El ataque de Irán a Israel suscitó una reacción inédita en el gobierno argentino, poniendo sobre la mesa una pregunta que se instaló en la agenda pública y se replicó en diarios y canales de televisión, referentes políticos y analistas.
Con el antecedente de los atentados a la comunidad judía local en los noventa que, según atribuyó recientemente la justicia, habrían sido motivados por el giro de la política exterior de Carlos Menem, el punto de debate es si el posicionamiento de Javier Milei no implica un peligro para la seguridad nacional.
Milei se encontraba en Estados Unidos en medio de una gira presidencial que tenía a Dinamarca como próximo destino. Pero, ante la escalada de violencia en Medio Oriente interrumpió, su viaje oficial.
La decisión de regresar de urgencia a Argentina fue para encabezar un comité de crisis, pese a que no existió ninguna comunicación oficial que diera cuenta de una eventual amenaza.
El proceder del jefe de Estado sobre el conflicto en Medio Oriente es una novedad en la política exterior del país de los últimos años.
En los meses de gobierno y, teniendo en cuenta también las declaraciones que Milei hizo en campaña, el líder de La Libertad Avanza demostró que busca un alto perfil mediante un declarado pronunciamiento en favor de Israel que no admite matices. Algunos de los gestos que dan cuenta de esto son su anunciada intención de trasladar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén, igualar a Hamas con el nazismo y sostener que no se está cometiendo ningún exceso en la respuesta israelí en Gaza frente a los ataques del 7 de octubre, que ya dejó más de 30.000 muertos, según el Ministerio de Sanidad del enclave asediado.
Se suma ahora un nuevo capítulo que profundiza su “compromiso inclaudicable” con ese país, cuando el gobierno argentino incluye al embajador de Israel en Argentina, Eyal Sela, en la reunión de gabinete de urgencia convocada luego de las acciones de Irán.
Si bien horas más tarde Milei matizó diciendo que el embajador solo participó del momento previo para exponer sobre la situación en el territorio, es cierto también que hubo un posterior comunicado de Sela con el portavoz de la Casa Rosada, Manuel Adorni, que refuerza la postura del gobierno.
En una carta, el propio presidente de Israel, Isaac Herzog, agradeció el apoyo del mandatario argentino: “Ha sido un amigo y aliado leal”.
El fantasma de los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA
A la historia argentina le pesan dos atentados contra sedes de la comunidad judía local ocurridos en los noventa: un ataque a la Embajada de Israel y otro a la mutual judía AMIA.
El 17 de marzo de 1992, la sede diplomática israelí, ubicada en el centro de la Ciudad de Buenos Aires, sufrió una explosión que arrasó con todo el edificio. Entonces murieron 29 personas y cientas resultaron heridas. La Corte Suprema de Justicia de Argentina probó que para perpetrar el hecho se utilizó un coche bomba y responsabilizó al grupo extremista islámico Hezbollah, pero hasta el momento nadie fue arrestado ni enjuiciado.
Dos años más tarde, el ataque se replicó en la mutual judía AMIA, el 18 de julio de 1994. Esta vez fueron 85 víctimas fatales y hubo alrededor de 300 heridos. En pocos meses se cumplen 30 años de lo ocurrido y, si bien hay detenidos en la causa, no son detenciones relacionadas con la ejecución, sino por hechos de encubrimiento durante la investigación.
Familiares de las víctimas advierten que ese proceso judicial entorpecido generó daños irreversibles en la causa que truncan las posibilidades de conocer la verdad.
El 11 de abril, el máximo tribunal de Argentina concluyó que parte de las motivaciones de esos ataques terroristas tuvieron que ver con decisiones del entonces presidente Carlos Menem, en un giro de sus relaciones internacionales que implicó un quiebre de compromisos con Irán y un alineamiento directo con Estados Unidos e Israel.
“La selección de nuestro país como objetivo no resultó azarosa (…) La decisión unilateral del gobierno argentino (motivado en un cambio de la política exterior de nuestro país operado entre fines de 1991 y mediados de 1992) de rescindir tres contratos de provisión de material y tecnología nuclear acordados con la República Islámica de Irán”, dice el texto del fallo.
Después de ese dictamen, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán, Nasser Kanaani, rechazó las acusaciones, alegando que se trataba de un fallo de carácter político.
En diálogo con CNN en Español, Andrés Cisneros, ex vicecanciller argentino del gobierno menemista, dice que no hay una respuesta definitiva a lo ocurrido: “Ni a favor ni en contra. No se puede probar que la suspensión de esos vergonzosos tratados fueran la causa, pero tampoco se puede probar lo contrario”.
