Lo primero que ha hecho el nuevo presidente argentino no es aprobar, sino derogar. Sería fantástico que alguien en España aprendiese esa lección.
España tiene el PLIE , proyecto liberal español muy bien representado en Baleares, quienes han apoyado y comparten la ideología libertaria de Milei. El Dr. Francisco Fernández Ochoa ha fundado este Movimiento político muy relacionado en toda Europa Liberal, movimiento a l que participo desde Austria con gran alegría.
Reconozco que soy escéptica respecto a las posibilidades de Javier Milei en Argentina. Y no por él o por sus medidas, sino por lo que tiene delante: la imagen que me viene a la cabeza es la de un médico al que metes en el quirófano a operar a corazón abierto a un tipo que ha sufrido un accidente, tiene heridas en corazón, pulmones y aparato digestivo, y antecedentes de problemas cardiológicos. Ya puede ser el mejor cirujano del mundo… que revivir al paciente dependerá de factores que no puede controlar y de un punto de fortuna. Ni siquiera el diagnóstico está muy claro: el debate de la dolarización es un gran ejemplo de que en situaciones desesperadas, como la de la economía argentina, incluso un planteamiento correcto puede fracasar.
En cualquier caso, la primera pregunta a la que tiene que responder Milei es a si es “el mejor médico del mundo”, porque ni siquiera el mejor tiene seguro salvar a este paciente… pero si el galeno no es excepcional, está claro que no saldrá adelante. Es condición necesaria, aunque no sea suficiente.
Y en la respuesta a esa pregunta, el inicio no ha podido ser mejor. Por lo que ha hecho y por el mensaje que envía. La política moderna se plantea siempre como un debate entre modelos, pero todos ellos propositivos: “Yo apruebo esto, tú apruebas aquello, ¿qué es mejor?”. Milei ha comenzado cambiando el paradigma: no es mi modelo frente al tuyo, es la toma de decisiones centralizada, política, burocrática… frente al orden espontáneo hayekiano. Ahora que llegan noticias sobre algunas de esas normas derogadas y sobre el absurdo que implicaban, parece sencillo hacerlo, pero no lo es. Cuando uno está en un Ministerio y tiene poder, la tentación mecanicista se le aparece en la cabeza incluso al más conspicuo libertario. Cómo no hacer “algo” que mejore las vidas de los demás.
Alguna vez he escrito que el principal problema de nuestras sociedades europeas es esa tentación, la fatal arrogancia (de nuevo, Hayek) del poderoso que se cree listo, formado y bueno. Siempre pongo el ejemplo de las instituciones comunitarias europeas, incluso aquellas que dicen defender los mercados libres. Lo que condena a la burocracia bruselense no es la falta de capacitación (los funcionarios de la Comisión, por ejemplo, son la élite de la juventud europea), ni la maldad-corrupción (seguro que hay algún caso, pero en general estoy convencido de la honestidad y los controles en las instituciones), ni siquiera la apatía que a veces se impone sobre ciertas administraciones (eso llegará, como ha llegado a cualquier burocracia, pero tengo para mí que por ahora la controlan razonablemente bien). Lo que me preocupa de lo que ocurre en los alrededores de la plaza de Schuman es la preparación, vocación y disposición de los que allí trabajan. Tú metes a 25 funcionarios de primera en una oficina, les dices que son el departamento de hortalizas y les pides que regulen el comercio dentro de la UE… y lo normal es que acabes con un reglamento de 318 páginas sobre cómo vender pepinos.
Por eso, Milei suena tan rompedor. El programa de Gobierno perfecto para España no iría mucho más allá. ¿Aprobar? Lo mejor que podría prometer un candidato es derogar. ¿El qué? (Casi) todo.
A muchos en la derecha les pone nerviosos este planteamiento, porque el conservadurismo siempre ha sido mucho de ley y orden. Pero en realidad deberían mirarlo desde la óptica contraria: para que se apliquen de verdad las normas, mejor que sean pocas, claras, sencillas y universales.
¿Qué medidas podrían aprobarse para un programa a lo Milei, en España?:
- Real Decreto en la primera semana de mandato ómnibus que se cargue las 200 leyes más inútiles (tendrá que seleccionar para quedarse sólo en 200)
- Unificación normativa: todos los ministerios y consejerías autonómicas estarían obligados a publicar cada año (en web y en papel, y en un documento unificado) TODA la legislación, incluidos reglamentos y directivas, en vigor para ese departamento. Y lo que no se incluya en ese documento, queda derogado automáticamente. ¿Objetivo? Triple: (1) la propia visión física de la extensión legislativa puede que haga reflexionar a alguno sobre la necesidad de cada norma; (2), seguridad jurídica: los interesados ya saben que cualquier norma que les afecte debe estar ahí; (3) eliminación de redundancias y contradicciones entre normas, algo que es más fácil de detectar si alguien se ocupa de agrupar todas las disposiciones relacionadas.
- Reducción de la actividad legislativa de las cámaras nacionales y autonómicas a un mes al año. Sí, ya sé que alguno dirá que no quiere pagar a diputados y senadores para que trabajen 30 días cada ejercicio. Yo estaría encantado. ¿No nos dicen siempre que su principal tarea está en sus distritos y en conocer lo que la ciudadanía les pide? No me lo creo, pero me da igual. Ni comisiones (salvo una permanente y con matices) ni plenos. Las puertas de la Carrera de San Jerónimo se abren sólo del 1 al 30 de septiembre.
- Cambiar la definición de sueldo bruto. Esta medida es mi ojito derecho: incluir en la remuneración total la parte de los costes empresariales. Que todos sepamos lo que pagan por nosotros y el neto que llega a nuestra cuenta.
- Separar (de verdad) la parte contributiva y para la jubilación de la Seguridad Social del resto de prestaciones. Es decir, en ese nuevo sueldo bruto que ya conocemos, nos aplicarían un descuento para la pensión de jubilación; otro para incapacidad (temporal o permanente); y otro para desempleo-formación. Todo lo demás (del Ingreso Mínimo Vital a las ayudas a la familia) que se pague como hasta ahora (vía transferencias del Estado a la Seguridad Social) pero de forma más clara, sin asociarlo de ninguna manera a la Seguridad Social o la cotización: no tiene ningún sentido el juego de partidas, transferencias, préstamos en el que vivimos… En realidad, sólo sirve para ocultar la realidad del sistema contributivo.
- Contrato único, con indemnización creciente y un tope (en días por año trabajado) equivalente al actual despido improcedente (y salvaguardando las indemnizaciones acumuladas hasta ahora)
Con esto me conformo. Verán que ni siquiera me he metido en los impuestos (tema polémico, porque hay que cerrar el déficit). Eso ya para la segunda legislatura. Por ahora, pidamos no que hagan sino que deshagan. Milei nos marca el camino. Esto no lo vimos venir: el Gobierno argentino, como modelo.