Karin Silvina Hiebaum – International Press

En una familia funcional, los padres se esfuerzan por crear un ambiente en el que todos se sientan seguros y respetados. Un hogar positivo requiere que los padres establezcan y mantengan reglas, pero que no recurran a una regulación excesivamente rígida del comportamiento de cualquier persona. En un hogar saludable, los desequilibrios y los malos comportamientos se abordan fácilmente, y los límites son claros y consistentes, todo lo cual ayuda a evitar la falta de armonía a largo plazo. Si bien esto suena fácil, puede ser difícil de lograr en la práctica.

¿Los hogares estables perpetúan la positividad?
En una familia estable, las emociones positivas son infecciosas. Y en una familia inestable, la ira que siente una persona puede repercutir en toda una familia. De hecho, las emociones negativas a veces son incluso más contagiosas que las positivas. Crecer en un entorno así a menudo conduce a dificultades para identificar y regular nuestras emociones más adelante en la vida.


¿Cuáles son los buenos límites familiares?
Los límites pueden ser físicos (no golpees a tu hermano) emocionales (deja de culparme) tal vez incluso digitales (no, mamá, no puedes publicar esa foto mía). Para que haya límites familiares saludables, cada miembro de la familia tiene derecho a su privacidad (no entrar sin tocar la puerta), derecho a sus pertenencias (deja de tomar prestado mi iPad) derecho a su opinión (voy a votar por mi candidato, no por el tuyo) derecho a sus valores (soy ateo).