El mejor tenista argentino de la historia pasó por última vez por la provincia en 2015, poco tiempo antes de que su salud comenzara a empeorar.
Es casi imposible encontrar a un argentino que no haya escuchado el nombre de Guillermo Vilas. Aún por fuera del ambiente del tenis, disciplina en la que brilló en la década del 70 y del 80, es reconocido como uno de los deportistas más importantes de la historia argentina. Y tuvo varios pasos por Tucumán; el último de ellos, en 2015.
Por iniciativa de la modelo tucumana Lara Bernasconi, y a beneficio del Banco de Alimentos de Tucumán, Vilas disputó un partido exhibición en febrero de 2015 frente a Gastón Gaudio, otro de los destacados tenistas argentinos. De hecho, son los únicos dos argentinos en haberse consagrado campeones de Roland Garros en la rama masculina.
El lugar elegido para el encuentro fue Tafí del Valle, un lugar que no contaba con cancha de tenis, por lo que debió construirse una específicamente para la exhibición, y luego, lógicamente, ya quedó instalada para los años venideros.
INOXIDABLE. Vilas a punto de sacar, durante su exhibición ante Gaudio. En 2015, LA GACETA / Foto de Osvaldo Ripoll
Guillermo Vilas revolucionó Tafí del Valle
Obviamente, la presencia de “Willy”, campeón de cuatro Grand Slam a lo largo de su carrera, y que llegó a ser número dos del ranking mundial (se está luchando para que se reconozca que alcanzó el número uno), causó un revuelo importante en Tafí.
La distancia con la Capital tucumana, y los más de 2000 metros de altura, no evitaron que las tribunas estuvieran llenas para ver a Vilas mostrar vestigios de su calidad, pese a sus 62 años, durante un partido que terminó a favor de Gaudio, con un score de 11-8, 7-11 y 11-9.
Además del partido exhibición, Vilas y Gaudio dictaron una clínica para niños; durante una hora, les enseñaron algunas cosas a los participantes, y también les dieron algunos consejos. Además, pelotearon con Facundo Palacio, ex tenista en silla de ruedas tucumano (actualmente se dedica al triatlón).
La obsesión de Guillermo Vilas por ser reconocido como el mejor tenista del mundo en 1977
Fue el jugador más grande de la historia del tenis argentino y latioamericano, pero eso no le bastó. Reconstruimos la obsesión de Guillermo Vilas por lograr que la ATP lo reconozca como el mejor tenista del mundo en 1977.
Es el 23 de noviembre de 2008, estoy en Mar de Plata, Argentina, y una parte muy importante de mi historia personal y profesional se me viene encima en forma de amenazante brazo izquierdo con puño apretado.
Puño apretado y rostro contraído. Guillermo Vilas está furioso. Argentina había perdido ese domingo de primavera una indescriptible final de la Copa Davis ante España, final que debía ganar y que entregó en buena parte debido a una acumulación de vicios en los que anidaba lo peor de la argentinidad. Ausente por lesión Rafael Nadal, a los propios jugadores argentinos les parecía inverosímil perder ante Feliciano López y Fernando Verdasco.
Perdieron.
Pero esa es otra historia, y la furia de Vilas no tenía que ver con la derrota de Argentina ante España, sino con un drama deportivo personal: él, el mejor tenista latinoamericano de la era profesional; él, el hombre que marcó los años setenta e inicios de los ochenta en el tenis junto a Jimmy Connors, Björn Borg, John McEnroe e Ivan Lendl, entre otros, era el único de los cinco en no haber sido reconocido como número uno del mundo.
De ese drama había hablado conmigo un año antes, para contar cosas que nunca había contado. La historia no tomó el camino que él esperaba, y Vilas me culpaba a mí de aquello. Vilas, el jugador al que admiré de niño y adolescente, el tenista cuyos resultados seguía por la radio y los periódicos en los ochenta —era muy poco lo que se veía en televisión—, el hombre que había jugado dobles mixtos en Wimbledon con Daria, mi tía, el ídolo que aparecía en fotos junto a mi padre, constructor de canchas de tenis. El enorme personaje que, muchos años después, se enfrentó en un debate televisado con Daria, aquella tía que fue tenista, por cuestiones políticas en torno al deporte de la raqueta: sí, tan grande es el tenis en la Argentina en términos de repercusión.
