Karin Silvina Hiebaum – International Press

1. Joven promesa de la derecha nacionalista austríaca
Sus padres, Robert Haider, de extracción social baja, y Dorothea Rupp, hija de un acomodado ginecólogo de Linz, tenían fuertes convicciones nazis y, como la gran mayoría de los austríacos de la época, apoyaron con entusiasmo la anexión de Austria (Anschluss) por el III Reich Alemán en 1938. Tras el final de la guerra en 1945, la pareja, recién casada y radicada en la población altoaustríaca de Bad Goisern, fue investigada y sancionada por uno de los tribunales de desnazificación formados por los ocupantes aliados: el padre, por su temprana militancia en el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), que le había empujado a refugiarse en Alemania durante la dictadura austrofascista –y antinazi- del canciller Engelbert Dollfuss y luego a combatir como soldado voluntario en la Wehrmacht; la madre, por sus actividades en la sección femenina de las Juventudes Hitlerianas, la Liga de Muchachas Alemanas (BDM). Como resultado, él fue obligado a emplearse en una fábrica de zapatos y ella fue apartada por un tiempo de su profesión de maestra de escuela.

Criado, por tanto, en un entorno intensamente pangermanista y nostálgico de los años del nacionalsocialismo, el joven Haider realizó con excelentes calificaciones los estudios secundarios en Bad Ischl, localidad próxima a su Bad Goisern natal, y en 1969 se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Viena. Sus vínculos a los círculos del nacionalismo militante fueron tempranos. Siendo escolar en Bad Ischl estuvo relacionado con la Burschenschaft Albia, una fraternidad estudiantil de orientación derechista. A los 16 años ganó un certamen de retórica convocado por la Asociación Gimnástica Austríaca, una organización de extrema derecha, con la argumentación ¿Somos los austríacos alemanes?. En su discurso, Haider daba una respuesta positiva a la pregunta y animaba a estudiar la cultura alemana con una perspectiva pangermanista. Los razonamientos del escolar gustaron mucho en los ambientes nacionalistas de ambos lados de la frontera, tanto que el texto fue reproducido por el diario revisionista alemán Deutsche Nationalzeitung acompañado de una proclama pangermana.

La notoriedad proporcionada por este aporte intelectual permitió a Haider convertirse en 1970, estando ya en la Universidad, en presidente del Anillo de Jóvenes Liberales (Ring Freiheitlicher Jugend, RFJ), asociación de estudiantes de derechas que funcionaba como la rama juvenil del Partido de la Libertad (o Liberal) de Austria (Freiheitliche Partei Österreichs, FPÖ), y en 1971, con 21 años, en miembro del Comité Ejecutivo de dicho partido.

Fundado el 7 de abril de 1956 por Anton Reinthaller, antiguo alto funcionario del Gobierno nazi y brigadier de las SS, a partir de la Federación de Independientes, el FPO, con un ideario no muy homogéneo donde se conjugaban el tradicionalismo, el nacionalismo y el liberalismo, pugnaba a principios de la década de los setenta por hacerse con un hueco en el espacio político de la posguerra, dominado por el Partido Socialista de Austria (SPÖ), de ideología socialdemócrata y ahora mismo en el poder de la mano del canciller Bruno Kreisky, y el Partido Popular Austríaco (ÖVP), conservador y católico. El tercer campo liberal atrajo desde el principio a importantes sectores de la clase media tradicional y a profesionales autónomos, muchos de los cuales habían militado en el nazismo, de manera que dos tendencias diferentes, la liberal-conservadora y la nacionalista de derechas, sentimentalmente vinculada a la época del Anschluss, coexistieron en los años siguientes.

En 1973 Haider terminó la carrera de Derecho con el título de doctor y un año más tarde, tras prestar el servicio militar obligatorio en el Ejército Federal, comenzó a trabajar como profesor asociado en el Instituto de Derecho Administrativo y del Estado de su Universidad. El talento político de Haider fue advertido por el sucesor del fallecido Reinthaller en la jefatura del partido, Friedrich Peter, un ex oficial de las Waffen-SS, quien se convirtió en su patrocinador. En 1976 cesó en su ocupación docente cuando el partido le nombró su secretario general en Carintia, estado federado (bundesland) donde iba a desarrollar una carrera política pródiga en ambición y éxitos. Ese mismo año, en mayo, contrajo matrimonio con Claudia Hofmann, con la que iba a tener dos hijos, Ulrike y Cornelia. Durante unos meses, hasta 1977, trabajó como asalariado en una compañía privada en Klagenfurt.

El 5 de junio de 1979, cuando todavía no tenía la treintena de edad, Haider debutó como diputado del Nationalrat o Cámara baja del Parlamento Federal. El suyo era uno de los 11 escaños obtenidos por el FPÖ en las elecciones generales celebradas el 6 de mayo anterior, que supusieron un estancamiento para una formación incapaz de romper el duopolio del SPÖ y el ÖVP. En este sentido, no surtieron el efecto apetecido los esfuerzos de su presidente desde 1978, Alexander Götz, para desderechizar la formación, que por ejemplo obtuvo el ingreso en la Internacional Liberal. El sucesor de Götz en 1980, Norbert Steger, insistió en la estrategia de dotar al FPÖ de un perfil moderado que justificara mejor la etiqueta de partido liberal, en la línea, por ejemplo, del FDP de Alemania Occidental.

En su primera legislatura federal, Haider llevó la portavocía para Asuntos Sociales de su grupo parlamentario. Reelegido en los comicios del 24 de abril de 1983, muy decepcionantes para el FPÖ al perder un punto porcentual y quedarse en el 5% de los votos –fueron de hecho los peores resultados de su historia-, el representante carintio ascendió un importante escalón al otorgarle sus pares la cartera de Comercio, Turismo y Comunicaciones en el Gobierno estatal de coalición encabezado por el socialista Leopold Wagner, cargo ejecutivo que le obligó a cesar como parlamentario en Viena, y a continuación, en septiembre, resultar elegido presidente del partido en el bundesland. Entre una y otra promociones, en mayo, Haider fue testigo de la histórica entrada del FPÖ en el Gobierno Federal como socio menor del SPÖ, con Fred Sinowatz de canciller y Steger de vicecanciller.

1983 fue un año particularmente afortunado para Haider, ya que además se convirtió en millonario al heredar de un tío-abuelo, Wilhelm Webhofer, ex militante nazi y acaudalado hombre de negocios, quien le había apoyado en sus primeros pasos en la política, unas lucrativas propiedades rústicas en Carintia. Una década más tarde, los medios de comunicación iban a revelar que la extensa heredad rural, situada en Bärental, en el municipio de Feistritz im Rosental, entre Klagenfurt y la frontera con Eslovenia, había sido vendida a Webhofer en 1941 por el Gobierno nazi tras expropiársela a su legítimo propietario, un judío italiano. También se supo que después de la guerra, la viuda del expoliado reclamó y obtuvo una compensación económica de las autoridades austríacas.

2. Líder del FPÖ y jefe del Gobierno de Carintia
El posibilismo pactista de Steger había permitido al FPÖ romper su marginación por los partidos grandes y alcanzar importantes parcelas de poder gubernamental en Viena y Klagenfurt. Sin embargo, estas mudanzas, propias de un partido bisagra con aspiraciones de respetabilidad y de acomodo en el juego político, desagradaron al sector más derechista del partido, y particularmente a las huestes de Haider en Carintia, no obstante ser su líder miembro del ejecutivo regional que gobernaba en coalición con los socialistas. Sumamente impopular, las encuestas de opinión indicaban que con Steger a su frente, el partido se exponía a sufrir un derrumbe total en las próximas elecciones federales. Apoyado en estos sectores radicales, Haider, considerado un candidato idóneo por su juventud y la falta de estigmas nazis que pudieran retraer a potenciales simpatizantes, lanzó el desafío a Steger y le arrebató la presidencia en la XVIII Convención del partido, celebrada en Innsbruck el 13 y el 14 de septiembre de 1986. Este golpe de mano en el FPÖ fue determinante para que el nuevo canciller del SPÖ, Franz Vranitzky, declarara roto el Gobierno Federal de coalición y convocara elecciones anticipadas.

