Karin Silvina Hiebaum – International Press
Quien resiste, gana. Eso habrá pensado Geert Wilders, líder del populista Partido por la Libertad (PVV), tras ganar con claridad las elecciones legislativas en los Países Bajos: 35 escaños, 18 más que en los últimos comicios y con una diferencia de 10 respecto del segundo, la coalición Izquierda Verde/Laboristas, encabezada por el antiguo vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans.
Wilders era el miembro más antiguo de la Cámara de Representantes saliente –ocupó por primera vez su escaño en 1998– y también el más detestado, por medio de un sólido cordón sanitario sujetado por el resto de los partidos. A partir de ahora, en cambio, la vida política de los Países Bajos girará en torno al PVV sea cual sea el desenlace.
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Si se sigue aplicando la regla en vigor desde 1982, según la cual el jefe de la formación con más escaños es el encargado de dirigir el Gobierno, se convertirá en el inquilino de Het Torrentje, la Pequeña Torre, nombre por el que se conoce a la residencia del Primer Ministro en La Haya.
Si, por el contrario, y como parece probable, se configura una coalición anti-PVV, Wilders será el líder de una oposición implacable al Gobierno del «establishment» y de «Bruselas»; esta vez con mucha más fuerza para seguir con su discurso victimista y, también, para perfilarse como inevitable alternativa de cara a las elecciones de 2027.
De momento, la clase política empieza a digerir, lenta y dificultosamente, los resultados de este miércoles. Según se iban conociendo, se intensificaba el cruce de reproches entre los líderes de los partidos tradicionales, que se echaban mutuamente en cara la responsabilidad de la victoria del PVV.
Nervios en los partidos tradicionales
El más duro fue el lanzado por Timmermans a Dilan Yeşilgöz-Zegerius, la candidata del Partido Popular por la Democracia (Vld), y heredera de Mark Rütte, incombustible primer ministro desde 2010, que ha decidido abandonar la política nacional.
Para Timmermans, la principal consecuencia del endurecimiento del discurso migratorio por parte de Yeşilgöz-Zegerius en la recta final de la campaña ha sido el trasvase de un importante sector de votantes hacia el PVV.
Las cifras, en principio, avalarían, a la espera de un análisis más pormenorizado, al político progresista: el Vld pierde diez escaños respecto de las elecciones de 2019. En todo caso, Yeşilgöz-Zegerius es la gran derrotada de estos comicios.
Más no es la única: el antiguo democristiano Pieter Omtzigt, cabeza de lista del Nuevo Contrato Social (Nsc), de centro derecha, que concurría por primera vez a unas elecciones con un programa original que combinaba propuestas de corte populista con otras más clásicas, queda, con 20 escaños, por debajo del objetivo de entre 25 y 30 que él mismo se había fijado.
Le queda el consuelo de que su formación será determinante a la hora de formar Gobierno. Es el único que puede inclinar la balanza de un lado o de otro. Si lo hace hacia la derecha, la suma de sus escaños con los 35 del PVV, los 7 del Movimiento Campesino Ciudadano (Bbb), los 5 del hoy irrelevante Llamamiento Cristianodemócrata –columna vertebral de la política neerlandesa durante 70 años– y los 3 del conservador Cristianos Unidos, se quedaría a 6 de los 76 de la mayoría absoluta.
En caso de que decida optar por la reedición de una coalición de «las de siempre» con un Timmermans que aceptase matizar las vertientes más radicales de su programa, con el Vld, y la formación de centro izquierda D66 –que aporta 10 escaños–, los Países Bajos darían ciertas garantías a la Unión Europea y a los mercados financieros, pero al precio de dar la espalda a las demandas de buena parte de su población.