, en gestionar bien cada golpe, en ejecutar el mejor golpe posible… Es necesario atender a ciertos parámetros que han de tenerse en cuenta en cada decisión, como la distancia, el viento, la caída o pendiente del terreno, posibles obstáculos naturales en la trayectoria… La experiencia es importante en golf. Haber jugado mucho, en muchos campos, en diferentes condiciones de superficie y climatológicas ayuda en la lectura necesaria y previa a la toma de decisión. Cuanta más experiencia, más información, más conocimiento y mayor dominio ante las tomas de decisión. Entonces, una máxima concentración ayuda a que las decisiones fluyan o surjan de forma rápida, casi sin pensarlas. En ocasiones, tanta información o experiencia se pueden volver en contra por ser perfeccionista: pensar demasiado suele llevar a dudar y a tomar decisiones equivocadas.

Aprender a fluir, lograr que las decisiones fluyan

La focalización de la atención hace posible jugar concentrado, inteligente, muy centrado en la acción, de forma que las decisiones fluyen. Se juega tan metido en la acción, tan inteligente, que uno se olvida hasta de sí mismo, uno es lo que hace, se olvida de hacerlo bien y no fallar… Desde el foco atencional la mente se sube a la tarea y esta la lleva, concentrada, inteligente, hasta el extremo de que las decisiones fluyen. La sensación es la de jugar sin pensar, porque apenas existe diálogo interno, simplemente se juega con los cinco sentidos. Las decisiones buenas son las no pensadas, las que fluyen asociadas a una concentración e inteligencia máximas. Es como jugar con el piloto automático, sin pensar. Pero es precisamente lo contrario, el cerebro está tan concentrado que las decisiones se producen de forma simultánea a la percepción, parecen no pensadas, pero son decisiones muy inteligentes. Cuando se consigue el estado de flow, el sentimiento de competencia es mucho mayor, parece fácil jugar al máximo nivel, la resiliencia es mayor de forma que se supera cualquier dificultad, se pierde la conciencia del tiempo hasta casi desaparecer, se juega sin presión, nada distorsiona el sentimiento de capacidad y competencia. Entonces, jugar genera una sensación de disfrute, se convierte en una experiencia autotélica, motivante y gratificante en sí misma, que no requiere de más objetivos o motivaciones que hacer el mejor juego.

Autoconfianza

Cualquier deportista necesita sujetar la autoconfianza y anclarla en algo estable que dependa de él o esté bajo su control. La técnica, la lectura de las condiciones del recorrido no se desaprenden ni se olvidan. El jugador de golf nunca puede perder la referencia de quién es él y de cuál es su nivel de juego, de cómo es capaz de jugar, especialmente debe recordarlo cuando los resultados no acompañan. Un golpe mejor o peor, un hoyo mejor o peor jugado, un resultado bueno, regular o malo, no pueden hacer mella en la autoconfianza. El talento y la experiencia no se olvidan, en todo caso se desarrollan y aumentan, pero no desaparecen. La verdadera autoconfianza debe apoyarse en el conocimiento claro tanto del propio nivel de competencia como del dominio del juego. La autoconfianza crece desde el trabajo y mejora diaria. Sentirse más o menos competente no puede depender de aspectos relacionados con el resultado. Tener un buen nivel de autoconfianza no está reñido con identificar los aspectos en los que seguir trabajando para mejorar. Es necesario para el golfista avanzar en su autonomía emocional.

Visualización o ensayo mental

Hacer en la mente es el paso previo para hacerlo en vivo y en directo. La imaginación es una herramienta poderosa en el proceso de aprendizaje. Para dominar y automatizar gestos técnicos y acciones la visualización es de gran ayuda. La imaginación permite que la mente ponga en marcha los mismos procesos neuromusculares que la acción motora, excepto el movimiento motor. Visualizar es otra forma de entrenar que acumula ensayos y ofrece mayores oportunidades de aprendizaje. La imaginación es una herramienta muy eficaz para preparar la competición. Activa la atención, deja preparada la ejecución, refuerza la autoconfianza, limpia la basura emocional y favorece la adaptación emocional al escenario competitivo.

La imaginación es clave en la corrección de errores. No tiene sentido rumiar el error, es ineficaz respecto a lo ya sucedido, pero además mata la autoconfianza, multiplica la responsabilidad y dificulta volver a competir. Un buen procedimiento para corregir errores es visualizar el gesto correcto repetidas veces, ya que ayuda a automatizarlo, refuerza la autoconfianza y predispone a hacerlo en vivo y en directo. Hacer en la mente es el paso previo para hacerlo de verdad.

La visualización debe ser una herramienta habitual del jugador de golf, como un elemento más del entrenamiento, pero también como una herramienta eficaz en competición.

Ajuste de tensión, control de la activación nerviosa

Una de las mayores dificultades que encuentra el golfista cuando compite es verse desbordado por una activación excesiva. Habla de los nervios normales de la competición. Aunque lo sean, lo ponen difícil. Jugar golf, ejecutar el swing, requiere ajuste de tensión, es decir, un nivel de activación adecuado, menor que en otros deportes. El jugador de golf debe trabajar diariamente en un entrenamiento de relajación muscular. Ha de trabajar estrategias de relajación que se puedan trasladar al campo de golf en situación de competición, por tanto que se puedan realizar de forma disimulada y ayuden a regular la activación en momentos de nerviosismo, tensión, enfado, temor… El jugador de golf necesita disponer de un “botón” que le ayude a frenar la activación excesiva, botón que es consecuencia del entrenamiento progresivo en relajación muscular.

Relajación muscular es sinónimo de coordinación, precisión, eficacia… Tensión es sinónimo de escasa coordinación, torpeza, imprecisiones, errores…

Pensamiento positivo, control del diálogo interno

Pensar demasiado es malo, ineficaz, contraproducente. El diálogo interno debe ayudar, debe ir hacia la búsqueda de soluciones, debe ayudar a gestionar una situación, dando confianza, ánimo, ayudando a ser paciente, entendiendo las dificultades… No puede ser que el diálogo interno perturbe, meta en dificultades, lleve al exceso de responsabilidad, al perfeccionismo, abra dudas, alimente temores, genere enfados, provoque desánimo, active ansiedad y estrés… Entonces, uno se convierte en su mayor enemigo. No es lo que los demás piensan, la clave está en lo que uno piensa de sí mismo y de lo que hace. Jugar golf exige una mente práctica y eficaz, un pensamiento realista y positivo, que sepa identificar los avances, se felicite ante los logros por pequeños que sean y se movilice rápidamente para superar dificultades. El pensamiento positivo es realista, planifica bien, detecta dificultades y se prepara para superarlas, pone fácil cuando la situación se vuelve exigente o difícil; es optimista porque es eficaz, porque ayuda alcanzar logros.

El pensamiento positivo es práctico y eficaz. Se pone la responsabilidad justa, aquella que ayuda a desatar el mejor trabajo. La responsabilidad justa en el jugador de golf es hacer su mejor golf, sin que nada mediatice ese nivel de juego. Llenarse de responsabilidad es negativo, se convierte en un obstáculo para el rendimiento óptimo.

Gestión de los errores

El error forma parte del proceso de aprendizaje, el error vive a la vuelta de la esquina. Entender y saber convivir con el error y no permitir que afecte en el esfuerzo y en el trabajo reducen el porcentaje error, también el miedo a fallar. Buscar el golpe, hoyo y recorrido perfectos, tratar de no cometer errores lleva a estar impreciso y multiplicar los errores. Además de entender y tolerar el error, hay que saberlo gestionar cuando se produce. Cualquier error genera frustración. Es clave cómo se gestiona la frustración que genera el error. El problema se da cuando deriva en enfado, desánimo, inseguridad, temor… El error debe gestionarse desde la aceptación y la tolerancia, la evaluación objetiva y el trabajo en las soluciones (más entrenamiento, visualización, control de las preocupaciones o pensamiento eficaz…)

Jugar hoyo a hoyo

La mentalidad adecuada es jugar y gestionar cada hoyo, centrado en cada golpe, de forma que cuando se inicia un hoyo nuevo se limpia la mente sobre lo sucedido en el hoyo anterior, se focaliza la atención en el nuevo hoyo como si se iniciase el recorrido. El mal juego en un hoyo no debe mediatizar el juego del hoyo siguiente, mientras que el buen juego ayudará a seguir jugando bien, aunque también frenando la alegría excesiva y cualquier tipo de expectativa relacionada con el resultado.
Organizar rutinas psicológicas

No se puede dar opción a que la cabeza pueda pensar cualquier cosa. Cualquier deportista requiere de rutinas previas que le ayuden a preparase para la competición. En golf también se requieren rutinas que ayuden durante la competición. Existen tiempos entre una acción y la siguiente en el que el jugador se desplaza hasta una nueva posición. Esos momentos son muy peligrosos si la cabeza va a su libre albedrío. Si se está jugando a buen nivel, se corre el riesgo de llenarse de responsabilidad para seguir jugando bien y caer en la obligación de acabar haciendo un buen recorrido; si no se está jugando, es fácil que la cabeza rumie las acciones anteriores sobre las que no hay una buena sensación. Para que la cabeza no vuele, es recomendable organizar rutinas de tipo psicológico, pequeñas acciones que acaban convirtiéndose en hábitos o un estilo de vivir la competición. En estas rutinas se puede buscar la complicidad con el caddie. Durante el tramo en que el jugador se desplaza junto al caddie es preferible una doble estrategia. Si se ha ejecutado bien el golpe, conviene no pensar, centrar la atención en el campo y distraerse con el paraje del campo mientras se desplaza hasta el siguiente golpeo o en la conversación con el caddie, compañero de recorrido; en cambio, si no se ha jugado bien, lo recomendable es visualizar el gesto correcto, es decir, corregir en la mente, pero sin dar rienda suelta al autoreproche y el enfado.