Los comicios al Nationalrat del 23 de noviembre de 1986 respaldaron el cambio de guardia en el FPÖ, marcando un punto de inflexión en su historia. Haider, centrando su campaña en la demanda de un menor control estatal de la economía, mayores incentivos para la iniciativa empresarial privada, el final de los privilegios de los funcionarios y los oficiales partidistas, más democracia directa y medidas conservacionistas del medio ambiente, logró para los liberales el 9,7% de los votos y 18 escaños, duplicando casi los resultados de 1983. El 17 de diciembre Haider regresaba al Nationalrat como líder del grupo parlamentario liberal y acto seguido cesó en el también disuelto Gobierno rojo-azul de Carintia.

La succión de votos afectó por igual a populares y socialistas, indicando que en el nuevo caudal de apoyos del FPÖ había tanto un voto ideológico como un voto de protesta, de rechazo al condominio bipartidista. Agudizada la mayoría simple de su partido, Vranitzky se vio obligado a desempolvar la fórmula del Gobierno de gran coalición, sin probar desde hacía 20 años, tal que en enero de 1987 formó su segundo Gabinete con el popular Alois Mock de vicecanciller. El rebote electoral de 1986 permitió a Haider acallar a sus conmilitones más radicalmente derechistas, partidarios de retomar el ideario ultranacionalista anterior al manifiesto aprobado en la Convención del 5 y el 6 de septiembre de 1973, que había inaugurado 13 años de predominio de la definición liberal-democrática clásica en su sentido de preeminencia de la libertad del individuo. Justamente, la cuestión sobre los límites de la misma y los deberes para con la sociedad y sus instituciones tradicionales de la familia, el matrimonio y el pueblo (volk, entendido como comunidad natural de personas con mismos ancestros, idioma y cultura), había marcado, diferencias personales aparte, el fondo de las disputas doctrinales.

Progresivamente configurado en torno a su persona, el FPÖ presentó a Haider como su cabeza de lista para las elecciones del 12 de marzo de 1989 al Landtag o Asamblea estatal de Carintia. El gancho popular del controvertido dirigente, que propugnaba abiertamente drásticas restricciones al flujo de inmigrantes y a la contratación laboral de los foráneos, obró los efectos deseados: el FPÖ, por primera vez, se convirtió en el segundo partido del bundesland, arrebatando la posición al ÖVP y pulverizando la mayoría absoluta del SPÖ. El 30 de mayo, luego de pactar una coalición con los populares, Haider se convirtió en el primer jefe de Gobierno (Landeshauptmann) liberal de un estado federado, que en el caso de Carintia había estado en manos del SPÖ desde 1945 sin interrupción.

El verbo políticamente incorrecto de Haider le jugó una mala pasada el 13 de junio de 1991, cuando, en un debate en el Landtag, en su turno de réplica a un diputado socialdemócrata que había comparado con los métodos nazis su propuesta de recortar el seguro de desempleo a los parados que pusieran pegas a las ofertas de empleo, negó tal analogía porque el III Reich, precisamente, había desarrollado una “competente política laboral” que el actual Gobierno vienés no había conseguido “igualar”.

Estas palabras levantaron una enorme polvareda nacional y alarmaron al ÖVP carintio, el cual decidió unir fuerzas con el SPÖ para tumbar al gobernante en una moción de censura que fue votada y aprobada el 21 de septiembre. Haider se vio obligado a dimitir, pero la coalición de azules y negros fue preservada. En la reorganización del ejecutivo regional, cuatro días después, Haider tomó la Vicepresidencia y el popular Christof Zernatto la Presidencia. En marzo de 1992 Haider puso término a esta incómoda experiencia de segundón en Klagenfurt y regresó al Nationalrat como diputado y jefe del grupo parlamentario del FPÖ. El resbalón de 1991, lejos de torcer la carrera de Haider, reforzó su popularidad, prefigurándose como uno de los políticos con más futuro del país.

Con su mezcla de populismo social, xenofobia más o menos explícita, nacionalismo tradicionalista y abierto antieuropeísmo, el carismático liderazgo de Haider comenzó a generar preocupación en el establishment socialista-conservador que desde el final de la Segunda Guerra Mundial había gobernado en Viena con arreglo a un riguroso, casi apacible, modelo parlamentario. Bien parecido, sonriente y de porte atlético, con un aspecto moderno y juvenil, amigo de la ropa informal pero a la moda y de los coches potentes, muy estudiado todo con criterios de mercadotecnia electoral, el dinámico, hablador y telegénico Haider sedujo a miles de austríacos que nunca antes habían votado a los liberales valiéndose de un hábil discurso demagógico y radical, de hostilidad a las élites políticas y económicas y de rechazo a lo extranjero, capaz de explotar los miedos de una parte de la sociedad a la mundialización en ciernes en todos sus aspectos, cuyo prólogo sería la entrada de Austria en la Unión Europea.

Elección tras elección, el FPÖ consiguió articular una batería de soluciones para todo tipo de problemas y ansiedades, erigiéndose en el único defensor de los débiles y los excluidos frente a los ricos y los poderosos, sumando a sus votantes de siempre desde jóvenes filonazis antisistema y marginados sociales hasta obreros socialdemócratas y pequeños empresarios, pasando por ecologistas y conservacionistas tradicionales. Haider estaba convirtiendo al FPÖ en un partido de los llamados catch-all (atrapalotodo), pero de características únicas por no tener siquiera que pugnar por el centro del espacio político.

Así, en las legislativas del 7 de octubre de 1990, el FPÖ ascendió al 16,6% de los votos y los 33 escaños, y en las del 9 de octubre de 1994 trepó hasta el 22,6% y los 42. La cuña abierta en el sistema bipartidista dio paso a un tripartidismo tendente el equilibrio. En los comicios del 17 de diciembre de 1995, anticipados por una prematura e insoluble crisis en el Gobierno de gran coalición, el empuje de los liberales pareció frenarse al registrarse el 22% de los votos y 40 escaños. Pero en las votaciones al Parlamento Europeo del 13 de octubre de 1996 los resultados fueron espectaculares, encendiendo todas las alarmas en los sectores del país que se declaraban antifascistas: el 27,6% de los sufragios a nivel federal. En Graz, capital del estado de Estiria y la segunda ciudad de Austria con 230.000 habitantes, el partido de Haider barrió con un 30,8%. En la elección al Landtag de Viena, celebrada el mismo día, obtuvo el 28% y se encaramó a la segunda posición, superando al ÖVP y a la vez que los socialdemócratas sufrían el histórico varapalo de la pérdida de la mayoría absoluta que ostentaban desde 1920.

3. Asalto al poder federal en Viena
Tras el escándalo de 1991 en Carintia, Haider intentó no incurrir de nuevo en excesos verbales con regusto filonazi, y cuando sus declaraciones volvieron a levantar ampollas no tuvo inconvenientes en pedir disculpas. Sin embargo, el comedimiento se relajó al ritmo de los sucesivos éxitos electorales. Así, en febrero de 1995 se refirió a los campos de exterminio nazis como “campos de castigo”, eufemismo desdramatizador que volvió a poner en guardia a sectores políticos progresistas, organizaciones sociales y la comunidad austríaco-judía. Luego, en diciembre, tras las elecciones generales, participó en la localidad de Krumpendorf, próxima a Klagenfurt, en una reunión de antiguos camaradas de las SS, a los que alabó como “personas decentes de buen carácter” y “fieles a sus convicciones” a pesar de la oposición que suscitaban; terminado el acto, dirigiéndose esta vez a los medios de comunicación, definió a las Waffen-SS como una parte del Ejército alemán “merecedora de todo el honor y el respeto”.

