Los procesos judiciales abiertos contra el expresidente se demorarán y no es descartable que una condena del antiguo presidente coincida con su triunfo en las primarias republicanas
Trump reconoció tener un documento clasificado sobre Irán en una grabación
Karin Silvina Hiebaum Corresponsal
El promedio de las cifras de importantes sondeos de Estados Unidos arroja que si las primarias republicanas se celebraran hoy Trump (52 % de apoyos) arrollaría a De Santis (21 %) y a su antiguo vicepresidente Pence (5,7 %). Algo constante las últimas semanas incluso después de comprobar que Trump se llevó a casa mucha documentación clasificada y ha mentido sobre el tema o dado explicaciones peregrinas. Se trata de documentos que, bastantes de ellos, pueden poner en peligro la seguridad de Estados Unidos.
Más sorprendente aún es que las encuestas apuntan, más apretadamente, que Trump (43,3 %) podría derrotar al presidente Joe Biden (42,8 %) dentro de año y medio. Una posibilidad inquietante en buena parte del mundo y, por supuesto, en la mitad de la sociedad estadounidense. Los que confían en que el juego de las instituciones de Estados Unidos acabará por marginar a Trump empiezan a sentir escalofríos.
Los procesos judiciales abiertos contra el expresidente se demorarán por razones legales y no es descartable que una condena del antiguo presidente coincida con su triunfo en las primarias republicanas. Posibilidad excitante para un observador extranjero pero preocupante para muchos estadounidenses.
Cabe preguntarse qué influencia ha tenido Trump en el desdibujamiento de la imagen mundial de su patria
Cabe preguntarse qué influencia ha tenido Trump en el desdibujamiento de la imagen mundial de su patria. No poca, sobre todo en la opinión pública de sus aliados. Trump tuvo frases que debilitaban a la OTAN, calificativos despectivos de alguno de sus colegas (el canadiense Trudeau, etc…),rompió relaciones con el Tribunal Penal Internacional, se retiró de la Unesco y mostró la mayor indiferencia hacia las Naciones Unidas. Es decir, dio un curso de anti multilateralismo.
Biden trató de corregir esto. Volvió a elogiar la cooperación internacional, alabó a los aliados, resucitó la OTAN con la ayuda inapreciable de la agresión de Putin a Ucrania, se olvidó de la construcción del muro con México, pregonó que la política exterior de Estados Unidos tendría un eje central en la defensa de los derechos humanos, parecía dispuesto a decirle unas cuentas verdades al israelí Netanyahu sobre su deriva antidemocrática y ha anunciado que su país vuelve a la Unesco. Gesto no baladí porque contribuye a un 20 % de su presupuesto.
La diferencia entre las dos políticas es obvia y atractiva pero los hechos son tercos. Los propósitos de Biden eran loables, la realidad, sin embargo, impide a menudo desmarcarse completamente de su predecesor. En el caso de Israel, ejemplo significativo del talante de Washington, Biden no objeta a que Jerusalén sea presentada como capital judía, no pregona que los asentamientos ilegales judíos son un obstáculo insalvable para la creación de los dos Estados que propugna la ONU y no parece incómodo con que su predecesor lograse el establecimiento de relaciones entre Israel con Marruecos aunque fuese a cambio de entregar el Sáhara a Rabat.
La aparición de problemas que no has creado pero que te afectan especialmente te lleva a cambiar, quizás a regañadientes, tu hoja de ruta. La centralidad de los derechos humanos se esfuma. El hombre fuerte de Arabia Saudí, el Príncipe Mohamed bin Salmán (MBS), fue considerado un asesino por Biden debido a la eliminación cruel de un periodista saudí disidente. Algo más tarde, Biden, angustiado por el estrangulamiento petrolífero causado por el conflicto ucraniano, hace carantoñas con el saudí buscando que este abra el grifo del crudo y los precios no se disparen.
