Según datos recabados por el Centro Alma, que hace un seguimiento detallado de la situación en la frontera norte de Israel, el mes de mayo fue el peor desde el comienzo de los ataques de Hezbolá, con 325
Uno de los temas que más ocupan a la opinión pública mundial en los últimos meses es la guerra entre Israel y Hamás, más que nada en sus consecuencias sobre Gaza. Ya no se habla tanto de la masacre de la organización terrorista en el sur de Israel el pasado 7 de octubre, sino de la respuesta militar israelí en la Franja de Gaza. Pero mientras eso ocurre, hay otra guerra, en otro frente, pero íntimamente ligada a la primera: entre Israel y la milicia chií libanesa Hezbolá , y que el país hebreo considera el brazo de Irán en Líbano.
Se suele referir a este frente como «guerra de baja intensidad». Lo es, en comparación con el enorme potencial de agravamiento que aún existe en esa frontera sur de Israel. Pero la semántica puede confundir. La situación es de constantes ataques de Hezbolá, desde territorio libanés, hacia el norte de Israel, a los que el Ejército israelí responde atacando posiciones de la organización proiraní y eliminando a jefes terroristas y miembros de células.
Desde el comienzo de esta «guerra de baja intensidad», Hezbolá ha lanzado casi 2.000 ataques contra territorio israelí, con misiles antitanques, proyectiles Burqan y diversos tipos de cohetes, así como con drones explosivos. El 46 % ha estado dirigido a infraestructuras y poblaciones civiles y el resto a militares. Hay cientos de casas destruidas en localidades aledañas a la frontera y más de 60.000 habitantes evacuados.
En los últimos días, se han sumado otros 120.000 israelíes a las zonas alcanzadas por Hezbolá, especialmente con sus drones. La ampliación de los ataques es notoria. El domingo impactó en la ciudad de Naharia un avión no tripulado, que hizo sonar las alarmas antiaéreas por tercer día consecutivo en la urbe de Acre. Todo esto, mientras diez cohetes eran disparados hacia Margaliot, 15 a la ciudad de Kiriat Shmona, dos misiles antitanque hacia Metula, y dos drones y 14 cohetes hacia Katzrin, en los Altos del Golán, donde los incendios provocados por los impactos quemaron 10 km2.
Según datos recabados por el Centro Alma, que hace un seguimiento detallado de la situación en la frontera norte de Israel, el mes de mayo fue el peor desde el comienzo de los ataques de Hezbolá, con 325 ataques, tras los 238 de abril. En algunas categorías los ataques se duplicaron: frente a 42 misiles antitanques lanzados por la milicia libanesa en abril, hubo 85 en mayo, y tras 50 drones explosivos en abril, en mayo fueron 95.
Este enfrentamiento comenzó el 8 de octubre. Cuando Israel lanzó su ofensiva contra Hamás en la Franja de Gaza, tras la matanza en el sur del país. Hezbolá comenzó a atacar la Galilea israelí, afirmando que es una expresión de «solidaridad» con los palestinos. Su jefe Hassan Nasrallah aclaró repetidamente que no se detendrá hasta que Israel no deje de atacar Gaza.
El comando norte está preparado para esa guerraAmir AviviGeneral de Brigada (retirado)
«Una guerra de envergadura contra Hezbolá depende de la capacidad que tengamos de llegar a un punto definitorio ante todo en Gaza», sostiene en una conversación con El Debate el general de Brigada (retirado) Amir Avivi, dejando claro que las dos cosas están relacionadas. «Después de ello se podrá transferir el grueso de las tropas de las Fuerzas de Defensa de Israel al norte. El comando norte está preparado para esa guerra, pero necesita a los efectivos de tierra que aún están en el sur».
Avivi fue el fundador del grupo «Habitjonístim» que podría traducirse como «los abocados a la seguridad», un marco compuesto por altos oficiales ya no en servicio, que recalcan la necesidad de poner la seguridad como prioridad nacional.
Israel comenzó de inmediato a responder, pero sin lanzarse a una guerra amplia, de gran envergadura, prefiriendo no estar abocado a un gran conflicto en dos frentes a la vez. Su declarado objetivo es alejar a Hezbolá de la frontera, sabiendo que esa había sido la meta de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que puso fin en el 2006 a la así llamada Segunda Guerra en Líbano entre Israel y Hezbolá, resolución que la milicia chií libanesa nunca cumplió y que los cascos azules de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (FINUL) nunca hicieron cumplir.
Aunque parezca extraño dada la intensidad del conflicto actual, Avivi no descarta que se llegue a una solución diplomática. «Es cierto que la resolución 1701 nunca llegó a cumplirse, pero puede servir de base de otro acuerdo. Sin embargo, eso es imposible sin un liderazgo estadounidense que esté dispuesto a plantear una amenaza concreta a Irán y Hezbolá. