Karin Hiebaum de Bauer

La fundación Rewilding Argentina restaura ecosistemas y revierte la extinción de especies en el noroeste de la provincia de Santa Cruz
Sendero Bajada de los Toldos uno de los más transitados de Parque Patagonia.
Sendero Bajada de los Toldos uno de los más transitados de Parque Patagonia.

En el noroeste de la provincia de Santa Cruz, en la Patagonia argentina, los paisajes moldeados por glaciares y volcanes hace millones de años son tan impactantes como inexplorados. En la soledad y el silencio sólo quebrado por el viento asoman cañadones jurásicos, estepas, lagos, colores vibrantes, tesoros arqueológicos y vida silvestre.

Parte de este paisaje está protegido por el Parque Nacional Patagonia, a 2.000 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, entre las localidades de Los Antiguos y Perito Moreno, en una zona codiciada por las mineras y lejos del turismo de masas. Es uno de los últimos refugios ambientales del país que conserva y restaura su esencia salvaje.

La Cueva de las Manos, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1999 donde se conservan pinturas rupestres de más de 9.300 años. Allí se pueden observar desde manos, escenas de cacería de guanacos, pumas y otros dibujos perfectamente conservados. Las pinturas las realizaban con distintos tipos de minerales.
Un recorrido por el Parque Nacional Patagonia, en imágenes

Desde 2015, la Fundación Rewilding Argentina, con el apoyo de Freyja Foundation, trabaja en el proyecto Parque Patagonia, que desarrolla un modelo económico donde la vida silvestre y las personas prosperan al recuperar sus ecosistemas naturales. Con experiencia en otras regiones del país, los conservacionistas pretenden revertir la extinción de especies a través de la “producción de naturaleza”, la intervención activa en la recuperación de los hábitats originales.

Así, los científicos y sus equipos reinsertan animales en extinción, siguen por GPS a pumas, choiques y guanacos para observar su comportamiento, detectan movimientos por cámaras trampa y regresan los humedales a tierras desgastadas por el sobrepastoreo. En Argentina, las leyes de protección y conservación existen, pero no hay políticas públicas que promuevan la restauración a través de la reintroducción o suplementación de especies.

“Creo que la extinción es para siempre y es irreversible y no sabemos el efecto cascada que tiene la desaparición de una especie. Trabajar para revertir la crisis de extinción y demostrar que la restauración es posible es mi mayor aspiración”, apunta la bióloga Sofía Heinonen, de 54 años, directora de Rewilding Argentina, activista apasionada, reconocida por la cadena inglesa BBC como una de las mujeres más influyentes e inspiradoras del mundo y discípula del fallecido empresario y ambientalista norteamericano Douglas Tompkins.

“Somos optimistas. En Patagonia estamos viendo cómo se recuperan las poblaciones de guanacos y pumas simplemente con eliminar amenazas y se están recuperando poblaciones del chinchillón anaranjado y de coipos (un roedor grande) con manejo activo de nuestra parte”, explica Sebastián Di Martino, director de conservación de la organización.

Los suelos en la región están desgastados por la histórica producción ganadera, agrícola y forestal. La cría de ovejas fue la principal fuente económica en el siglo pasado, con su auge en la década de 1970. En los 80, la industria sintética golpeó al sector y en 1991 la erupción del volcán Hudson en Chile dejó a parte del territorio bajo las cenizas y le dio el golpe de gracia.

Compran para restaurar y donar al Estado

Ahora, la fundación compra terrenos privados para restaurarlos y los dona al Estado. Además, trasloca animales que desaparecieron desde otras áreas, lo que tiene el efecto de una transfusión de sangre que salva al enfermo. Existen experiencias de este tipo exitosas en el norte del país, y en la Patagonia ya hay acuerdo para intercambiar choiques y huemules con Chile.

Emanuel Galeto, coordinador de rewilding (retorno a la vida silvestre) del proyecto Parque Patagonia vive en la Estación Biológica El Unco, en una antigua estancia de cría de ganado ovino, donde se restaura un humedal. El juncal estaba empobrecido, pero en cuatro años multiplicó su cobertura y calidad con acciones directas: pasó de ocho hectáreas a 30.

Para ello se reintrodujeron coipos que pronto se reprodujeron. Los roedores se alimentan del junco y construyen plataformas que abren caminos para que fluya el agua y regresen las aves. En tres años aumentó ocho veces la detección de gallinetas, cuya población estaba en retracción.

Heredera del legado de Tompkins Conservation, la Fundación Rewilding Argentina fue creada en 2010 por conservacionistas argentinos para continuar el trabajo que ya se realizaba con el Estado nacional, los gobiernos provinciales, otras organizaciones ambientalistas y filántropos. La idea era restaurar, no sólo conservar. Y esa es precisamente la propuesta de las Naciones Unidas para el período 2021-2030 para los ecosistemas dañados. En 2019, la ONU reportó que un millón de especies se encontraban en peligro inminente de extinción en el mundo.

Sofía Heinonen trabajó con Tompkins cuando el ecologista estadounidense donó miles de hectáreas para proteger el Iberá, en Corrientes, donde hoy camina otra vez el yaguareté, el gran felino que estaba prácticamente extinto. “Era un visionario. No sólo tenía convicción, sino la disciplina del escalador que no puede dar un paso en falso”, dice al recordar a su mentor. “Estaba pendiente de seguir las reglas de la naturaleza y no las del hombre. Para él no había imposibles”.

Siguiendo sus pasos, junto a un equipo de 150 personas, Heinonen dirige cuatro proyectos de restauración en Argentina (Iberá, El Impenetrable, Patagonia y Patagonia Azul), sitios en desarrollo de turismo de naturaleza. La organización donó 407.000 hectáreas para nueve parques nacionales y provinciales, impulsa la reintroducción de 14 especies e investiga a otra decena. Heinonen cree que traer de vuelta a la fauna permite soñar que el calentamiento global no va a ganar la partida y cree que se pueden crear proyectos escalables que inspiren a otros lugares de Sudamérica.

Avistaje de fauna

“Hoy es difícil encontrar que la naturaleza vibre y esté exuberante. La nueva propuesta es tener lugares turísticos de avistaje con mucha fauna y mansa”, dice Heinonen. Sin embargo, en el Parque Patagonia, los guanacos todavía se mueven en libertad. Ver a estos herbívoros es un espectáculo único, en especial durante las migraciones de verano, cuando suben a las mesetas altas y en invierno, cuando descienden hacia el río Pinturas.

Para ello, la fundación baja los alambrados en las rutas e incentiva la reducción de la velocidad de los coches para facilitar la migración de las especies. La directora de Rewilding Argentina explica que, además, intentan restablecer los mallines que se forman con las vertientes, hoy pisoteados por caballos, vacas y ovejas. “Lo que hacemos es restaurar los humedales, lograr que el agua vuelva a fluir. A partir de ahí se regenera la fauna y atrae a muchísima más”, subraya.

La organización trabaja con las comunidades y apunta a generar nuevas economías y turismo de naturaleza de baja escala, pero con aporte del conocimiento local. Facundo Epul es guía de turismo desde 2020. Es uno de los emprendedores que prosperó con el regreso de la fauna y se convirtió en pionero en el avistaje de cóndores andinos y pumas a través del senderismo. Vio un puma por primera vez cuando era chico y, desde entonces, sintió fascinación por el felino americano, que llega a pesar 90 kilos. Hoy acompaña a turistas y aventureros a verlo en su hábitat. “Hay que ir despacio para concentrarse en el paisaje y fotografiarlos sin asustarlos ni alertarlos”, advierte.

Uno de los avistajes es en la meseta Sumich, camino al Portal del Cañadón Pinturas, donde es posible verlo desde una distancia segura en una caminata de seis horas por el campo. Los pumas tienen el color de la estepa y, aunque no es fácil encontrarlos, cada vez se dejan ver más. Facundo dice que los pumas ya saben que allí nadie los caza.

Las huellas del pasado

En Argentina, el turismo de naturaleza representa el 30% de los ingresos del sector y es el segmento con mayor potencial de crecimiento. Para atraer a los visitantes, una estrategia es dotar de servicios de calidad a los territorios salvajes y con fauna. En Parque Patagonia, hay tres campings de uso público con protección en madera para evitar los vientos, baños secos y 40 kilómetros de senderos para disfrutar de la naturaleza con el menor impacto posible.

Bajada de los Toldos es una de esas vías. Por allí se cruza el prehistórico Cañadón del Río Pinturas hacia un balcón de cavernas: la mundialmente conocida Cueva de las Manos, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco (1999), donde se conservan pinturas rupestres de entre 1.300 y 9.300 años.

Sobre los murallones de piedra se superponen dibujos con escenas de caza, animales, figuras geométricas y unas 2.000 manos que los pobladores originarios dejaban como una marca de identidad. “Utilizaban un hueso hueco donde ponían la pintura, soplaban, tapaban la mano por completo y, cuando la sacaban, quedaba perfectamente marcada con el efecto de un aerosol. Se llama negativo de las manos”, cuenta Jasmín Sanchez, guía del parque provincial.

En la zona, hay 89 sitios arqueológicos que recuerdan el paso de los pretehuelches, pueblos nómadas cazadores y recolectores. Uno de los más sorprendentes e inexplorados es el alero de Charcamata. Claudio Figueroa, guía de Zoyen Turismo, cuyo emprendimiento también creció junto a la restauración de la naturaleza, realiza excursiones a la zona. Se llega después de una hora de caminata para contemplar de cerca y en soledad un alero de 80 metros con pinturas de más de 5.500 años. Se cree que era un lugar de rituales o una “maternidad” debido a los dibujos que representan la fertilidad, mujeres pariendo y símbolos fálicos.

Karin Silvina Hiebaum – International Press

A poca distancia de ese refugio cultural, en la inmensidad de la estepa y en medio de la nada, para comprender todo lo andado, en noviembre se abrirá un gigantesco Planetario y Centro de Interpretación cuyos fondos fueron donados por la física argentina Elsa Rosenvasser Feher, una amante de la Patagonia y de sus increíbles cielos estrellados.