Rusia ha establecido un férreo control sobre los regímenes militares golpistas instalados en varios países africanos en un proceso que todavía no ha finalizado
l horror vacui de los regímenes militares que rigen los destinos de los Estados del Sahel ante la inminente salida de las tropas estadounidenses y francesas lo ha sabido aprovechar Rusia para extender su control sobre la región.
Con todo, la salida de las tropas estadounidenses –las tropas francesas llevan ya meses de proceso de repliegue– se debe a la presión de las juntas militares de los países del llamado «cinturón golpista» tras los golpes de Estado que desalojaron a los gobiernos legítimos a lo largo de los últimos años.
Mali, Chad, Níger y Burkina Faso, países que tras la ofensiva islamista de 2012 pidieron ayuda a los países occidentales para combatir a los grupos yihadistas, se han echado en brazos del Kremlin, con el que han llegado a acuerdos de seguridad para que las juntas militares conserven el poder, a cambio de acuerdos en exclusiva de explotación de los recursos mineros, en particular, oro, uranio y minerales raros.5
Rusia lleva años en la región con la presencia de los mercenarios del antiguo Grupo Wagner, rebautizado como Grupo Expedicionario. El Grupo Expedicionario no está presente únicamente en el Sahel, sino también en otras regiones africanas, como Sudán, el Congo o la República Centroafricana.
Esta presencia se encuadra dentro de una estrategia global en el continente africano que busca el control político de sus países para garantizarse el acceso a materias primas y suplir así los suministros cortados por las sanciones internacionales al mismo tiempo que las oligarquías de la órbita de Putin aumentan sus riquezas gracias al expolio de las riquezas de los países africanos.
La ola de golpes de Estado en el Sahel comenzó en Mali en agosto de 2020. Le siguió Níger en marzo de 2021 en un fracasado golpe militar, y Chad en abril de 2021 y Burkina Faso en 2022.
Mali sufrió un segundo golpe de Estado en mayo de 2021 que llevó al poder al actual coronel Assimi Goita como presidente de la Junta Militar. También Burkina Faso registró un segundo golpe de Estado en septiembre de 2022 que llevó al poder al capitán Ibrahum Traoré, un importante aliado de Vladimir Putin en la región que no ha dudado en enviar a Ucrania mercenarios africanos para apoyar a las fuerzas rusas en la invasión.
El último eslabón de la cadena golpista del Sahel la volvió a protagonizar Níger, donde en julio de 2023 el general Abdourahamane Tchiani desalojó del poder al presidente Mohamed Bazoum.
En ese contexto hostil, las tropas estadounidenses anunciaron su retirada de sus últimos reductos africanos en Chad y Níger.
Las juntas militares de ambos países reclamaron al gobierno estadounidense que retire sus tropas de dentro de sus fronteras.
Especialmente duro ha sido el golpe en Níger, país que era el principal aliado de Estados Unidos en la región y donde la administración estadounidense invirtió cientos de millones de dólares en su seguridad.
La base aérea de Agadez, a algo menos de mil kilómetros de la capital, Niamey, se había convertido en la piedra angular de las tareas de vigilancia y lucha contra los grupos yihadistas del Sahel.
Estados Unidos, tras la solicitud de la junta militar nigerina, retirará algo más de mil efectivos del país dedicados a las tareas de vigilancia y a entrenar a las tropas locales para combatir a los grupos vinculados con Al Qaeda y Estado islámico.
Francia hizo lo mismo en diciembre de 2023, cuando retiró a 1.500 soldados y aviadores en Níger ante la agresividad mostrada por manifestantes favorables a la junta militar contra la presencia francesa en el país.
El Consejo Nacional para la Salvaguardia de la Patria, organismo creado por los militares como administración central de Níger, no escondió sus intenciones.
Nada más reclamara a Francia y Estados Unidos que abandonara el país, anunció un acuerdo con el Grupo Expedicionario ruso para garantizar la seguridad.