Gestionar el éxito y el fracaso

No existe éxito ni fracaso. Es una valoración más propia de aficionados, medios de comunicación y personas profanas, no expertas en golf. Desde la tarea solo cabe la valoración sobre el juego realizado. Lo que los demás llaman éxito solo es un trabajo que probablemente esté bien hecho, mientras que fracaso es posiblemente un trabajo mejorable. No caben evaluaciones ni diagnósticos desde el corazón, más propios de seguidores o fanáticos. La evaluación debe ser objetiva y prescriptiva, referida a la tarea, realista y positiva.

Resiliencia

No hay ninguna situación en la vida exenta de dificultades, no hay entrenamiento ni competición que no esconda alguna dificultad. Hay que vivir el momento de dificultad desde la oportunidad de aprendizaje y desarrollo, la dificultad es un estímulo para aprender, superarse, aprender, avanzar, mejorar y entrenarse para afrontar y superar cualquier dificultad. Cómo se va a gestionar el último golpe, ese que puede dar la victoria, cómo afrontar un golpe tras dos hoyos desastrosos, cómo superar un imprevisto… dependerá de saber vivir y gestionar la máxima exigencia o dificultad. No llegan los mejores, llegan aquellos que mejor superan las dificultades.

Automotivación

Desde la autonomía o madurez emocional, el jugador de golf no puede vivir zarandeado por estados de ánimo cambiantes según el devenir de los acontecimientos. No existen las llamadas dinámicas positivas y negativas. Esas dinámicas son estados de ánimo. Ilusión, entusiasmo, atrevimiento, confianza, disfrute… deben ser estados de ánimo estables, sobre los que el golfista tenga pleno control, así pues, innegociables. Más que un estado de ánimo, deben ser una manera de trabajar o jugar, un estilo de entrenar y competir. No puede ser que se pierda motivación, disminuya la confianza, falte ilusión… Son síntomas claros de escasa preparación psicológica. El rendimiento es un estado de ánimo. Hay que aprender a sujetar los estados de ánimo para lograr hacer estable el rendimiento óptimo. No debe haber excusa para jugar el mejor golf cada día, en cada entrenamiento y en cada torneo. Esta es una máxima en la preparación psicológica.

Estilos de vida saludable

Saber vivir el golf es un proceso que requiere tiempo y trabajo psicológico. Los jóvenes pecan de no tener paciencia para andar o recorrer el proceso necesario para jugar en la élite del golf. Tienen demasiada prisa, no están dispuestos a cumplir plazos, lo que les genera mucha frustración, que puede acabar llevando al abandono del golf. Hay días en que uno está más acertado, otros días se está menos. Hay que entenderlo, exigirse siempre al máximo, pero entendiendo las dificultades. Hay que entrenar duro y con mucha autoexigencia, pero también hay que saber descansar y recuperarse a nivel emocional, lo que pasa por desconectar o alejarse mentalmente, bajar la persiana del golf y cerrar. No puede convertirse en una obsesión, mucho menos en una pesadilla. Además, se requieren valores y hábitos saludables como en cualquier otro deportista que aspira a situarse entre los mejores.

Gestionar la soledad y la movilidad permanente

El jugador de golf es un poco nómada, debe acostumbrarse a desplazarse para competir. Primero lo hace a nivel nacional y después por el mundo global cuando eleva su nivel de juego. En etapas de formación debe conciliar estudio y deporte, lo que no resulta fácil en un sistema educativo tan rígido como el de España. Viajar solo o en compañía de una o dos personas puede llegar a ser monótono y difícil. Estar alejado de la familia, amigos, entorno entraña cierta dificultad a nivel emocional, especialmente en edades más tempranas.

Trabajo en equipo, el caddie es más que un ayudante

El golf es un deporte individual, que exige trabajar en equipo. El golfista suele tener un equipo de trabajo, entrenador, preparador físico, caddie, psicólogo, nutricionista… En ocasiones es el propio jugador quien coordina su equipo de trabajo. Debe saber dar juego a sus colaboradores, confiar en ellos, escuchar, incluso cuando le dicen aquello que no le gusta escuchar… La figura del caddie merece un comentario especial. No es un simple acompañante, debe ser un confidente, por momentos asesor, por momentos psicólogo, siempre una persona de total confianza en quien apoyarse.

A modo de conclusión
La dificultad del golf está en la templanza y equilibrio que demandan en el momento más exigente o difícil. Concentración, decisiones inteligentes, relajación muscular, pausa, precisión, ilusión, atrevimiento, gestión del error, resiliencia, perseverancia, esfuerzo, trabajo, cuidar el detalle… hacen del golf un deporte exigente a nivel emocional. Supone toda una lección de vida, un aprendizaje personal que se proyecta más allá del deporte. Es un deporte que ayuda a “domar” el carácter.