491 días de guerra en Ucrania
Se calcula que hay 37 organizaciones paramilitares y 25, además de los Wagner, operan en Ucrania
Un destacado general ruso conocía los planes de la rebelión del Grupo Wagner, según ‘The New York Times’
Karin Hiebaum de Bauer
Austria Noticias Online
[email protected]
La pasión rusa tiene, desde el siglo XX, a las compañías de mercenarios en primer lugar de sus preferencias. La gran potencia nuclear y sus sucesivos gobiernos y empresas no confían en el Ejército regular. No lo hacen por una cuestión numérica y por falta de confianza.
Ironías de la historia, técnicamente, estas organizaciones estaban prohibidas en Rusia, aunque operaban y se financiaban sin tapujos tanto por multinacionales como por el Estado.
Sólo en Ucrania operan unos 52.000 efectivos de mercenarios
Leonid Slutsky, miembro de la Duma, equivalente al Congreso y ex presidente del Comité de Asuntos Internacionales, lamenta la abundancia de estos escuadrones de miles de efectivos. «El país no necesita compañías militares privadas o similares», escribió en su cuenta de Telegram, la red social favorita en la Federación Rusa.
The Times recoge las estimaciones de Molfar, un grupo de inteligencia de código abierto, que calcula que sólo en Ucrania operan unos 52.000 mercenarios.
Dependencia del Kremlin
La guerra de Ucrania ha destapado la dependencia del Kremlin con estos combatientes de elite –y de escasos escrúpulos– a sueldo de sociedades y del gobierno. El grueso de estos escuadrones de la muerte interviene en el exterior, pero no son pocos los que brindan sus servicios dentro de las fronteras que redujeron los límites de la Unión Soviética, tras el colapso del sistema y dieron luz al nacimiento de la Federación Rusa.
Hasta que el Grupo Wagner se revolvió contra la exigencia de incorporarse a las FF.AA. los hombres de Yevgeny Prigozhin operaban con absoluta naturalidad. Las imágenes del hoy refugiado en Bielorrusia reclutando efectivos en cárceles, entre criminales condenados, se difundían sin que el Kremlin pusiera en cuestión esos métodos de contratación de combatientes. No lo hacía porque, en definitiva, estaba y parece que, en cierto modo, siempre estuvieron a su servicio.
Según Putin, el Estado pagó 1.000 millones de dólares al Grupo Wagner
Al menos así lo expuso Vladimir Putin cuando esta semana aseguró que de Ejército privado, nada de nada, que mantener al Grupo Wagner operativo en la Operación Militar Especial, como se refiere a la invasión a Ucrania, le había costado al erario público mil millones de dólares.
Los sueldos de los Wagner no parece que sean los únicos que asume un Estado incapaz de formar unas FF. AA. potentes, regulares y subordinadas a la estructura y la jerarquía de sus superiores.
Patriot, pertenece nada más y nada menos que a Shoigu, el ministro de Defensa
La cuenta de MOLFAR redondea en 37 el número de organizaciones paramilitares y estima en 25 las que, además de los Wagner están en Ucrania. Estas, también pasarían la gorra a Moscú.
Patriot lo tiene fácil porque pertenece nada más y nada menos que al ministro de Defensa. Este dato también explicaría el eterno pulso entre Serguei Shoigu y Prigozhin.
Los desafíos y embestidas constantes de Prigozhin contra Shoigu y el jefe del Ejército, Valery Gerasimov, los realizaba el ex vendedor de salchichas y posterior dueño de un imperio cárnico, con absoluta impunidad al sentirse libre de ataduras.
El único límite a sus críticas por la estrategia seguida en Ucrania era Putin, pero esto cambió cuando Shoigu, su enemigo más que adversario, ordenó que todos los Wagner o «wagneritas», como les llaman algunos, se incorporasen a filas antes del 1 de julio y firmaran los pertinentes «contratos». El silencio de Putin lo interpretó Prigozhin como un golpe bajo de su socio contra él.
La ira, o el falso compromiso de adhesión de otros grupos paramilitares y oficiales, de Prigozhin le llevó a pensar que podía asediar Moscú y exigir la dimisión de Shoigu y Gerasimov. Se equivocó y su «Marcha de la justicia» se quedó sola. No obstante, se apuntó varias bajas de pilotos de la Fuerza Aérea.
La espiral en la que entró el Grupo Wagner le debió hacer ver a Putin la necesidad de desmantelar una organización que ha demostrado, en cualquier caso, que podía llegar a Moscú y recibir el aplauso en el camino del pueblo.
Entre el miedo y la necesidad, el jefe del Kremlin le ha tendido puente de plata a Bielorrusia. Qué pasará a partir de ahora es una pregunta que encontrará respuesta pronto. Tanto si Lukashenko los exprime para adiestrar a su propio ejército como si decide otra cosa o le facilita a Putin una de sus venganzas servidas en plato frío de polonio o accidente en caída libre por una ventana.
El ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, también salió a aclarar algunos de los interrogantes. Entre otros, que una cosa era quitárselos de en medio en Ucrania y otra paralizar sus operaciones en África central y Mali, donde su misión es apoyar los gobiernos anti occidentales, observa The Times.
De los «Lobos del zar» a Wagner
El primero en la lista que repoduce The Times tiene fecha de creación en 1992. Se trata de Tsar´s Wolves (los lobos del zar) . Más tarde, en 1998 surgieron los Anti-terrorist Eagle (águila contra el terrorismo) Russian Imperial Movement (Movimiento Imperial Ruso) lo haría en 2002 y tres años más tarde el RSB Group . La lista de estas organizaciones es un suma y sigue, pero no sería hasta el 2013 que los Wagner entrarían en escena.
Lo sorprendente de la lista es que empresas como Gazprom también apostaron por su ejercito privado. El gigante energético ruso dispone, al menos, de dos compañías privadas: Stream y Torch. Al parecer, apunta The Times, su objetivo sería garantizar seguridad a sus activos en el extranjero.
En este escenario y escarmentado Putin con la rebelión de «los muchachos» de Yevgeny Prigozhin, se abre una etapa de futuro incierto para los Wagner y para el resto de los mercenarios.
#karinsilvinahiebaum #InternationalPress #austria #masprensa