La defensa de la libertad es el eje fundamental de la obra y vida de quien proporcionó de modo efectivo el modelo de la Constitución argentina de 1853.
Veinte años después de la muerte de Adam Smith, nació en Tucumán (Argentina), Juan Bautista Alberdi, un personaje imprescindible en el programa político, económico y cultural de Javier G. Milei, Presidente de la Argentina, para salvar de la catástrofe a su país. No hay discurso del profesor Milei que deje de recordar la figura y la obra de Alberdi, nacido en 1820 y muerto en 1884, creador de los fundamentos políticos, económicos y culturales que hicieron de la Argentina, durante una buena parte del siglo XIX y comienzos del XX, uno de los países más prósperos y ricos del planeta tierra. Su obra Bases, escrita en 1852 al caer el tirano Rosas, proporcionó de modo efectivo el modelo de la Constitución Nacional, promulgada el año siguiente.
La Constitución argentina de 1853 refleja de modo programático la filosofía de Alberdi, a saber, libertad, libertad y libertad. Perdonen la hipérbole, pero la defensa de la libertad es el eje fundamental de la obra y vida de Alberdi: afianzar las ventajas del progreso en libertad y asegurar la libertad de trabajo e industria, el libre comercio marítimo y terrestre, y darle seguridad a la población dispersa por todo el territorio, están recogidos con nitidez en este texto fundacional de la Argentina. Junto a la defensa de la libertad, Alberdi fue un defensor insobornable de la idea de Nación-Estado, pues nadie mejor que él combatió la provincia de Buenos Aires, cuando prefirió separarse de las otras provincias para continuar gozando de las rentas de su Aduana. Alberdi batalló sin descanso contra los intereses egoístas porteños por todas las cortes de Europa en defensa de la nacionalización de la Aduana de Buenos Aires que recogía la Constitución de 1853. Su campaña fue, además de brillante, efectiva para impedir que Buenos Aires fuese entendida como una nación distinta de la Confederación Argentina.
Aparte de la defensa de la libertad y de la nación, otras grandes ideas y creencias comparten Juan Bautista Alberdi, uno de los padres fundadores de la patria Argentina moderna, con Adam Smith, el otro autor más citado por el presidente Milei entre los «clásicos» de la ciencia económica. Por ejemplo, es especialmente atractivo para nuestro tiempo de falsos tecnócratas, el afán, entre la creencia y la idea —en el sentido que le da a estas palabras Ortega y Gasset—, del británico y el argentino por hacer compatibles moral y economía. La filosofía moral no puede desligarse de la economía, y viceversa. Esa voluntad por no desligar nunca la teoría económica de lo problemas morales y políticos es permanente en el tiempo y sostenida con inteligencia en todas sus obras. Se diría que esa voluntad ha sido convertida por Milei en el eje capital de su política. Tan importante como la lucha económica y social, dirían algunos de nuestros coetáneos, es la batalla moral. Cierto. Es imposible sin dar la batalla de las ideas, de la cultura, de la defensa moral de la libertad, llevar a cabo con éxito un programa económico emancipador. Sin compromiso ético por parte del investigador no es viable una doctrina económica capaz de liberar a los individuos de las cadenas del igualitarismo planificado por el Estado. El compromiso ético de Smith y Alberdi acompaña a Milei en ese camino hacia la libertad tanto como sus propias doctrinas.
Es obvio que la obra de Smith es infinitamente más conocida que la de Alberdi, pero no por ello debemos decir que es menos importante para todos nosotros, o sea, para la Argentina y todos los países de Hispanoamérica, incluida España entre ellos, y para el presidente Milei en particular. No es casual ni retórico que Milei elija, entre los tres grandes juristas y políticos de la Argentina naciente en 1853, a saber, Bartolomé Mitre, presidente de 1862 a 1868, Domingo Faustino Sarmiento, presidente de 1868 a 1874, y Juan Bautista Alberdi, que vivió casi cuarenta años en el exilio, a este último por más liberal y refinado en el análisis ético, filosófico y, seguramente, económico. Milei muestra una gran capacidad histórica y filosófica para poner a Alberdi por cima de Echeverria y Sarmiento, los otros padres fundadores de la filosofía argentina. La razón de esa superioridad es sencilla de entender: Alberdi no sólo es un pensador político sino quien puso las bases de la filosofía de Hispanoamérica; como han sugerido Korn, Ingenieros y, sobre todo, ha ratificado y estudiado con precisión José Gaos. Alberdi fue el pensador que en su época, y quizá también en la nuestra, ha formulado mejor que nadie «lo que debe ser el pensamiento de la América española —y de España—».