Esta vez, la indignación y el estupor por los pronunciamientos de Haider alcanzaron la categoría de tormenta, con fiscales de la judicatura amenazándole con abrirle una causa criminal y el mismo presidente de la República, Thomas Klestil, (procedente del ÖVP y a quien Haider había prestado un apoyo decisivo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 1992), lanzándole una pública amonestación. Polemista nato, el dirigente carintio volvió a la carga comparando, en un debate televisado, la deportación de los judíos durante el Holocausto con la expulsión de los alemanes de la región checoslovaca de los Sudetes por los comunistas tras la conclusión de la guerra.

El caso era que Haider, en una especie de permanente matización de sus propias afirmaciones, negaba rotundamente que fuera un neonazi y, al contrario, confesaba su identificación con figuras como el laborista británico Tony Blair (quien a su vez se definía como un reformista radical). Sus salidas de tono, entre ambiguas y provocadoras, tampoco parecían corresponder a un político irreflexivo que actuara con espontaneidad y sin premeditación. Y cuanto más daba que hablar y más se escuchaban los llamamientos a parar la “amenaza parda”, más subía su popularidad.

Para quienes le conocían bien, y entre ellos figuraba Heide Schmidt, la candidata del FPÖ en las presidenciales de 1992 y que en febrero de 1993 encabezó una escisión de descontentos con el estilo de liderazgo y los mensajes del líder para fundar un partido más acorde con los principios liberales clásicos, el Foro Liberal (LIF), Haider era bastante menos doctrinario de lo que aparentaba. En opinión de Schmidt, todos los esfuerzos de Haider se encaminaban a conquistar el poder en el Gobierno Federal de Viena valiéndose de cualesquiera medios necesarios, con lo que se trataría más de un político demagogo y oportunista -aunque sumamente hábil- que de un extremista de derechas o un ultranacionalista por convicción.

Una de las razones que precipitaron la salida del grupo de Schmidt fue la campaña de recogida de firmas promovida por Haider, en enero de 1993, para la celebración de un referéndum sobre la inmigración. El líder del FPÖ fue acusado de “envenenar el ambiente” con su iniciativa, ilustrada por el eslogan, escueto y contundente, de Austria primero. Aunque Haider sólo recogió algo más de 400.000 firmas -la mitad de sus votantes en 1990-, marcó otra vez la pauta en el debate político y obtuvo nuevos réditos publicitarios en un período entre elecciones.

Confiado en sus expectativas, Haider reactivó sus mensajes radicales en la campaña para las legislativas del 3 de octubre de 1999, que prometían ser las más decisivas de la posguerra. En aquella ocasión propuso expulsar de Austria, uno de los países europeos más generosos en la acogida de refugiados de las guerras de Croacia y Bosnia, a todos los residentes ilegales y detener la entrada de nuevos inmigrantes, y amenazó, de llegar al Gobierno, con frenar la ampliación de la UE y con convocar un referéndum sobre la pertenencia de Austria a la Unión Económica y Monetaria. Como anticipo de lo que podría suceder a nivel federal, el 7 de marzo de 1999 el FPÖ ganó las elecciones en Carintia con el 42% de los votos, casi diez puntos más que el SPÖ, que vio liquidado más de medio siglo de primacía en el estado, y justo el doble que el ÖVP. Se trató de la primera mayoría liberal en un landtag.

No queriendo convertirle en un mártir, socialdemócratas y populares desistieron de bloquear el acceso de Haider a la presidencia estatal que había tenido que abandonar ignominiosamente ocho años atrás, aun sabiendo que su retorno al poder en Klagenfurt le aproximaba, lenta e inexorablemente, a Viena. El 8 de abril de 1999 Haider tomó el relevo a Zernatto al frente de un Gobierno monocolor y, ya que carecía de la mayoría absoluta en el landtag, minoritario. Por incompatibilidad institucional, cesó como diputado en el Nationalrat, hemiciclo en el que ya no volvería a sentarse.

Las elecciones al Nationalrat del 3 de octubre de 1999 trompetearon el momento cumbre de la trepidante carrera política de Haider. El FPÖ, con el 26,9% de los votos y 52 escaños, obtuvo exactamente los mismos resultados que su rival por la derecha, el ÖVP, pero, en puridad, con 415 votos más, logró un histórico y particular sorpasso austríaco. El SPÖ, en sus horas más bajas, sólo obtuvo una diferencia a su favor de 13 diputados y seis puntos porcentuales. Haider, exultante, reclamó su derecho a formar parte de un Gobierno de coalición, pero Viktor Klima, el canciller saliente y presidente del SPÖ, instó a los populares a reeditar por sexta vez el Gobierno de gran coalición que, entre éxitos y desencuentros varios, había durado desde 1987.

La palabra la tenía Wolfgang Schüssel, desde 1995 presidente del ÖVP, vicecanciller y ministro de Asuntos Exteriores, el cual había advertido que si su partido era superado por los liberales, pasaría a la oposición. Presionado por Klima y por el presidente Klestil, Schüssel se desdijo y dio luz verde a unas negociaciones bipartitas que empezaron con buen pie. Sin embargo, el ÖVP planteó un memorándum programático muy exigente, algunos de cuyos puntos, de naturaleza económica, fueron considerados inaceptables por el SPÖ. En consecuencia, el 27 de enero de 2000, Klima dio por fracasadas las negociaciones.

Austria estaba a punto de presenciar la ruptura de su mayor tabú político. Schüssel, cansado de ejercer el papel de segundón en unos gobiernos cada vez más parecidos a frentes de contención, funcionando al ritmo que marcaba la marea ascendente del FPÖ, decidió desvincularse del aislamiento del líder liberal y le ofreció entablar conversaciones para una coalición de dos. La apuesta era arriesgada, ya que la fórmula negra-azul tenía garantizada la animosidad universal allende las fronteras nacionales, donde Haider era visto como un demagogo eurófobo y racista, y un revisionista del pasado nazi (en Israel, los medios de comunicación lo presentaron como un antisemita particularmente peligroso).

El 3 de febrero de 2000, Klestil, con indisimulada mala gana, ya que temía la llegada de un período de marginación internacional incluso más severo que el sufrido cuando Kurt Waldheim -con su turbio pasado de oficial de la Wehrmacht durante la Segunda Guerra Mundial- fue presidente federal (1986-1992), transmitió a Schüssel el encargo de formar el nuevo gobierno, pero acompañándolo de una exigencia sin precedentes: Schüssel y Haider debían comparecer ante la nación y escenificar un acto de fe democrática destinado a remitir los temores suscitados. Ese mismo día, frente a un enjambre de cámaras, los dos líderes firmaron un documento por el que se comprometían a respetar los valores democráticos, a aceptar el proceso de integración europea y a asumir la “responsabilidad de Austria en la funesta historia del siglo XX y en los terribles crímenes del régimen nacionalsocialista”, pasado que someterían a un “examen autocrítico”. Lo signado no era sino el preámbulo elaborado por Klestil del programa de gobierno, que llevaba por título Futuro en el corazón de Europa. Gobernar de nuevo Austria.