DIECISÉIS AÑOS DESPUÉS de aquella historia que inicié en 2007 con una grabadora y terminó convertida en documental en Netflix, el brazo izquierdo de Vilas sigue ahí, pero ya no puede golpearme. Y esa es la gran paradoja, dolorosa paradoja, de esta historia. Vilas, que el 17 de agosto cumplió 71 años, sufre una enfermedad neurodegenerativa, un asunto que por años fue tabú para los medios argentinos: muchos periodistas estaban al tanto, pero no escribían ni hablaban del asunto. Ese pacto tácito comenzó a resquebrajarse de a poco, aunque fue Phiang Pathu, la esposa tailandesa de Vilas, la que lo hizo añicos con una serie de fotos que publicó en abril de 2023. En ellas se ve a un Vilas notablemente envejecido, con profundas arrugas en su rostro y mirada aparentemente perdida. Para aquellos periodistas que conocían la historia fue simplemente una constatación, pero para millones de personas que aún guardaban en la retina la imagen del Vilas pletórico fue un golpe devastador. Ese no era el Vilas que recordaban, el dueño de aquel poderoso brazo izquierdo. El ranking de la ATP, que nació el 23 de agosto de 1973, ubicó a Vilas en 1977 como número dos del mundo. Él cree que es una injusticia, y de eso hablamos en junio de 2007 en una cafetería parisina, en el torneo de Roland Garros. Diecisiete meses antes de aquel violento encuentro en Mar del Plata. “¿Realmente crees que en algún momento de tu carrera fuiste el número uno del mundo, Guillermo? Vilas me miró con una semisonrisa ladeada. Habría sarcasmo en ese gesto. Acababa de hacerle la pregunta que más le importaba, algo así como la pregunta de su vida. Tenía algo para contar. Comenzó a hablar y no paró. “Enel 77 fui el 1, el 2, el 3, el 4 y el 5…”. Que el ranking de la ATP nunca lo reconociera como número uno era más que una espina clavada en su alma de deportista: era una perforación en su corazón. Le dolía tanto que estaba dispuesto a hacer algo, algo que no había dicho hasta entonces: “Le pedí a la ATP que hiciera todo el ranking de aquellos años con el mismo sistema de hoy, que hicieran todo el ranking para atrás. Dijeron que iba a traer demasiados problemas. Lo van a hacer cuando estemos muy lejos en el tiempo, pero algún día van a tener que hacer eso”. Vilas hablaba con tanto entusiasmo como muda permanecía en la silla de al lado Phiang Pathu, que cada tanto jugaba con la entonces pequeña Andanin (París, 2003), a la que Vilas, obsesivo con el tenis, buscó convertir en jugadora. En esa conversación me quedó claro que Vilas, por entonces de 54 años, se había convencido de que ser el jugador más grande de la historia profesional del tenis argentino y latinoamericano no le alcanzaba. Y no estaba solo en esa convicción. Me lo dijo una vez Gustavo Kuerten, tricampeón de Roland Garros, durante una conversación con el Cristo Redentor como testigo. «Yo fui el segundo mejor de América Latina Después de Vilas”. Y eso que el brasileño
sí logró llegar al uno, porque fue el mejor tenista del mundo en la temporada 2000. Que el chileno Marcelo Ríos fuera número uno durante seis semanas de 1998 es irrelevante: no ganó ningún título de Grand Slam y no dejó huella profunda en el tenis. Para entender a Vilas conviene dejar claro el contexto en el que se movía en aquellos años. Por un lado, la pasión de los argentinos por el deporte, que en intensidad y visceralidad supera por mucho a la mayoría de los países. Por el otro, la importancia que tiene el tenis en Argentina, un país en el que una cantidad asombrosa de amas de casa, estudiantes, pensionistas y profesionales conocen a los jugadores y siguen día a día lo que sucede en el mundo de la raqueta. Esos dos factores, más la testarudez de Vilas, convertían su caso en prácticamente un asunto de Estado. O al menos en una causa nacional. Su brazo izquierdo, poderoso, musculoso, forma parte de la mitología nacional del deporte y remite a aquella época en la que las grandes estrellas del tenis escribían poesía y tocaban la guitarra, al influjo del flower power de años antes. Tan pero tan diferente a lo que sucede hoy. ¿Cómo era posible que el tenis no lo reconociera oficialmente como el mejor de 1977? Vilas se hizo esa pregunta una y otra vez. Obsesivamente y en soledad.
