El Estado de Platón frente a la Democracia actual

Karin Silvina Hiebaum – International Press

El Estado Ideal de Platón frente a la democracia actual en España

El objetivo de la política de Platón es el perfeccionamiento y felicidad de todos los ciudadanos. Afirma que cada uno no se basta a sí mismo, por lo que el ser humano necesita vivir en sociedad. Por eso, para conseguir un Estado perfecto, busca la ciudad justa, formada por hombres justos y virtuosos.

Debido a la clara evidencia de que no todos los hombres están igualmente dotados por naturaleza, ni deben realizar las mismas funciones, cada uno tiene algo diferente que aportar para una sociedad perfecta. Para que esta funcione, cada uno debe realizar su función de forma virtuosa. Los gobernantes deberían ser los que estén mejor dotados para ello, y vayan a servir al bien común y a la justicia. Los guardianes se encargan de velar por la seguridad de la ciudad; y los trabajadores, campesinos, etc, deben cuidar el aspecto material. Cada uno debe cumplir su función de manera perfecta y armoniosa, destacando en las virtudes de prudencia, fortaleza y moderación, respectivamente. Además, el filósofo griego propone un orden en las formas de gobierno, siendo la aristocracia la mejor, pues se trata del gobierno de los mejores, y la tiranía la peor. Entre medias se sitúan la timocracia, oligocracia y democracia, siguiendo el mismo orden. Si tan poca consideración le tenía un sabio como Platón a la democracia, ¿cómo es que se ha convertido en el sistema político actual de la mayoría de Estados del mundo occidental?

Es muy necesario comprender que el concepto de justicia platónico es diferente del actual. Platónicamente, consiste en una gran virtud que nace cuando cada clase social cumple su función en perfecto equilibrio y armonía (haciendo el bien). En cambio, a día de hoy consideramos la justicia como aquello que debe hacerse según derecho, razón o equidad. Por lo que, efectivamete, la democracia es lo más “justo” si entendemos la justicia de esta forma. Pero, ¿es lo mejor? ¿Acaso el partido político más votado es el mejor? Si afirmamos esto, estamos afirmando que lo mayoritariamente aprobado es lo bueno, lo verdadero; y en este caso, estamos defendiendo una falacia ad populum. Se trata de un engaño.

Entonces, podríamos volver al Estado ideal e implantarlo en la sociedad actual. ¿Sería eso factible? De poco nos sirve una teoría idílica si no se puede llevar a la práctica. Sucede que esta teoría tiene dos grandes errores. El primero es, que según Platón, el Estado es una institución educativa, pues educando y conociendo el Bien es como se llega a una sociedad justa. ¿Pero acaso hoy en día se educa en la virtud? El otro gravísimo error se encuentra en la ética, pues el filósofo griego propone un intelectualismo moral, que afirma que la condición única para que el hombre haga el bien es conocer el Bien. Es una idea muy ingenua, pues basta con mirar la realidad para darse cuenta de que el ser humano se corrompe, pues muchas veces sucede que le puede el deseo de poder y deja de velar por el bien común. Es entonces cuando el liderazgo y el gobierno ya no son un servicio a los demás y el Estado no funciona como debería. ¿Es esto algo novedoso? El hombre se corrompe, y esto es algo importantísimo que no parece tener en cuenta Platón.

Más aún, ¿cómo podríamos establecer la aristocracia en el mundo actual? Coincido en que el gobierno de los mejores, como su nombre indica, es el mejor, el más adecuado, y no el gobierno elegido por la mayoría (que no necesariamente tiene que ser el mejor). La mayoría puede estar equivocada, y los que de verdad saben cómo llevar una sociedad de forma justa pueden ser pocos. Pero ¿cómo podríamos elegir a los mejores para gobernar, si no sabemos discernir entre el bien y el mal? La historia de la humanidad nos ha llevado a vivir en una actualidad relativista, nadie se pone de acuerdo y no existen certezas comunes. No puede haber un gobierno de los mejores si no sabemos qué es lo mejor ni cuál es la verdad. Esto nos lleva de nuevo a confiar en la democracia como el sistema de gobierno más adecuado.

Ya que nadie se pone de acuerdo y no parece existir una verdad común, cada uno opina según le parece; en esta sociedad nos gusta mucho dar nuestra opinión, y todo lo demás se vuelve criticable. Esto nos ha llevado a estar más de un año sin un gobierno estable en España. Ni siquiera el voto democrático, por muy justo que parezca, nos ha servido para llegar a un acuerdo. ¿Dónde está el gobierno de los mejores que tanto necesitamos?