Redactado con inusitada rapidez, ya que liberales y populares apenas discrepaban en los aspectos fundamentales, el programa apostaba por: elaborar unos presupuestos de austeridad para recortar el déficit público; desarrollar las relaciones con la OTAN y abordar el eventual ingreso en la misma –el nacionalismo del FPÖ, firme partidario de finiquitar el viejo estatus de neutralidad por considerarlo obsoleto, no alcanzaba al ámbito de la seguridad y la defensa-; terminar con el monopolio radiotelevisivo del ente público ORF para permitir las emisiones por cadenas privadas; acabar también con la práctica del reparto proporcional de cargos y puestos públicos según el carné de partido, dando prioridad al criterio de profesionalidad; obligar a los parados de larga duración a realizar trabajos en el servicio comunitario; indemnizar a los trabajadores forzados durante el nazismo y a los ciudadanos de habla alemana deportados a Austria desde el este de Europa tras la Segunda Guerra Mundial; y avanzar en la integración social de los extranjeros residentes antes que permitir la llegada de más inmigrantes.

Pero las imposiciones de Klestil no se quedaron ahí. El presidente no tuvo ambages en vetar de la lista de ministros presentada por Schüssel a dos dirigentes del FPÖ bien conocidos por su radicalismo: el desabrido y vocinglero Thomas Prinzhorn, quien había amenazado con “romperle las narices” al jefe del Estado e iba para ministro de Finanzas, y Hilmar Kabas, considerado un xenófobo exaltado, quien tenía reservada la cartera de Defensa. El 4 de febrero tomó posesión el Gabinete, el primero sin presencia del SPÖ desde 1970 y por supuesto el primero pintado con los colores negro y azul.

Los liberales, además de la Vicecancillería, ida a Susanne Riess-Passer, una discípula de Haider de toda confianza (por su devoción al jefe del partido era apodada la cobra del rey), recibieron seis de los once ministerios, entre ellos los de Finanzas, Defensa y Justicia, asumidos por Karl-Heinz Grasser, Herbert Scheibner y Michael Krüger, respectivamente. Aunque no se sentaba en el Gobierno y aseguraba que no pretendía ser el “canciller en la sombra”, nadie dudaba de que el hombre fuerte, y no precisamente en la bruma, era el gobernador de Carintia, al tener a cuatro lugartenientes ocupando posiciones de relieve en el Gabinete, particularmente la vicecanciller Riess-Passer, vista como una mera factótum, y reservarse la tutela del experimento bipartito desde fuera.

Calificado por la prensa como “el ultraderechista más eficaz de Europa”, de “oportunista flexible” y de “camaleón político extremadamente ambicioso”, Haider se situaba, por tanto, en inmejorables condiciones, sin riesgo de desgaste personal en Viena y sólidamente instalado en Klagenfurt, para realizar su nunca confesado anhelo: hacerse con la Cancillería Federal. Los observadores señalaron que Haider había capitalizado el hastío acumulado en una parte considerable de la población tras medio siglo de reparto del poder entre los dos grandes partidos, consiguiendo captar a decenas de miles de votantes no extremistas con la imagen de un partido disciplinado, responsable y difusor de un mensaje articulado, no limitado a la retórica de la derecha nacionalista o al chovinismo primario. La impresión más extendida entre los analistas del caso austríaco era que Haider, en efecto, tal como él aseguraba, no era un neonazi. En los últimos tiempos, se había distanciado con gestos del ominoso pasado y del nacionalismo de extrema derecha. Sin embargo, y éste era el principal motivo de sospecha y alarma, no tenía inconveniente en explotar las emociones de los nostálgicos del nazismo y en fidelizar sus votos.

4. Sanciones europeas, disputas internas y hundimiento en las urnas
En los días previos y posteriores a la formación del Gobierno, Haider jugó calculadamente con el despertar de aprensiones y la autocontención excusadora, de la que dio buena muestra en diciembre de 1999, tras las elecciones, cuando declaró: “En el pasado, se me han atribuido ciertas manifestaciones en relación con el nazismo que, ciertamente, eran inapropiadas o susceptibles de mala interpretación”. El 31 de enero, horas después de llamar Haider “fracasado” al presidente francés Jacques Chirac y “corruptos” a los gobernantes belgas por sus pronunciamientos en esta dirección, el Consejo de Ministros de la UE, en una contundente decisión sin precedentes, advirtió a Austria que la entrada del FPÖ en el Gobierno acarrearía la imposición de sanciones políticas y diplomáticas.

La plasmación del acuerdo Haider-Schüssel puso en marcha las represalias, consistentes en la restricción de las reuniones con representantes institucionales, la suspensión de los contactos oficiales a nivel político y el no apoyo a los candidatos austríacos que optasen a cargos en organismos internacionales. Estos desaires diplomáticos no afectaron a las relaciones esenciales con calado político, pues tanto el canciller como los ministros iban a seguir asistiendo a los consejos de la UE. Mayor gravedad revistió, por su negativa publicidad, la respuesta del Estado de Israel, que retiró a su embajador en Viena. Tras la toma de posesión del Gobierno, el dirigente carintio acusó de “alta traición” a Klestil y Klima por “movilizar a la opinión pública internacional contra el cambio en Austria”. Más tarde, el 19 de abril, volvió a conmocionar con su observación de que Austria podría abandonar la UE si ésta insistía en castigar una decisión política inobjetable en una democracia.

Por otro lado, el 28 de febrero sorprendió a propios y extraños con su anuncio de que abandonaba la presidencia del FPÖ en favor de Riess-Passer, lo que fue interpretado como un golpe de efecto para disminuir su presencia formal en la política nacional. En el pasado, había amenazado a sus huestes en varias ocasiones con dejarles desamparados si no brindaban un respaldo monolítico a su liderazgo caudillista. Días después, volvió a embestir contra Chirac, su mayor detractor en la UE, llamándole “Napoleón de bolsillo”. De los políticos de casa, uno que sufrió la verbosidad cáustica de Haider fue el presidente socialdemócrata del Nationalrat, Heinz Fischer, tildado en su caso de “marxista de sillón”.

La transmisión del mando orgánico tuvo lugar el 1 de mayo en el XXV Congreso del partido, celebrado en Klagenfurt. Allí, Haider volvió a arremeter contra los socios de la UE, a los que acusó de practicar un “exorcismo medieval” contra Austria, de cuya “paciencia”, advirtió, se estaba abusando hasta el límite. Explotando con victimismo una oportunidad que le ofrecían en bandeja, añadió: “Poco a poco se está viendo que somos el único país decente de la UE. Se premia a los corruptos y se castiga a la decente Austria”. Por si había alguna duda sobre la verdadera dimensión de este relevo, la propia Riess-Passer comunicó a los presentes que el FPÖ “seguía siendo el partido de Haider”. El 4 de julio de 2000 Haider y Schüssel acordaron plantear un referéndum sobre la permanencia en la UE si no eran levantadas las sanciones comunitarias antes del 14 de octubre de 2000, fecha del Consejo Europeo en Biarritz. La presidencia francesa del Consejo les advirtió que se abstuvieran de perturbar las delicadas negociaciones que sobre la reforma de las instituciones de la UE estaba conduciendo la Conferencia Intergubernamental.

No obstante, en septiembre, el comité de sabios designado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos con la misión de analizar el comportamiento del Gobierno austríaco y la naturaleza del FPÖ, preconizó la conveniencia de levantar las sanciones, ya que mantenerlas sería “contraproducente”. El dictamen, que fue remitido a la presidencia francesa del Consejo, establecía que Austria cumplía con los valores europeos comunes y añadía que la situación jurídica de minorías, refugiados e inmigrantes era “equiparable a los niveles aplicados por los estados de la UE, e incluso mejor”. Sobre el FPÖ, el comité eludió definirlo como partido de ultraderecha y prefirió calificarlo de “partido populista de derechas con elementos radicales”, algunos de cuyos dirigentes habían realizado “expresiones fuertemente ambiguas”, susceptibles de ser interpretadas como “xenófobas e incluso racistas”.

Acatando la recomendación, el 12 de septiembre los Catorce anularon las sanciones contra Austria, pero advirtieron que mantendrían su “vigilancia” y una “especial alerta” frente al partido de Haider, el cual se apresuró a atribuirse el acontecimiento como otro éxito personal. Si eso era cierto, se trataría del último de una larga cadena que había empezado 17 años atrás, ya que ahora Haider arrostraba una racha trufada de malas noticias. Para empezar, los liberales comprobaron que su participación en el Gobierno Federal no le reportaba ningún beneficio en las urnas.

La sucesión de descensos para el FPÖ en las elecciones regionales de Estiria (octubre de 2000), Burgenland (diciembre de 2000) y Viena (marzo de 2001, donde cayó al 20,3% frente al 28% logrado en 1996) empujaron a Haider a lanzar una nueva campaña de agitación populista y antieuropea. El pretexto, adobado con planteamientos ecologistas, fue el funcionamiento en la vecina República Checa de la central nuclear de Temelin, emplazada muy cerca de la frontera y cuyos patrones de seguridad venían siendo motivo de fricción entre la UE y el Gobierno de Praga. Con sus furibundas exigencias de que se obligara a los checos a clausurar el reactor de Temelin, Haider molestó sobremanera al primer ministro del país, Milos Zeman, socialdemócrata a la sazón, quien le llamó “populista pronazi”, “Chernobyl político” e “idiota”; a cambio, el insultado se mofó del “comunista” gobernante checo.

El líder liberal removió la sensibilidad antinuclear en un país que desde 1978 tenía vetada la producción de energía atómica en su territorio. Sin embargo, en enero de 2002, Schüssel se opuso tajantemente a la demanda de su aliado, respaldada con la recogida de medio millón de firmas, de que Austria impusiera en el Consejo Europeo el veto al ingreso de Chequia en la UE. El Gobierno de coalición sufrió su primera grieta. Asimismo, Haider lanzó en Carintia una verdadera campaña de boicot y desobediencia civil contra la reciente decisión del Tribunal Constitucional que obligaba a rotular en idioma esloveno, además de en alemán, las señalizaciones de tráfico en aquellas áreas del estado donde esta minoría eslavófona constituyera más del 10% de la población.

A continuación, en febrero, Haider generó un nuevo escándalo al viajar a Irak, donde se entrevistó con el dictador Saddam Hussein. El desplazamiento al país paria por excelencia de la comunidad internacional no tenía, según su protagonista, más motivo que el humanitario: la donación de un equipo para un banco de sangre en Bagdad destinado principalmente a niños con leucemia. El siguiente incidente de política exterior se produjo en junio, al ser tachado Joschka Fischer, vicecanciller y ministro de Exteriores de Alemania así como líder de los Verdes germanos, de “simpatizante abierto” del terrorismo de extrema izquierda. Ya en noviembre anterior, el dirigente había amenazado con forzar el final de la legislatura porque el ministro del Interior del ÖVP, Ernst Strasser, estaría instigando una investigación judicial en su contra basada en unas denuncias sobre el presunto soborno a oficiales de la Policía para obtener informes confidenciales de adversarios políticos del FPÖ. Haider exigió que tales pesquisas se centraran en el SPÖ, partido que, según él, era el gran muñidor de los espionajes políticos en Austria. Más orgulloso que enfadado, el jefe carintio se jactaba de ser “el político más espiado de Austria”.

Por si fuera poco, emergieron fuertes tensiones entre Haider y su base de poder en Carintia por un lado, y la dirección nacional del partido instalada en Viena por el otro. La crisis interna del FPÖ, precalentada por el controvertido viaje a Irak, alcanzó el clímax el 8 de septiembre de 2002 con las dimisiones de Riess-Passer, como vicecanciller y presidenta del partido, del ministro de Finanzas Grasser y del presidente del grupo parlamentario en el Nationalrat, Peter Westenthaler, luego de respaldar los tres la decisión de Schüssel de postergar hasta después de las elecciones generales de septiembre de 2003 una bajada de impuestos debido a los fuertes gastos derivados de las catastróficas inundaciones del mes de agosto, y de promover Haider entre las bases del partido la convocatoria de una asamblea extraordinaria del FPÖ que debatiera y, eventualmente, aprobara su demanda de un cambio de rumbo en la política fiscal del Gobierno.

El 7 de septiembre, reunida en la localidad estiria de Knittelfeld, una conferencia de mandos del partido dominada por la vieja guardia derechista escenificó la ruptura con los conmilitones en el Gobierno. Consumado el llamado putsch de Knittelfeld, Riess-Passer y los otros presentaron sus renuncias a Schüssel. Haider, orquestándolo todo entre bambalinas tras su reciente y teatral anuncio de retirada de la política nacional como protesta por el aplazamiento de la rebaja fiscal, se las arregló para disfrazar lo sucedido en Knittelfeld de ejercicio democrático del partido, ante el cual él se sometía.

En estas circunstancias, Schüssel cortó por lo sano y el 9 de septiembre disolvió el Gobierno y convocó elecciones generales anticipadas, a celebrar en el plazo más corto posible porque Austria tenía “necesidad de un Gobierno estable”. Visiblemente disgustado, el canciller declaró que su partido había llegado “al límite de lo políticamente soportable”, que no era posible “seguir trabajando en las condiciones actuales” y que el FPÖ tenía que aclararse sobre si quería “gobernar o ejercer oposición”. Dirigiendo un dardo mordaz al perturbador líder carintio, Schüssel comentó que “el suicidio político es un derecho fundamental en una democracia”, pero no cerró las puertas a renovar la coalición con los liberales tras las elecciones.

El 15 de septiembre, en otro de sus movimientos inesperados, Haider retiró su candidatura para la presidencia del partido en sustitución de Riess-Passer, puesto que desempeñaba con carácter interino Herbert Scheibner. “Los miembros del Gobierno y sus grupos de interés tendrán ahora la posibilidad de imponer su línea y formar un socio ideal para el gubernamental Partido Popular”, repuso. Con la autolimitación de su protagonismo, el tornadizo gobernante carintio pretendería, bien permitir que el ala moderada y progubernamental de la formación retuviera el control del mando nacional para conjurar el augurado revés electoral de los liberales por la mala imagen dada al votante no extremista, bien protegerse él mismo de un varapalo en las urnas del que luego no tendría que rendir cuentas al limitarse su jurisdicción política a su bundesland.

El 21 de septiembre, el cónclave escogió como presidente y cabeza de lista para los comicios a Mathias Reichhold, ministro de Infraestructuras del Gobierno saliente, con el 92,2% de los votos. Ni Haider ni Riess-Passer participaron en el congreso. Lejos de amainar, la tormenta en el FPÖ cobró nuevos ímpetus casi sin solución de continuidad al ponerse Haider a despotricar contra Reichhold, quien a su vez arremetió contra la campaña electoral del FPÖ carintio.

Sumidos en un destructivo caos, los liberales asistieron a la dimisión de Reichhold el 31 de octubre, a la asunción interina del mando por Herbert Haupt, haiderista ministro de la Seguridad Social, y, materializando los vaticinios de las encuestas, a su hundimiento en las elecciones federales del 24 de noviembre, en las que el FPÖ fue abandonado en masa por los votantes ganados en la última década ante el espectáculo de desunión e intrigas desestabilizadoras de un gobierno que encima lo estaba haciendo relativamente bien en el terreno económico. Los liberales perdieron 750.000 votos, 17 puntos porcentuales y 34 diputados, quedándose en el 10% de los votos y 18 escaños. El beneficiario de esta sangría no podía ser otro que el ÖVP, que obtuvo sus mejores resultados desde 1983 y se convirtió en la primera fuerza parlamentaria, lo que no le sucedía desde 1966.