Durante la presidencia de Menem (1989-1999), la relación argentina-iraní pasó de ser colaborativa los primeros dos años a sufrir un quiebre significativo. A comienzos de su mandato, entre 1989 y 1990, delegaciones del gobierno argentino establecieron negociaciones con Irán de tipo nuclear y comercial, basadas en tratados anteriores a ese período. En ese marco, se firmó un acuerdo que tuvo carácter confidencial.
Sin embargo, meses más tarde, el acercamiento de Menem con Estados Unidos, que devino en la participación de Argentina en la Guerra del Golfo, el desmantelamiento del proyecto del misil Cóndor y el fin de la cooperación nuclear con Irán, tensó el vínculo del país con Medio Oriente.
Domingo Cavallo, excanciller y ministro de Economía del menemismo, contó en una serie documental que fue el propio George Bush padre quien le solicitó el desmonte del misil Cóndor, en su primer viaje oficial a EE.UU., en 1991.
Poco después, siempre según el testimonio de Cavallo, tras un encuentro tenso con el líder libio Muammar Khadafi, Menem advirtió: “Qué problema, parece que los muchachos le prometieron el Cóndor (…) tenemos que olvidarnos de este proyecto que nos va a traer dolores de cabeza”.
Cisneros explica a CNN que el punto era que no podían vender armas a países que no aceptaban el control de las Naciones Unidas y que Irán no aceptó la auditoría.
“Cuando llegamos al gobierno, consideramos que Argentina estaba muy aislada por su conducta de muchos años que despertaba la desconfianza del mundo occidental y queríamos recuperar el respeto que habíamos perdido”, dice.
El exfuncionario manifiesta su apoyo a las políticas del actual gobierno de Milei, aunque señala una sobreactuación en las formas.
“La política exterior de Milei, con los cambios de la época, es la misma que impusimos nosotros”, subraya.
Las hipótesis de riesgo para Argentina
Especialistas coinciden en que la reacción de Milei ante el ataque de Irán a Israel el sábado pasado fue una sobreactuación, aunque no necesariamente eso implique una amenaza.
“Hay una exageración de las formas que no es buena. No porque vaya a derivar en un ataque terrorista o vaya a ponernos en la mira de los grupos aliados a la República Islámica de Irán, sino porque es desmesurada para el rol que puede cumplir un país como Argentina”, dice a CNN Martín Schapiro, analista en relaciones internacionales.
“Incluso, cuando uno mira qué es lo que están haciendo las potencias, tiene que ver con evitar un conflicto mayor y esa parte en el posicionamiento de Argentina está ausente”, advierte, pero subraya un punto a considerar: “Pensar que Argentina se tiene que posicionar en política exterior de acuerdo a eventuales amenazas es una idea, por lo menos, discutible”.
En diciembre, con el actual gobierno recién llegado al poder, Argentina fue uno de los 23 países en abstenerse en la votación de la Asamblea General de la ONU sobre un alto el fuego en Gaza, mientras que 153 votaron a favor y solo 10 en contra.
En esa misma línea se pronunció la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, esta semana: “Los mensajes políticamente correctos como el llamamiento a la paz no son la posición argentina”, dijo ante la prensa local. “Nosotros estamos con Israel por convicción. Estamos con Estados Unidos y con el mundo occidental porque creemos en la filosofía de la democracia, de la defensa de los derechos humanos, de los países libres”, agregó.
Ezequiel Kopel, periodista argentino y autor de numerosos libros sobre Medio Oriente, agrega que esa “sobrerreacción” de Milei está basada principalmente en una decisión personal. “Pareciera que Milei mezcla sus opiniones con la política de Estado”, explica.
Al igual que Schapiro, no suscribe a la tesis de amenaza latente en adoptar esa postura. “No creo que porque apoyemos a Israel vayamos a recibir un atentado (…) Tampoco considero que esté claro que lo que pasó en los noventa (los atentados) haya sido por el alejamiento del antiguo presidente en favor de Estados Unidos”, dice Kopel.
Supuesta amenaza terrorista causa roce con vecinos
Una de las hipótesis que se investigó en la causa AMIA fue el posible ingreso de Hezbollah por la triple frontera de Brasil, Paraguay y Argentina.
En este contexto de extrema sensibilidad por los ataques en Israel, pero también por el antecedente argentino, Bullrich dijo en una entrevista televisiva que se tenía conocimiento de la presencia “células” de Hezbollah en esa zona, así como también en Chile y Bolivia.