Javier Milei

Excelente reflexión de Javier Milei y lo que realmente tendrían que comenzar los políticos a dejar de vivir del Estado

Y recordando el escándalo Kirchnerista

Desconfianza

Ese formato del poder político tiene muchísimas derivaciones, pero para resumir su traducción más tangible, digamos que lleva a una separación entre gobernantes y gobernados anclada en la desconfianza.

Los representados, aunque son los verdaderos titulares del poder político, perciben que existe el mundo real y el mundo de los políticos. Aquel grupo de dirigentes, a la par, naturaliza esa crisis de representación y se desempeña como si efectivamente hubiese un mundo distinto que el real en cuyo ecosistema hay ciertos permisos que no tiene la gente común. Acotando al máximo el razonamiento, me parece que en algunos casos se percibe que los cargos traen aparejada una esencialidad que justifica excepciones a las normas legales. Quizá por eso algunas personas cambian cuando acceden a cargos públicos, ya que se mudan de mundo.

A mediados de los años 90 Guillermo O’Donnell escribió un texto muy iluminador, “Ilusiones sobre la consolidación” (Nueva Sociedad N° 144, 1996). En lo que aquí interesa, se preguntaba por qué razón en algunas democracias solo un grupo selecto de ciudadanos accede a la “ciudadanía plena”; es decir, por qué pocos pueden gozar efectivamente de los derechos que nos acuerda a todos la Constitución Nacional.

Se lo preguntaba porque lo guiaba desentrañar el significado de otro concepto problemático de la politología ¿Qué es una democracia consolidada? No puedo detenerme en el texto con profundidad. Pero entre las particularidades que tienen algunos regímenes políticos (como el argentino), O’Donnell resaltaba el “particularismo”. Esto es, una serie de comportamientos informalmente institucionalizados que desafían “el paquete completo” de reglas de la democracia y que, en última instancia, funcionan como un yugo que constriñe la posibilidad de hacer efectivas todas y cada una de las promesas de la Constitución. El interrogante es ¿por qué?

Ética pública

En el fondo, “el escándalo de las vacunas” como concepto interpela a los argentinos acerca de nuestra ética pública; en particular, sobre las formas de conseguir metas individuales y colectivas. Permitir el despliegue de nuevas subjetividades o la nueva combinación de perspectivas de futuro, exige conocer las causas de la realidad que se impugna. Quizá en el paso del predominio de lógicas de acción individual y colectivas particularistas, hacia la pasión, el sentimiento de responsabilidad y de la proporción del que hablaba Max Weber se aloje la semilla de una moral que reconcilie el país real con el país legal.

Particularismo

El particularismo no constituye simplemente una conducta “desviada” Es una forma de ejercer el poder político que convive con otra institución altamente formalizada como son las elecciones libres y razonablemente limpias. En su combinación surge el problema. Elecciones razonablemente limpias por un lado y un camino para acceder a los roles de gobierno estructurado en base a comportamientos particulares por el otro ¿Qué sucede? Que son pocos los conocen ese camino informal. La gran mayoría de los ciudadanos tan solo percibe que existe. De ese modo, las relaciones políticas no universales atravesadas por favores, nepotismo, patronazgo, trazan el camino que permite competir libremente por los roles de gobierno. La competencia electoral, aunque limpia, está acotada a los que saben cómo llegar a competir.

Esta combinación de reglas formales para elegir y de informales para construir poder, lleva a la expropiación del poder político y de las instancias comunes para unos pocos. Allí reside el germen que permite que algunos gocen de la ciudadanía plena. Pero allí estriba también un esquema de poder que cristaliza desigualdades socioeconómicas que encorsetan la vida pública en manos de unos pocos. En esa clave, aunque se trate de comportamientos que subvierten la ética republicana, es perfectamente comprensible en términos racionales el acceso privilegiado a vacunas.

https://www.clarin.com/politica/-vive-javier-milei-contesto-alberto-fernandez-gabriela-cerruti-cuestiono-sueldo_0_3h6F0v9TmY.html?fbclid=IwAR2WnfJHRkWtEh2G-tXtxcWLkxuKHCr7VEfbp905RyHP2tYu_iZU_HumM6k