La fuerza actual del socialismo estriba en que se ha perdido de vista su más seria y duradera versión, el marxismo-leninismo, o sea, el comunismo.
Por pura casualidad o por el «seguro azar» del poeta, el discurso de MILEI en Davos ha coincidido con el centenario de la muerte de Lenin, creador del primer estado totalitario de la historia, la URSS, testimonios forense, inmenso cementerio probatorio de la auténtica naturaleza criminal del comunismo, o «socialismo real». Y como el mejor homenaje a un genocida es ajusticiarlo, Milei denunció el luctuoso pasado, los más de cien millones de muertos, y sobre todo el viscoso presente del comunismo, que ya no se apoya en la lucha de clases, sino en la de sexos, el alarmismo climático, el indigenismo o cualquier otra herramienta capaz de explotar la debilidad de Occidente, que, como bien dijo, está en peligro ante el avance de todas estas formas de socialismo. Y por culpa de las élites del propio Occidente
La fuerza actual del socialismo estriba en que se ha perdido de vista su más seria y duradera versión, el marxismo-leninismo, o sea, el comunismo, y el discurso de Milei, que dedica mucho espacio a las tendencias keynesianas que Hayek critica en Camino de servidumbre, y a lo que llama «escuela neoclásica», aquí socialdemócrata, que critica al mercado lo suficiente para arrogarse el papel de corregirlo, no olvida a los cien millones de muertos. Milei censura que, con el aguachirle biempensante de la palangana intervencionista, arrojamos al niño de la propiedad y la libertad. Vayamos, pues, en homenaje al que se ha convertido en un líder universal de los amigos de la Libertad, a actualizar algunas ideas básicas sobre el comunismo.
Dos biografías recientes de Lenin
Acaba de publicarse en español, con un prólogo escrito justo antes de morir, en 2023, el Lenin de Heléne Carriére D´Encausse(Espasa, 2024). Es una biografía acreditada y la autora es una de las grandes expertas en Rusia. Tiene una primera versión ya antigua, en Lenine (Fayard 1998) aunque su larga serie de libros sobre Lenin y Stalin arranca en los años 70, y cabría destacar Staline. L´ordre par la terreur (Flammarion 1972). Sin embargo, la tentación de «contextualizar» en la historia rusa el fenómeno comunista es una constante en los especialistas en Rusia, China o Perú.
El caso más grosero es la biografía de Mao –Le Singe et le Tigre. Mao, Un destin chinois, de Alain Roux, Larousse 2009– que trata de «contextualizar» en la historia china sus crímenes, hasta dejar en la sombra la autoría y justificación comunistas. Con los recientes de Dikotter que cito en Memoria del comunismo, el mejor sigue siendo Mao, la historia desconocida, de Jung Chang, (Taurus 2016), Y sobre el régimen soviético Lenin, el inventor del totalitarismo, de Stephen Courtois (La Esfera, 2021) que tuve el honor de prologar.
El error de D´Encausse es presentarnos a Lenin como alguien que quiso sacar a Rusia del «asiatismo» para convertirla en plenamente europea. Pero Lenin y el marxismo-leninismo, fórmula universal del comunismo, no son fenómenos propios de una tradición política nacional, sino algo que en su origen es alemán –Marx, traducido y popularizado por Plejánov– y en su desarrollo niega la tradición pacifista-bucólica de Herzen y, si incorpora el terrorismo del partido social revolucionario o «eserista», es en el sentido de Netcháev. La primera víctima de Lenin fue precisamente la Rusia de 1917, una república presidida por un socialdemócrata, Kerenski, cuya Duma cerró tras perder las elecciones, de diciembre, ya celebradas tras el golpe de Estado de Octubre. Desde entonces, salvo el lapso de Yeltsin, es Estado soviético se mantiene en Rusia, como prueba la invasión de Ucrania. De hecho, Lenin se estrenó invadiendo Polonia, aunque Varsovia resistió. El imperialismo ruso es un factor local movilizador del comunismo, que, por su propia naturaleza, es imperialista e intervencionista en todo el mundo. Por eso Milei, en Davos, hace un discurso universal contra el comunismo.
Aunque Milei truena contra el Estado y se ha impuesto el deber de restituirlo a sus límites razonables, sin gobernar la vida de los ciudadanos, lo cierto es que está tratando de levantar un nuevo Estado, en línea ortodoxa y alberdiana, pero Estado al fin. El plan de reforma de Sturzneger, un trabajo de dos años del principal asesor económico de Patricia Bullrich hasta que perdió las elecciones y, por patriotismo, se unió a Milei, está en la base de su inmenso plan de reconstrucción legal de Argentina. Y no tiene nade de anarco-capitalista. Es liberalismo templado, eficaz, al servicio de un país que necesita recuperar el derecho a la vida, a la propiedad y a la Ley, sin los que no tendrá libertad. Pero los ocho ministerios de Milei son de orígenes liberales muy diversos. No era igual Milei que Villarruel, ni ellos que Bulrich, ni Martin Menem que Espert, ni Francos que Cúneo, ni Mondino que Pettobello.
El patriotismo argentino y la reconstrucción de un Estado liberal
En realidad, lo más conmovedor del Gobierno Milei es su carácter patriótico, en el sentido más nítido del término. Todos son conscientes de que Milei, con su fuerza, su gancho popular y su falta de compromisos ha brindado a su nación la última posibilidad de no acabar como Venezuela. Y están luchando a brazo partido, Adorni cada día, para hacer frente a las dos conspiraciones previsibles para derribarloantes de poder reformar el país: la de los sindicatos y el peronismo y la de los periodistas progres, fatuos y pautados
No hay una sola entrevista de ninguno de ellos que no haga hincapié en la razón moral que les asiste para defender la vida, la educación, la subsistencia y la mejora, en un tiempo razonable, de la aperreada vida de 46 millones de argentinos, más de la mitad de los cuales, sobre todo los jóvenes, han confiado en el LocoMilei. Ya escribí aquí que sólo un loco podría creer que Argentina tenía arreglo. Lo que no sospeché es que el loco fuera capaz de reunir a tantos cuerdos, tan quijotes como él, capaces de subordinar el ego, ese argentino que todos llevamos dentro, a las necesidades de la nación, de una comunidad política, que, en la práctica, lejos del academicismo libertario, tratan de reconstruir.
Milei en Davos me ha encantado. Al decirles a los empresaurios y sus socios de la casta política que son los máximos responsables de los crímenes contra los pobres, representaba a los amigos de la libertad de todo el mundo. Y encima, en español. Pero lo que está haciendo y diciendo en el Poder me gusta todavía más. Si alguien me hubiera dicho que un día llegaría a envidiar a los argentinos, me habría reído. Hoy no tengo duda de que tienen más razones para la esperanza que los españoles. Y la razón se llama Javier Milei. Ojalá viva muchos años y su gobierno dure, al menos, cuatro. Será como escupir a la momia de Lenin. Un deber y un placer