La ministra agregó que la firma de un acuerdo entre Bolivia e Irán en 2023 permitió el ingreso de miembros de la Guardia Revolucionaria Iraní que implicarían una amenaza para la región.
Rápidamente, los países señalados rechazaron esas acusaciones. En el caso de Chile, el propio presidente Gabriel Boric respondió de manera contundente: “Estas declaraciones por la prensa a mí no me parecen, y vamos a hacer llegar una nota de protesta mediante Cancillería. Acá yo exijo respeto para con nuestro país”, dijo, y explicó que hay varios operativos permanentes para desarticular bandas criminales en el territorio. Además, pidió que, en tal caso, se compartiera la información correspondiente.
Finalmente, Bullrich ofreció sus disculpas.
Por su parte, la Cancillería boliviana negó que su país “proteja en sus fronteras a personas que siembren el terror, la inseguridad y la zozobra” y exigió que el gobierno argentino se retractara.
Mientras que la Embajada de Irán en ese país también rechazó “categóricamente” los dichos y dijo que “no hay ningún miembro del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica en Bolivia”.
Hasta el momento, la ministra Bullrich no volvió a pronunciarse sobre el tema ni documentó sus declaraciones.
Una diplomacia ideológica de dudoso rédito nacional
Más de un analista señala que Milei rige su diplomacia más por sus inclinaciones ideológicas que por el interés nacional, aunque no es el único líder que aplica estos parámetros en su política exterior.
“Lo vemos en otros gobiernos de derecha a nivel global que han hecho del apoyo a Israel una bandera que tiene que ver con un occidentalismo y con un alineamiento en el cual ese país aparece como un emblema (…) Recordemos las manifestaciones de la derecha brasileña en las se hacían visibles, junto con la bandera de Brasil, la de Estados Unidos y la de Israel”, agrega Schapiro.
Entonces, ¿cuál es el rédito para Argentina en un alineamiento hiperoccidentalista?
“Podríamos pensar que Milei espera que este apoyo irrestricto a Israel se vea compensado en el futuro económicamente por Estados Unidos, pero lo cierto es que no está claro que vaya a ser así”, dice Kopel.
“En este mundo multipolar, incluso es un riesgo para la política no solamente bilateral sino económica, porque nosotros tenemos un mercado en Medio Oriente, obviamente no es el más importante, pero que no solo está basado en el comercio con Israel sino con otros actores de la región”, advierte.
Por su parte, Schapiro plantea una diferencia en el vínculo con Estados Unidos, en el que reconoce que además del elemento ideológico hay también pragmatismo. Sin embargo, resalta una clara diferencia de contexto respecto de los noventa.
“Era un momento en el cual se acababa de caer el muro de Berlín y el escenario global era verdaderamente unipolar. Había una sola gran potencia, que era Estados Unidos, y no había nadie que le hiciera ningún tipo de contrapeso (…) Hoy, cuando miramos el mundo, hay por lo menos dos grandes potencias y después otros polos de poder. Estados Unidos es un socio muy importante para Argentina, no quiero quitarle relevancia, pero China también lo es y es muy importante para América Latina, particularmente para América del Sur, donde es el principal socio comercial de nuestros países vecinos y el segundo de Argentina, después de Brasil”, dice el analista.
Si bien en un principio el mandatario argentino manifestó que no mantendría vínculos ni con China ni con Brasil, a los que tildó de países con líderes “comunistas”, lo cierto es que una vez en el poder no rompió esas relaciones y bajó el tono.
Una reciente muestra de esto fue la solicitud de una reunión bilateral con el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, según confirmó a CNN un vocero de la presidencia argentina.
“Socio global” de la OTAN
En otro gesto que reafirma su política exterior, el ministro de Defensa argentino, Luis Petri, entregó una carta al secretario general adjunto de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Mircea Geoana,solicitando ser un socio global de la alianza militar.
En 1998, Estados Unidos designó a Argentina como aliado importante extra-OTAN, un estatus que establece privilegios de cooperación militar y económica entre ambos países y que sigue vigente.
Al respecto, el portavoz presidencial de Argentina, Manuel Adorni, dijo que el pedido al que dio curso el ministro Petri “va a permitir al país elevar las capacidades militares y defensivas a través de ejercicios multinacionales y tecnología avanzada, así como participar en debates y decisiones estratégicas”.
El ritmo frenético del nuevo gobierno argentino no da tregua en ningún ámbito, y queda a la vista que lo referido a la geopolítica no será la excepción. Todavía no se cumplen cinco meses desde la asunción de Milei y pareciera que el pie quedó pegado al acelerador.