Karin Silvina Hiebaum – International Press
Se trata del discurso final de Charles Laughton en Esta tierra es mía, el filme de Jean Renoir. Una historia comparada con España
«Me temo que ya no daré más clases, no sé cuánto tiempo me queda aún. Como la lección de hoy será muy breve, he querido elegir un buen libro. Uno que me prestó el profesor Sorel. Todo lo que vais a oír ahora es algo que escribieron grandes hombres. Fue escrito en una noche de entusiasmo hace mucho tiempo, 150 años. Eran hombres de diferente condición (…) y no entraron en polémica. Se pusieron de acuerdo aquella noche maravillosa. Otros hombres querrán destruir este libro. Es posible que acabe en el fuego pero no lo borrarán de la memoria. Vosotros lo recordaréis siempre y de ahí vuestra enorme importancia».
El discurso del profesor Lory en la conmovedora escena del filme de Jean Renoir Esta tierra es mía (de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial) se centra en la Declaración de los Derechos del Hombre pero, salvo por la referencia temporal a esos 150 años, la última lección que imparte el profesor Albert Lory (magistral también la lección de interpretación de Charles Laughton) al final de la película sería perfectamente aplicable a la Constitución Española de 1978, como bien ha apuntado estos días Fernando Navarro García en las redes sociales.
Todas las frases que va pronunciando el personaje de Charles Laughton así lo parecen. «Es algo que escribieron grandes hombres». «Fue escrito en una noche de entusiasmo». «Eran hombres de diferente condición (…) y no entraron en polémica». «Se pusieron de acuerdo aquella noche maravillosa». La siguiente frase que pronuncia Charles Laughton sirve de alerta: «Otros hombres querrán destruir este libro» –no hace falta explicar quiénes quieren destruir el libro magno de los españoles y quiénes han pactado con ellos–. «Es posible que acabe en el fuego, pero no lo borrarán de la memoria», advierte, más que decidido que nunca, el profesor Lory. «Vosotros lo recordaréis siempre y de ahí vuestra enorme importancia», explica a sus alumnos.
El profesor Lory va leyendo los primeros artículos de la Declaración de los Derechos del Hombre. Solo los primeros, porque los nazis esperan para llevárselo.
«Artículo primero. Todos los hombres nacen y permanecen libres con los mismos derechos», lee Charles Laughton 80 años antes de que no todos los españoles tengan los mismos derechos tras el acuerdo entre el PSOE y Junts.
Junts.
«Artículo segundo. La finalidad de los partidos políticos es la de proteger los derechos naturales e inalienables del hombre: el derecho a la libertad, a la legítima propiedad y la resistencia a la tiranía». 80 años después, en España sabemos que no es así.
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«Artículo tercero. El principio de todo gobierno reside en la propia nación: ningún grupo, ningún individuo puede ejercer una autoridad que no emane única y exclusivamente del pueblo». Que se lo digan a Sánchez.
«Artículo cuarto. La libertad nos faculta para poder hacer todo aquello que no perjudique a los demás». Más de lo mismo.
«Artículo quinto. La ley tiene derecho a prohibir… (el profesor Lory interrumpe ahí brevemente su lectura ante los alumnos porque ha llegado su hora –«solo un momento, caballeros–, pide a sus captores) todos aquellos actos que pueden perjudicar a la sociedad».
Ahora sí, el personaje de Charles Laughton se despide de sus alumnos antes de que Maureen O’Hara tome su relevo en la lectura de la Declaración de los Derechos Humanos. El profesor Lory se va, pero a lo grande, sin miedo. «He de irme. No por perjudicar a la sociedad, que sois vosotros, sino porque perjudico a la tiranía».