5. El cisma de la BZÖ y pérdida de presencia política
Señalado por los analistas como un hombre “políticamente muerto”, Haider reaccionó ante el descalabro electoral anunciando su disposición a dimitir como jefe del Gobierno de Carintia y a abandonar la política activa porque “estoy profundamente herido por estos resultados, que veo como una expresión de desconfianza hacia mí”, explicó. Rápidamente, la dirección nacional del partido salió a negar ese desenlace, expresión de respaldo que fue replicada por Haider con la revocación de su anuncio.

El mismo día en que Haider reculó, el 26 de noviembre, Schüssel recibió de Klestil la encomienda de formar el nuevo Gobierno. Las negociaciones entre el ÖVP y el FPÖ fructificaron en acuerdo sin la participación de Haider y el 28 de febrero de 2003 se constituyó el segundo Gobierno negro-azul con las presencias de Haupt –elegido presidente del partido el 8 de diciembre- como vicecanciller y ministro de la Seguridad Social, el muy moderado Grasser de nuevo en Finanzas –por imposición de Schüssel, lo que le acarreó ser expulsado del FPÖ, debiendo continuar adelante como independiente-, Dieter Böhmdorfer repitiendo en Justicia y Hubert Gorbach al frente de Transportes, Innovación y Tecnología. Los liberales obtuvieron también tres de las seis secretarías de Estado, una de las cuales, la de Salud, fue para la hermana mayor de Haider, Ursula Haubner, antigua profesora de escuela.

Una nueva cadena de fortísimas derrotas electorales (en las municipales de Carintia y en las estatales de Baja Austria, Alta Austria y Tirol, donde el FPÖ fue superado incluso por Los Verdes), preludió la instigación por Haider el 21 de octubre de 2003 de la renuncia de Haupt a la Vicecancillería y la presidencia del partido, puestos en los que fue sustituido respectivamente por Gorbach de manera inmediata y por Haubner de manera provisional. El FPÖ tocó fondo en las elecciones al Parlamento Europeo del 13 de junio de 2004, cuando con el 6,3% de los sufragios sólo metió un eurodiputado y descendió al quinto lugar. Sólo el feudo carintio de Haider era inmune al declive nacional del partido: en las estatales del 7 de marzo de 2004, los liberales, con el 42,5% de los votos, incluso mejoraron levemente sus resultados de 1999. En esta ocasión, Haider prefirió amarrar su continuidad como gobernador del estado supliendo su mayoría simple con un acuerdo de coalición con los socialdemócratas de Peter Ambrozy, a quien había desalojado del despacho en Klagenfurt en 1989.

El pacto rojo-azul en Carintia, insólito desde el inicio de la era Haider en 1986, enfureció a las bases socialdemócratas y fue desautorizado inútilmente por el líder federal del SPÖ desde la marcha de Klima en 2000, Alfred Gusenbauer. Con esta jugada, Haider sacó a relucir de nuevo su extraña y veleidosa habilidad para la maniobrabilidad política, que un día parecía radical y desestabilizadora, y al otro pragmática y constructiva. Así las cosas, el 31 de marzo, Haider fue investido por el Landtag jefe del Gobierno con un segundo mandato de cinco años y con el respaldo de los diputados socialdemócratas. Después, el 3 de julio, presenció con satisfacción la elección de su hermana Ursula como presidenta titular del partido con el 79% de los votos en un Congreso extraordinario celebrado en Linz.

Pese a esta exhibición de influjo, Haider distaba de controlar el partido como antaño. No tanto la presunta moderación ideológica del carintio, que ahora sí parecía apostar en firme por la alianza gubernamental con el ÖVP, como las peleas personalistas por cotos de poder generaron un antagonismo insuperable con un sector capitaneado por Heinz-Christian Strache, jefe del FPÖ vienés y un treintañero con mucha ambición y pegada mediática, que recordaba vivamente al Haider de los años ochenta del pasado siglo.

El 4 de abril de 2005, entre rumores de que Strache podría disputar a Haubner la presidencia del partido, Haider rompía la baraja con un anuncio espectacular: la formación de su propia fuerza política, la Alianza por el Futuro de Austria (Bündnis Zukunft Österreich, BZÖ), que nacía con la voluntad de convertirse en un partido responsable de gobierno y que se declaraba vedado a los elementos extremistas y demás “fuerzas negativas”, cuyas “críticas internas” habían causado un “daño irreparable” a la marca FPÖ. Junto con Haider protagonizaron la escisión su hermana Ursula –desde enero ministra de la Seguridad Social en lugar de Herbert Haupt-, el vicecanciller Gorbach, Thomas Prinzhorn, ahora vicepresidente del Nationalrat y Herbert Scheibner, jefe del grupo parlamentario liberal. La ministra de Justicia por cuenta del FPÖ pero oficialmente sin filiación, Karin Gastinger, también se unió a la BZÖ, dejando a aquel sin representación en el Ejecutivo.

Estos dirigentes arrastraron tras de sí a la mitad de los diputados federales, entre ellos Haupt, y a una parte considerable de los cuadros del FPÖ en los estados, particularmente en Carintia, donde casi todo el mundo, empezando por el presidente de la sección estatal, Martin Strutz, secundó a Haider. Lo que quedó del FPÖ, que no era poco, se apresuró a reorganizarse: Hilmar Kabas reemplazó a Haubner como presidente interino, hasta la elección de Strache, y el 7 de abril aquel declaró a Haider expulsado del FPÖ, con la advertencia de que nadie que militara en la BZÖ o cualquier otra formación podía seguir considerándose miembro del FPÖ.

El 17 de abril Haider dirigió en el pintoresco escenario del hangar número 2 del aeropuerto de Salzburgo la conferencia fundacional de la BZÖ, que presentó sigla, color –el naranja- y programa. Los 900 delegados eligieron a Haider “líder de grupo” (Bündnisobmann), a Gorbach jefe de la facción parlamentaria y a Uwe Scheuch, ex secretario general del FPÖ, portavoz. En su discurso de aceptación del mando, Haider se despachó a gusto con sus enemigos en el FPÖ, a los que llamó “parásitos” y “Judas”. Con su constitución formal, la BZÖ reemplazó al FPÖ como integrante de los gobiernos de coalición de Viena y Carintia.

La flamante formación se describía a sí misma como “libre de ideología” y “orientada al futuro”, pero “consciente de los valores tradicionales”. Periodistas y politólogos se apresuraron a catalogar a la BZÖ de partido de derecha, a la vez liberal, nacionalista y populista, etiquetado que compartía con su agrupación madre, el FPÖ. En efecto, aliancistas y liberales, a la luz de los pronunciamientos iniciales y de los bandazos de discurso experimentados en los meses y años siguientes al hilo de los sucesivos envites electorales, coincidían en los grandes conceptos y temas: libertad individual, democracia directa, ley y orden, reducción del sector público, bajada de los impuestos, control estricto de la inmigración, promoción de lo autóctono y conservación del medio ambiente.

Sin embargo, los haideristas relativizaron el liberalismo a ultranza con la defensa de la “economía social de mercado”, la insistencia en el apoyo a las familias y la apuesta por una masiva inversión estatal en educación e investigación. Eran euroescépticos, aunque, a diferencia del “nuevo” FPÖ, no se oponían a la UE por sistema; ellos veían a Austria dentro del “núcleo duro” europeo, a condición de que se frenara el ingreso de nuevos Estados y se enterraran las aspiraciones federalistas que detrajeran soberanía a los gobiernos. Ahora bien, cuando llegó el momento de la ratificación parlamentaria del Tratado de Lisboa, el instrumento para la reforma de las instituciones de la UE firmado por los líderes europeos en diciembre de 2007 como sucedáneo del fracasado Tratado de la Constitución Europea, unos y otros salieron a oponerse con igual vehemencia, exigiendo al alimón que los austríacos fueran consultados en referéndum.