Ganador de 62 torneos, entre ellos cuatro de Grand Slam, fue número dos del mundo en el final de 1977, una temporada en la que los registros oficiales dicen que conquistó 16 certámenes, entre ellos el Roland Garros y el Abierto de Estados Unidos: dos de los cuatro torneos de Grand Slam. Roscoe Tanner, un estadounidense de poderoso servicio, ganó el Abierto de Australia y Borg conquistó Wimbledon. Pero en el cierre de la temporada el ranking ubicó a Connors como número uno. En realidad, Vilas había comenzado hace ya 46 años el debate acerca de quién fue el número uno de 1977. Tras conquistar el US Open derrotando en la final a Connors, el argentino fue claro: “Con esta victoria soy el número uno, creo que no pueden quedar dudas. De los cuatro grandes torneos yo gané dos, Borg uno y Connors no obtuvo victorias importantes en la temporada. Cuando gane el Grand Prix, ya nadie podrá decir nada”.
EL ARGENTINO, en efecto, ganó ese Grand Prix —la suma de puntos de todos los torneos jugados— con 2.047 puntos, dejando atrás a Brian Gottfried, Björn Borg, Manuel Orantes y Eddie Dibbs. Connors fue octavo. Vilas quedó también en el tope del ranking de ganancias oficiales, con 766.065 dólares contra 458.791 de Gottfried y 428.919 de Connors.
En aquellos años el tenis estaba fragmentado en tres circuitos paralelos —el Grand Prix, el World Championship Tennis (WCT) y el World Team Tennis (WTT)—, y no todos pesaban igual en el ranking de la ATP. Vilas privilegió el Grand Prix, en tanto que la mayoría de los 15 mejores torneos jugados por Connors —que contaban para el promedio del ranking de la ATP— no pertenecían a ese circuito.
En aquella charla de 2007 en la tarde parisina, Vilas le dedicó tiempo a otro de sus temas favoritos a la hora de hablar de ese número uno que no le reconocieron: el ranking no oficial de la revista World Tennis, que tras su éxito en el US Open publicó en portada la foto del jugador con un título inequívoco:
Vilas is number one!”. Cuando le dije que se trataba de un ranking “no oficial”, al argentino se le torció el gesto.
“A mí me divierte eso de ranking no oficial… Era el ranking oficial. Si no, no pueden publicar esa tapa. Esa tapa la publicó solo World Tennis, nadie más, porque era el ranking oficial. El de la ATP era un ranking no oficial, nunca fue oficial hasta 1990”. (…)
“El ranking oficial era el de la ITF [Federación Internacional de Tenis], que empieza a ser oficial en 1978, un año después de lo que me pasó a mí. Ahí se mete la ITF a hacer el ranking oficial y ahí la ATP se pelea con la ITF”. (…)
“Acá hay dos cosas que faltan en el tenis, que todavía no se hicieron, pero las van a hacer en algún momento”, insistió. “La ATP tiene que hacer el ranking de 1990 para atrás. La ITF, que empezó con el ranking en 1978, tiene que hacerlo de esa fecha para atrás, y la ATP de 1990 para atrás”. (…) “Un ranking no te puede castigar, vos no podés ganar un torneo e ir atrás en el ranking. No te pueden castigar por jugar más, no podés ganar e ir para atrás. Si ganás, tenés que sumar”.
Pero Vilas, más allá de que tuviera razón o no, se encontraría con dos problemas: el primero, que la ITF se sacó el asunto de encima (“Nosotros comenzamos a designar al campeón del mundo en 1978, no hay nada que podamos hacer”). El segundo, que la ATP, el ente rector del tenis masculino, no pensaba precisamente darle el gusto.
Poco después de entrevistar a Vilas, hablé con la ITF y la ATP para saber si existía alguna posibilidad de que atendieran su reclamo. El “no” fue casi instantáneo y, cuando publiqué esa negativa, Vilas se enfureció. Dejó de hablarme. Cada vez que le mencionaban mi nombre, el insulto estaba a la orden del día.
“Ustedes tienen un cáncer ahí”, le dijo a un compañero de trabajo cuando lo abordó en el Masters de fin de año en Shangái para entrevistarlo. El cáncer era yo. Y el que en esos meses luchaba contra un cáncer que lo llevaría a la muerte era mi padre, aunque Vilas no tenía por qué saberlo.
Vilas se había sentido expuesto, no le gustó que tras mi entrevista publicara otro texto en el que la ATP y la ITF le decían “no”. Por eso, un año y medio más tarde, en aquella noche de Mar del Plata, estuvo a punto de golpearme cuando lo abordé. La frustración lo superaba.
Y eso que a Vilas lo había acompañado la suerte. Aquella entrevista que hice para la agencia de noticias alemana DPA impactó fuertemente en Argentina y varios otros países. Un periodista argentino y un matemático rumano se interesaron en el asunto. Se propusieron ayudar a Vilas, que a finales de aquel 2007 encontró un aliado inesperado en la WTA, el ente rector del tenis femenino.