No es el momento de recordar, como afloraba hace dos años, que la financiación por Arabia Saudí en el pasado de grupos extremistas y escuelas fundamentalistas fueron el causante remoto de las Torres Gemelas y de la propagación del radicalismo. Ahora se pregona, con razón, que Arabia con MBS está en plena época modernizadora, las mujeres pueden conducir, 37 % de ellas trabajan y hasta ir al fútbol. Un cambio. Parece risible pero no es poco.
La amenaza china, muy sentida en la clase política estadounidense de ambos partidos, tiene incidencias. El gigante asiático alcanza, según ciertos cálculos, un PNB superior a Estados Unidos y su rearme asusta; cuenta, por ejemplo, con muchos más guardacostas que Estados Unidos y Japón combinados. Buques cruciales para las pretensiones hegemónicas marítimas de China. Eso explica los coqueteos de Washington con regímenes no afines, la actualmente autoritaria Filipinas, Vietnam, etc…
Otros dos factores, sin embargo, han tenido un peso decisivo en corregir los propósitos de Biden: Ucrania y la inmigración. Aunque Putin siga sosteniendo con evidente cinismo que Rusia está resistiendo a la «agresión de los neonazis ucranianos y de sus amos», el mundo occidental ve claramente que Putin atacó y que habría que pararlo. Lo que lleva a Biden a apoyar decididamente a Kiev y a presionar a amigos y tibios no siempre democráticos para que ayuden a los invadidos que ahora tienen un país devastado.
En la inmigración, el Gobierno de Washington ha dejado de demonizar a Trump. La política de flexibilidad en la frontera de Biden ya no está de moda, se vuelve a medidas trumpianas ante la avalancha de unos dos millones de personas detenidas al intentar cruzarla.
China ayuda económicamente y se fuma un puro con los derechos humanos
Los gobernadores republicanos se rebelan ante la pasividad federal y el Congreso se encrespa. Por eso Biden archiva sus anhelos pro derechos humanos y cierra los ojos ante excesos en El Salvador o Guatemala mientras los riega de dólares, no se sabe si con el control adecuado, para que creen obras que frenen la riada. Lucha con desventaja: China ayuda económicamente y se fuma un puro con los derechos humanos. Estados Unidos y Occidente tienen ciertos frenos morales.
Lo curioso es que la actitud más moralista de Biden no encuentra demasiado eco en el Tercer Mundo. Lo de Ucrania, atacar un país y apoderarse de parte de su territorio, es sintomático. El Consejo de Seguridad de la ONU, en una muestra flagrante de la inoperancia de la Organización, no pudo actuar por el veto ruso.
El tema pasó a la Asamblea, cuyas resoluciones no tienen obligatoriedad jurídica. 143 países votaron a favor de la condena a Rusia, 33 se abstuvieron y seis lo hicieron en contra. Meritorio aparentemente pero veamos el detalle: China India, Irán, Turquía, África del Sur, Etiopía.. se abstuvieron en un caso de agresión . ¡Un 68 % de la población mundial!
Estos son los bueyes con los que hay que arar. Las razones de la escandalosa abstención son múltiples. En algún caso (China) es que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, en otros es que algunos dirigentes se zambullen zapaterilmente con placer en el papel de redentores y mediadores y culpan tanto a Putin como a Estados Unidos (Lula, con un prestigio congelado en su país y enormes problemas internos, está encantado con mediar abrazando tesis putinescas) y en otros la propaganda rusa y china hace estragos con el mantra de que Occidente practica la Ley del embudo, condena a Rusia pero defiende la intervención yanqui y occidental en Afganistán, Irak, Libia, Kosovo, etc…
La imagen de Estados Unidos está cuarteada
La comparación es barata y torpe: en Afganistán y Libia se actuó con la bendición de la ONU. En Irak, no, pero tampoco con la condena, Hussein había incumplido 14 resoluciones de la ONU, Zelenski ninguna, y en Kosovo, muchos países árabes suspiraban porque se interviniera para detener la limpieza étnica de musulmanes.
Es decir, Putin da sarpullidos en Occidente pero sus adversarios yanquis no lo tienen fácil en el mundo. La imagen de Estados Unidos está cuarteada.