El debut electoral de la BZÖ, en octubre de 2005, fue muy decepcionante para sus artífices. En las estatales de Estiria sólo obtuvo el 1,7% de los votos frente al 4,6% del FPÖ, cuota que sin embargo no permitió al segundo mantener la representación en el Landtag de Graz. En Viena, Strache, gracias a su discurso fieramente populista y chovinista, mantuvo el tipo con el 14,9%, mientras que su rival, que hizo una campaña bastante moderada, sacó un irrisorio 1,2%. Haider tomó debida nota de estos resultados, que amenazaban con liquidar su proyecto partidista nada más haber nacido. Así, de cara a las elecciones generales de octubre de 2006, en las que se jugaban su continuidad en el Nationalrat –necesitaban rebasar el listón del 4% de los votos para obtener representación-, los aliancistas, desterrando parcialmente sus símbolos distintivos, recobraron el color azul tradicional y adoptaron los epítetos de Los Liberales (Die Freiheitlichen) y El Original (Das Original).

Más importante, la BZÖ calcó la retórica agresiva del FPÖ en los temas candentes de la inmigración, los beneficios sociales de los extranjeros y la criminalidad común. En el primer terreno, las propuestas eran expeditivas: no más concesiones de permisos de residencia y expulsión masiva de los inmigrantes ilegales. En una esfera más personal, Haider retomó la actividad agitadora contra el bilingüismo en Carintia, desafiando al Tribunal Constitucional con la remoción, con sus propias manos, de un indicador de carretera escrito en esloveno y la preparación de un referéndum regional, iniciativa que fue paralizada por las instituciones federales. La recuperación de los viejos mensajes, aunque tenía mucho de oportunismo, desconcertó a quienes habían empezado a distinguir en la BZÖ una aureola centroderechista frente al derechismo duro y radical de que hacía gala el FPÖ. Dentro de esta estrategia y acuciado por los sombríos sondeos preelectorales, Haider optó por ceder la jefatura orgánica y el liderazgo electoral del partido al más joven Peter Westenthaler, quien asumió el mando nominal el 23 de junio.

El 1 de octubre de 2006 la BZÖ, con el 4,1% de los votos, cuota que le dio derecho a siete escaños, se salvó por los pelos de una expulsión del Parlamento que seguramente habría hecho inevitable su vuelta al redil del FPÖ, el cual, con el 11% de los sufragios y 21 diputados, mejoró ligeramente los resultados del partido indiviso en 2002. Puesto que el ÖVP encajó un fuerte retroceso, de ocho puntos y 13 escaños, al bipartito negro-naranja le era imposible continuar. En consecuencia, se impuso la vuelta de la gran coalición de socialdemócratas y populares, liderados respectivamente por Gusenbauer y Wilhelm Molterer, sucesor del dimitido Schüssel desde el 9 de enero de 2007. Dos días después, tomaba posesión el Gabinete presidido por Gusenbauer, poniendo fin a siete años de presencia del bando de Haider en el Ejecutivo de Viena.

6. Resurrección de un liderazgo con abrupto y trágico final
En 2008, la pronta ruptura, el 7 de julio, de la gran coalición, naufragada por los problemas de liderazgo de Gusenbauer y su falta de entendimiento con Molterer en la política europea, abocó a los austríacos a una nueva cita con las urnas para el 28 de septiembre. Westenthaler partía como el cabeza de lista otra vez, pero el juicio que arrastraba por un caso de perjurio y que finalizó con una condena suspendida de nueve meses de prisión tumbó su candidatura y de paso su jefatura partidista. El 30 de agosto Westenthaler dimitió y devolvió las riendas orgánicas al líder fundador, quien aceptó ser también el cabeza de lista, pero sólo a afectos de la candidatura a la Cancillería y “por obligación patriótica”, ya que la mera obtención del escaño en el Nationalrat no le empujaría a renunciar a la jefatura del Gobierno de Carintia.

Con un Strache entregado a los exabruptos mitineros de tintes antiislámicos y racistas, Haider, para arrancar voto conservador al ÖVP, se permitió moderar un poco las formas, que no el fondo, de su discurso, indeclinablemente nacionalista, euroescéptico y de rechazo a la inmigración no vinculada a la demanda laboral cualificada y a la exhibición social de las especificidades culturales y religiosas de los musulmanes. Así, propuso extender al resto del país la prohibición impuesta por él en Carintia de edificar mezquitas y minaretes, y prohibir también el uso público del burka y el velo dentro de la indumentaria femenina. “No podemos tolerar por más tiempo que los islamistas radicales se mofen del imperio de la ley en nuestro país e ignoren nuestros valores y la cultura dominante (…) Aquellos que viven aquí, tendrán que adaptarse (…) Quienes no puedan o no quieran, no tienen sitio aquí”, manifestó a principios de marzo. El concepto de la “leitkultur” estuvo muy presente en la campaña electoral, y su difusor lo compatibilizó con las llamadas de atención por los coqueteos “neonazis” de Strache, al que implícitamente situó a su derecha pero sin dejar de plantearle un futuro de colaboración.

Haider se planteó el objetivo de alcanzar el 7% o el 8% de los votos, pero los resultados de los comicios del 28 de septiembre superaron con creces sus expectativas: la BZÖ creció hasta el 10,7% y pasó de los 7 a los 21 escaños. Su archirrival ascendió en igual medida, hasta el 17,5% y los 34 escaños. Eso sí, en Carintia, los aliancistas, con el 38,5%, subrayaron su imbatilidad por los liberales, que no pasaron del 8%. En conjunto, las formaciones de Haider y Strache sumaban 1,38 millones de votos, de los que la mitad eran nuevos, una ganancia superior a lo perdido por el SPÖ y el ÖVP, desplomados hasta el 29,3% y el 26%, respectivamente. El 28,2% del voto combinado de la extrema derecha batía el registro histórico del FPÖ en 1999.

Los ganadores morales de las elecciones habían sido Strache y Haider, que sin embargo tenían imposibilitado el acceso de sus formaciones al Gobierno Federal al descartar de plano el nuevo presidente del SPÖ y candidato a canciller, Werner Faymann, entablar negociaciones con ellos. Pese a su patente impopularidad, como acababan de reflejar las urnas, la única coalición mayoritaria viable volvía a ser la de socialdemócratas y populares. El 8 de octubre Faymann recibió del presidente Fischer el mandato de formar el nuevo Gobierno, que parecía encaminarse a la renovación de la fórmula roja-negra, más cuando el sustituto en funciones del dimitido Molterer al frente del ÖVP, Josef Pröll, también era partidario de marginar a la extrema derecha. Por otro lado, la obtención por la BZÖ de un número significativo de votos fuera de Carintia restó credibilidad a la fórmula, propuesta por algunas voces internas como alternativa a la reunificación de los dos partidos -no contemplada ni por Haider ni por Strache, pero vista con simpatía en las respectivas bases-, de atarse al FPÖ como su representante regional, mientras que el partido mayor operaría en el resto de Austria; se trataría de un esquema semejante al que venía funcionando en Alemania entre la CDU y la CSU de Baviera.