LOS JEFES DEL CIRCUITO en el que brillaron Martina Navratilova, Chris Evert y Arantxa Sánchez Vicario, entre otras, reconocían 31 años después que se había equivocado en una serie de cálculos y que a la australiana Evonne Goolagong le correspondía el número uno durante dos semanas de 1976. Todo surgió gracias a la investigación de un exempleado de la WTA, John Dolan. Y no hubo drama: se chequearon los datos, Evert perdió dos de sus por entonces 262 semanas como líder y la historia del tenis femenino sumó un nombre a la lista de las mejores.
La WTA se había equivocado y lo reconocía. Había hecho mal las cuentas y corregía el error. Lo mismo que pedía Vilas. Aquel logro de Goolagong fue un golpe para Vilas. Le daba esperanzas, pero a la vez lo enfureció. ¿Cómo era posible que la australiana, sin buscarlo, obtuviera el nú- mero uno, y él, obsesionado, deseoso, fuerA rechazado?
Esa frustración estalló en la noche de la cena de la Davis en Mar del Plata espoleada por otro detalle que hirió el ego del tenista: la organización de la cena lo situó en una mesa lateral, y no en la central, que era lo que él sentía que merecía. Correcta sensación: Vilas era, en ese enorme salón del Hotel Provincial, el hombre más importante que había empuñado jamás una raqueta. Cada uno de los integrantes del equipo argentino de la Davis debía su existencia como tenista al camino abierto previamente por Vilas.
“Ceno y me voy”, dijo Vilas, furioso, cuando vio la mesa marginal en la que había sido ubicado.
Y se estaba yendo cuando lo abordé: “Guillermo, ¿te parece bien decir que soy un cáncer?”.
Florencio Aldrey Iglesias, argentino, gallego y dueño del hotel y de media ciudad de Mar del Plata, se interpuso cuando Vilas estaba ya dispuesto a pegarme. Juan José Moro, legendario periodista especializado en tenis, hizo lo mismo.
Vilas se fue mascullando insultos, yo me fui en la dirección opuesta preguntándome cómo aquella entrevista de 2007 pudo desatar tantos demonios.
Al fin y al cabo, aquella conversación en París le había dado una gran oportunidad. Impulsados por mi entrevista a Vilas, y luego por el caso Goolagong, dos obsesivos unieron fuerzas: Eduardo Puppo, un riguroso periodista argentino que vive el tenis con alma y obsesión, y Marian Ciulpan, un matemático rumano. Se dispusieron a demostrar con documentos y cifras que Vilas tenía razón y que la ATP debía otorgarle el número uno en forma retroactiva.
La investigación fue abrumadora: 1.100 páginas y 1.200 pruebas que sus autores consideran “irrefutables”. Analizaron torneo por torneo, jugador por jugador, semana por semana y resultado por resultado hasta detectar cientos de encuentros entre 1973 y 1978 que sencillamente se habían esfumado en los archivos del ente rector del tenis masculino. ¿Conclusión? Pese a que ganó dos Grand Slam y 16 torneos en total en 1977, el año clave para Vilas pasó a ser 1975, en el que el recálculo de Puppo y Ciulpan marca que fue el mejor durante cinco semanas.
ESE RECÁLCULO INCLUÍA un dato más: el estadounidense Arthur Ashe, legendario tenista, también había sido número uno duRante unas semanas de 1975, el año en que ganó Wimbledon. Pero el ranking solo lo reconoció como número dos. Exactamente igual que Vilas.
El tenis de entonces no funcionaba ni por asomo con la profesionalidad del de hoy. No había rankings semanales, mucho dependía de las decisiones de gente dispersa en un circuito fragmentado. Así fue que entre septiembre y octubre de 1975 la ATP pasó 43 días sin difundir un ranking. Precisamente las semanas en que Vilas fue el número uno. ¿Conspiración? No. Simplemente, otros tiempos.
Chris Kermode, un británico de pasado modesto como jugador, no le dio posibilidades a Vilas en los años en los que estuvo al frente de la ATP, pese a que en 2015 la pro- pia ATP calificara de “verosímil” y “gran trabajo” la investigación.
“Hay mucha gente que considera a Vilas como el número uno de aquellos años, y no solo de 1977”, me dijo Ion Tiriac en 2015 durante una conversación telefónica. “Con todo respeto, no creo que el señor Kermode entienda este problema. No sé si había nacido por entonces, no sé si estaba en el tenis. ¿Qué vale que el señor Kermode, Nikimoto o como se llame le dé la razón o no a Guillermo? Él sabe exactamente quién fue en el mundo”, se enojó Tiriac, entrenador y mánager de Vilas en sus años de mayor éxito.
PERO KERMODE SE FUE y ese puesto es hoy de un italiano, Andrea Gaudenzi, que tiene todos los informes y todas las presentaciones judiciales hechas por los abogados de Vilas. ¿Le darán el número uno? Puppo confía desde hace años en que así será.
Horacio Zeballos reveló el emotivo mensaje que recibió de Guillermo Vilas
El tenista más importante de la historia argentina le mandó un correo electrónico al padre del nuevo número uno del mundo en dobles.
Horacio Zeballos se metió en las semifinales del Masters 1000 de Madrid junto al español Marcel Granollers. Pero además logró convertirse en el nuevo número uno del mundo en dobles. Luego de este flamante reconocimiento, se viralizó un emotivo mensaje que le envió Guillermo Vilas a su padre, hace dos décadas.
El tenia de 39 años tuvo un largo recorrido de elite en una carrera que aún sigue cosechando logros. En 2019 dejó su etapa como single, en la que llegó a ser número 39 del mundo y en su historial de victorias pudo destacar una histórica victoria ante Rafael Nadal en polvo de ladrillo.
En esta nueva etapa de su vida, comenzó su carrera en dobles y los éxitos no tardaron en llegar. Se convirtió en el tenista más destacado de la historia del tenis argentinos en la disciplina: llegó a ser el número tres del mundo y conquistó 20 títulos de ATP, la cifra récord con la que superó a Guillermo Vilas.
El hecho de haber superado la marca de Vilas significó un gran desafío en la carrera de Zeballos. Ya que el tenista más importante de la historia argentina tuvo un rol fundamental en su desarrollo como profesional.
Llegó a ser rival de su padre Horacio, quien fue director del Edison Lawn Tenis Club de Mar del Plata desde 1984. Pero además se destacó por un gesto que tuvo con su hijo en el pasado.
Horacio Zeballos reveló el emotivo mensaje que recibió de Guillermo Vilas
El tenista más importante de la historia argentina le mandó un correo electrónico al padre del nuevo número uno del mundo en dobles.
POR REDACCIÓN02/05/2024 15:47 | ACTUALIZADO 02/05/2024 15:50
Lo Último
- Despidos en el Chango Más de Neuquén: no hubo acuerdo con Trabajo y continúa el reclamo
- Mercurio transita por Tauro, hasta junio 2024, y así afecta a cada uno de los signos del zodíaco
- El festival «Entre Chacras» este sábado en Neuquén capital
- Quién es Pablo Iuliano, el exCEO de YPF, que creó su propia empresa
- Se celebra a San Pascual Bailón: conocé su historia y una oración para pedir su gracia
Horacio Zeballos se metió en las semifinales del Masters 1000 de Madrid junto al español Marcel Granollers. Pero además logró convertirse en el nuevo número uno del mundo en dobles. Luego de este flamante reconocimiento, se viralizó un emotivo mensaje que le envió Guillermo Vilas a su padre, hace dos décadas.
LEE TAMBIÉN
Horacio Zeballos hizo historia en Madrid: el argentino será N°1 del mundo en dobles
El tenias de 39 años tuvo un largo recorrido de elite en una carrera que aún sigue cosechando logros. En 2019 dejó su etapa como single, en la que llegó a ser número 39 del mundo y en su historial de victorias pudo destacar una histórica victoria ante Rafael Nadal en polvo de ladrillo.
En esta nueva etapa de su vida, comenzó su carrera en dobles y los éxitos no tardaron en llegar. Se convirtió en el tenista más destacado de la historia del tenis argentinos en la disciplina: llegó a ser el número tres del mundo y conquistó 20 títulos de ATP, la cifra récord con la que superó a Guillermo Vilas.
El hecho de haber superado la marca de Vilas significó un gran desafío en la carrera de Zeballos. Ya que el tenista más importante de la historia argentina tuvo un rol fundamental en su desarrollo como profesional.
Llegó a ser rival de su padre Horacio, quien fue director del Edison Lawn Tenis Club de Mar del Plata desde 1984. Pero además se destacó por un gesto que tuvo con su hijo en el pasado.
Zeballos reveló hace un tiempo uno de los detalles que tuvo Vilas con él hace más de 20 años: publicó en sus redes sociales la captura de un correo electrónico que le había enviado Vilas a su padre, en el que le aseguraba que iba su hijo iba a tener un gran futuro. Y no se equivocó.