En la tradición del viejo americanismo literario, Alberdi abrió caminos para el desarrollo de un genuino americanismo filosófico. Su celebérrimo texto Ideas para presidir a la confección del curso de filosofía contemporánea, un curso que tuvo que dictar en Montevideo, durante uno de sus múltiples exilios, en 1840 (aunque por error de dicción aparezca 1842), tenía como horizonte Hispanoamérica: «Es así como ha existido una filosofía oriental, una filosofía griega, una filosofía romana, una filosofía inglesa, una filosofía francesa y como es necesario que exista un filosofía americana». Desde esta perspectiva hispanoamericana, la postulación de una «filosofía americana» fue, durante mucho tiempo un asunto aislado y original, pero hoy está tan vigente como en su tiempo, porque la filosofía en lengua española, salvo raras excepciones, sigue seleccionando y discutiendo las filosofías que se hacen en otras lenguas y culturas para provecho propio. En efecto, en la actualidad, como en tiempos de Alberdi, recurrimos a otras filosofías que puedan ser útiles para nuestros propios enfoques: «En el deber de ser incompletos, a fin de ser útiles, nosotros nos ocupamos sólo de la filosofía del siglo XIX; y de esta filosofía misma excluimos todo aquello que sea menos contemporáneo y menos aplicable a las necesidades de nuestros países, cuyos medios de satisfacción deben suministrarnos la materia de nuestra filosofía».
Milei sabe bien que Alberdi no es un autor sólo para Argentina sino para toda Hispanoamérica. Y, lo que es más importante, ni para Alberdi ni para Milei Hispanoamérica es tierra de experimentos totalitarios; ningún país de la América hispana es lugar apropiado para experimentos políticos y antropológicos que nos lleven, expresado con el espíritu del liberal venezolano Carlos Rangel, del reino del buen salvaje al de la utopía revolucionaria. Los hispanoamericanos, como escribiera Alberdi en sus Bases y puntos de partida para la organización política de la República, «puede que cambiaran de maestros: a la iniciativa española ha sucedido la inglesa y la francesa. La Europa de estos días no hace otra cosa en América que completar la obra de la Europa de la Edad Media (…). Nosotros, europeos de raza y civilización, somos dueños de América (…). En América todo lo que no es europeo es bárbaro: no hay más división que ésta: 1/ el indígena, es decir, el salvaje; 2/ el europeo, es decir, nosotros, los que hemos nacido en América y hablamos español, los que creemos en Cristo y no en Pillán (dios de los indígenas)».
La inactualidad filosófica de Juan Bautista Alberdi, el ciudadano de la soledad, como le llamó Pablo Rojas Paz en una acertada y ya clásica biografía del tucumano, es aún muy actual. Estoy convencido de que Milei ha leído con atención y provecho las dos obras citadas de Juan Bautista Alberdi. Quizá las tuviera, durante su tiempo de formación intelectual, como libros de cabecera. Mas creo que, entre la inmensa obra de Alberdi, hay una que hace las delicias de Milei. Me refiero a la titulada La omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual, escrita en 1880. Sospecho que aún hoy la repasa, sobre todo, para percatarse del fracaso que este libro ha tenido en la Argentina del peronismo sin remedio. Esta obra sigue siendo un acicate para que Argentina se equipare con las grandes naciones de la tierra y no para extasiarse con cantos retóricos a la libertad, sino para llevarla a cabo. Milei ha aprendido bien la lección de Alberdi: «Los americanos del norte no cantan la libertad pero la practican en silencio. La libertad para ellos no es una deidad, es una herramienta ordinaria, como la barreta o el martillo». He ahí el centro del programa político de Milei: libertad de las personas y libertad de comercio. Y acabar con la omnipotencia del Estado frente a la libertad de los individuos y del mercado. Para un proyecto refundacional de la Argentina del siglo XXI, como es el de Milei, no existe otro mejor estro que la idea de libertad de uno de sus padres fundadores, Juan Bautista Alberdi.
Pero Argentina, mientras Europa se dividía a causa del nazismo, fue refugio de muchos exiliados europeos. «Argentina significó nacer de nuevo para muchos europeos. Decía Octavio Paz que así como los mexicanos desciende de los aztecas y los peruanos de los incas, los argentinos descienden de los barcos. Y es cierto. Significó mucho para los inmigrantes y mucho para el país. Argentina pudo ser un gran país gracias a los inmigrantes y no lo fue por culpa de los argentinos. Es un país difícil»…