Este era el compás de espera político en que se hallaba Austria en las primeras horas del sábado 11 de octubre. Esa madrugada, Haider regresaba de una fiesta en un club nocturno llamado Le Cabaret sito en la localidad turística carintia de Velden am Wörther See, a orillas del lago Wörthersee, y se dirigía a su suntuosa casa de estilo alpino en Bärental, donde se disponía a pasar el fin de semana y a celebrar el 90 cumpleaños de su madre, cuando el vehículo que conducía, un Volkswagen Phaeton recién comprado, a su paso por la localidad de Lambichl, en el municipio de Köttmannsdorf, se salió de la calzada, dio varias vueltas de campana y chocó contra un poste de hormigón, quedando destrozado. El brutal impacto infligió a Haider severas heridas en cabeza, cuello, pecho y uno de los brazo, y le fracturó la columna vertebral en la parte dorsal o cervical, causándole la muerte instantánea.

La fatalidad quiso que el mortal siniestro sorprendiera al gobernador en la misma carretera donde el 4 de agosto de 1993 ya había sufrido un aparatoso primer accidente, esta vez al volante de un BMW y a la altura de Maria Rain, tan sólo 2 km más abajo, solo que en aquella ocasión el daño personal no pasó de un pequeño chichón en la frente. La Policía del estado precisó que el accidente se había producido a causa de un exceso de velocidad en un adelantamiento, que no había más vehículos implicados y que la víctima conducía sin acompañantes. Las sospechas de una pérdida del control del Volkswagen debido a un exceso etílico fueron rápidamente confirmadas por la prueba de alcoholemia practicada al cadáver, que arrojó una tasa de alcohol de 1,8 gramos, 1,3 gramos más de lo permitido a los conductores en Austria. Este análisis chocaba con las declaraciones de algunos de los asistentes a la fiesta en el club, sobre que no habían visto a Haider tomar bebidas alcohólicas ni advertido en él síntomas de embriaguez.

Además, el político había intentado el adelantamiento a 142 km/h, cuando el límite de velocidad en el tramo era de 70 km/h. Con todos los datos del informe forense, la Policía y la Fiscalía de Carintia dieron por zanjada cualquier duda que pudiera haber sobre la naturaleza puramente accidental, fruto de una temeridad al volante, de la muerte de Haider, ya que entre sus consternados seguidores ya andaban circulando precipitadas elucubraciones sobre un acto criminal. En los días siguientes, los medios de comunicación aportaron detalles adicionales de las últimas horas del malogrado político austríaco, informaciones que por un lado disiparon algunas dudas sobre lo sucedido pero que por otra parte agrandaron el estupor de la opinión pública, conmocionada por encima de los sentimientos de simpatía o antipatía que Haider le inspiraba.

Así, la agencia de noticias austríaca APA publicó unas fotos tomadas aquella noche en Le Cabaret en las que un distendido Haider posaba sonriente y en actitud festiva rodeado de periodistas. El diario sensacionalista alemán Bild informó además que a la fiesta nocturna, organizada para la presentación de la nueva revista Blitzlicht Revue, Haider acudió acompañado de algunos amigos y del secretario general de la BZÖ, Stefan Petzner, un joven de 27 años que en el último lustro había trabajado a su diestra como portavoz personal y organizador de las campañas electorales. Fue Petzner, precisamente, el responsable designado el 12 de octubre por la ejecutiva del partido para desempeñar las funciones de líder hasta la elección de un titular, en lo que pareció ser el cumplimiento de un deseo personal de Haider, que venía dispensando a su protegido un claro favoritismo. Entre tanto, el cargo de gobernador de Carintia recayó, también en funciones, en el vicegobernador Gerhard Dörfler.

Los elogios de los dirigentes políticos, no sencillos de formular por la personalidad controvertida del personaje, y centrados en destacar su talento político y su capacidad para sintonizar con determinadas corrientes populares, precedieron los funerales de Haider, virtualmente de Estado, en Klagenfurt el día 18, que congregaron a unas 30.000 personas. A las ceremonias fúnebres, muy pomposas y coloristas por la participación como escoltas del féretro y el cortejo de numerosos soldados del Ejército, policías, bomberos, portaestandartes uniformados y guardias de honor vestidos con indumentarias tradicionales carintias, asistieron el presidente Fischer, el canciller Gusenbauer, el vicecanciller Molterer, el ex canciller Schüssel, el aspirante a canciller Faymann y otros miembros de la clase política y el Estado austríacos, amén de la plana mayor de la BZÖ y el arzobispo Edmond Farhat, nuncio apostólico en Austria, todos los cuales arroparon a la familia y los amigos del difunto.

Aparte de los políticos locales, pudo verse a Saif al-Islam, hijo del dirigente libio Muammar al-Gaddafi -con el que Haider tenía gran vinculación, no obstante sus mensajes contrarios al islamismo-, una delegación del partido italiano Liga Norte, representantes de regiones italianas y rusas, y miembros de las Burschenschaften, las asociaciones estudiantiles patrióticas. Contrariamente a lo anunciado, no asistieron tres de los más destacados líderes de la ultraderecha y la derecha xenófoba europeas, el italiano Umberto Bossi (de la Liga Norte), la también italiana Alessandra Mussolini y el francés Jean-Marie Le Pen. Tras la misa de réquiem en la catedral de la capital carintia, los restos mortales de Haider fueron sepultados en una capilla en las propiedades familiares en Bärental, en una ceremonia de carácter privado. El 11 de noviembre iba a informarse de la cremación del cadáver.

Transcurridos tres días desde la última despedida al político carintio, y mientras se intensificaban las especulaciones sobre el futuro que aguardaba a la BZÖ, que privado de su fundador y caudillo tal vez se vería abocado a fusionarse con el FPÖ, la prensa sensacionalista volvió a la carga con nuevas informaciones sobre los últimos instantes de la vida privada de Haider. Según Bild y varios medios austríacos, Haider, tras abandonar el club de Velden am Wörther See dos horas antes de morir, mantuvo una fuerte discusión con Petzner. Una vez separados, el gobernador no emprendió el viaje de retorno a casa directamente sino que se paró a tomar unas copas en un bar de Klagenfurt, el Stadkrämer, muy conocido por su ambiente gay, donde fue visto bebiendo vodka con varios acompañantes masculinos, lo que explicaba su estado de ebriedad al volante. Por lo demás, desde hacía tiempo circulaban rumores, apoyados por algunos discretos apuntes periodísticos, en torno a la homosexualidad o la bisexualidad del político derechista. Haider nunca había confirmado o desmentido las insinuaciones sobre su orientación sexual.

El 22 de octubre Petzner, en una entrevista radiada por la emisora Ö3 de la ORF, reveló que él y su mentor habían mantenido “una relación que iba más allá de la amistad”. “Jörg y yo estábamos unidos por algo muy especial; él era el hombre de mi vida”, declaró Petzner con tono muy afectado, para añadir que Claudia Haider no sólo estaba al corriente de su relación íntima, sino que “no ponía objeciones” a la misma. Esta última afirmación fue corregida por una hermana de Petzner, quien explicó a un medio escrito que la ahora viuda “algunas veces se ponía celosa”, ya que su marido pasaba con su amante masculino “tres cuartas partes de su tiempo, incluso los fines de semana y en vacaciones”. Como consecuencia de sus declaraciones, Petzner fue fulminantemente apartado del liderazgo interino de la BZÖ por sus compañeros del partido, aunque luego la decisión fue revocada. Sin embargo, el 19 de noviembre, Petzner dimitió irrevocablemente y el liderazgo interino fue asumido por Scheibner.

Jörg Haider publicó los siguientes libros: Friede durch Sicherheit (1992); Europa der Regionen (1993, en coautoría con Umberto Bossi y Joze Pucnik); Die Freiheit, die ich meine (1993); Befreite Zukunft jenseits von links und rechts (1997); Wofür ich mich meinetwegen entschuldige. Haider, beim Wort genommen (2000, en coautoría con Hubertus Czernin); Beiträge zur Reform der Kärntner Landesverwaltung (2002, obra colectiva); Zu Gast bei Saddam. Im Reich des Bösen (2003); y Bewegung (2004).

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