SANTA CRUZ.- Caleta Olivia y el Golfo San Jorge son protagonistas y testigos del regreso de las ballenas sei, uno de los cetáceos más grandes del mundo. Miguel Iñíguez, presidente de Fundación Cethus, cuenta dónde pueden verse y cuál es la importancia de su presencia en las costas santacruceñas.
Cada año, el regreso de la temporada de ballenas a Santa Cruz es una buena noticia tanto en lo relacionado a la conservación de los ecosistemas marinos, así como en términos de desarrollo sostenible para la región, ofreciendo una excelente oportunidad para ver crecer el turismo azul, una actividad que se viene potenciando en la provincia, donde crecen las oportunidades ligadas al turismo de naturaleza.
“Para toda la zona de Caleta Olivia y el Golfo San Jorge es un potencial recurso turístico, ya que cuentan con la suerte de poder ver a los animales a muy poca distancia de la costa”, explica Miguel Iñíguez, presidente de Fundación Cethus.
De hecho, la comunidad santacruceña ya viene disfrutando de la contemplación de las ballenas: “La gente para en sus autos y se pone a apreciar el momento del avistaje. En otras áreas de Santa Cruz también hay condiciones similares, como la zona costera desde Cabo Vírgenes, donde pueden verse ballenas francas, toninas overas y delfines australes. También en Puerto Deseado y en San Julián, donde principalmente se avistan toninas overas. La provincia ya viene desarrollando actividades de avistaje de cetáceos y posee un potencial muy grande para seguir incrementándolas”.
El cuidado del ecosistema, causa y consecuencia de la presencia de los cetáceos
El alimento que les brinda el Golfo ha hecho que las ballenas regresen y recuperen áreas que antes utilizaban. “Los bosques de macrocystis son fundamentales; si perdemos las grandes masas de macroalgas que hay en nuestro mar, lo que viene asociado es la pérdida de biodiversidad, ante la falta de especies que luego alimentan a otras”. Hoy, el 38 % de los bosques de macroalgas a nivel mundial se han reducido, y Santa Cruz junto a Tierra del Fuego, tienen uno de los últimos bosques vírgenes de todo el planeta.
“Las especies que más ligadas están a los bosques de macroalgas -cuenta Miguel- son los delfines, como el delfín austral, por ejemplo. Los colchones de algas son fundamentales porque junto al fitoplancton son los grandes pulmones de nuestros océanos y son además el hogar de muchas especies, que luego sirven de alimento para los cetáceos. Todo esto hace que el Golfo San Jorge sea una fuente de riqueza nutritiva muy grande y uno de los motivos que nos permite observar ballenas sei en estos momentos”.
En este sentido, Iñíguez refuerza la necesidad de proteger el mar patagónico: “La creación de Áreas Marinas Protegidas, tanto nacionales como internacionales, es clave porque nos permite resguardar aquellas áreas del océano y de los mares que contienen una enorme biodiversidad. El Golfo San Jorge y parte de la costa de Santa Cruz, han sido reconocidos como IMMAs (áreas de importancia para mamíferos marinos, un programa que promueve la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), que sirven como antesala para el posible establecimiento de nuevas áreas protegidas, o fortalecer las existentes”.
Miguel explica por qué es tan importante el aporte ecosistémico que realizan los cetáceos: “Las especies que pasan desde mucha profundidad hacia la superficie y que, a su vez, migran grandes distancias, como es el caso de las ballenas sei tienen mucha importancia porque transportan los nutrientes desde las zonas de alimentación a, por ejemplo, las zonas de reproducción”.
“El Golfo San Jorge tiene una gran biodiversidad y una enorme abundancia, que puede apreciarse en las distintas especies de ballenas (la franca, sei y también se observan ejemplares de jorobadas) y de delfines como la tonina overa, el delfín austral y delfines grises. Es muy importante la variedad de cetáceos que ofrece”.
El regreso de las ballenas sei
Fue hace unos veinte años, allá por 2004, que ballenas sei volvieron a verse en la zona del Golfo San Jorge, más de 70 años después de que la captura comercial hiciera que desaparecieran de la costa santacruceña.
Iñíguez, explica cómo fue ese proceso: “A fines de la década de 1920, se instaló una factoría al norte de Caleta Olivia, en la zona que hoy conocemos como La Lobería: capturaban a las ballenas sei de la zona y -un año más tarde- habían matado prácticamente a todos los animales que antes se veían. Tal es así, que para 1931, la empresa se declaró en bancarrota debido a que no quedaban más ballenas”.
En 1986, la Comisión Ballenera Internacional comenzó a implementar la moratoria a la captura comercial de ballenas: “Prohibieron su captura y las poblaciones de ballenas empezaron a recuperarse. En 2004, durante una campaña de la Fundación Cethus junto con colegas de Caleta Olivia se avistó una ballena sei en el Golfo San Jorge y, a partir de entonces, los avistajes fueron cada vez más frecuentes, mostrando año a año la recuperación en la población de esta especie”.
Un esfuerzo en conjunto
Una de las grandes amenazas que afecta a la biodiversidad radica en la industria pesquera: “Se han publicado muchos trabajos científicos que demuestran que la principal causa de mortalidad de los cetáceos está dada por el enmallamiento en aparejos pesqueros. De a poco, comienza a haber un trabajo muy fuerte en conjunto con el sector pesquero, para tratar de resolver estas cuestiones; hay experiencias a nivel nacional e internacional donde se trata de buscar soluciones para que los cetáceos puedan identificar dónde están las redes y no quedar en enmallados y morir ahogados. El otro problema está dado por la contaminación que generan, por ejemplo, por la pérdida de algún aparejo de pesca que se pierde en el mar y termina afectando no sólo a los cetáceos sino también a otras especies”.
Por supuesto, no existen soluciones fáciles y, según opina Miguel es necesario pensar y accionar propuestas de manera colectiva. “Cuando pensamos en cómo mitigar las amenazas, el esfuerzo no tiene ni puede ser individual: no es sólo desde la Fundación Cethus o desde la academia o desde el sector pesquero o desde los gobiernos que van a surgir las soluciones. Para mí, la forma en que esto se puede solucionar es trabajando todos en conjunto. Por supuesto, es un desafío enorme, pero es la única forma en la que podremos avanzar y encontrar soluciones a los distintos problemas de conservación que enfrentamos en la actualidad”.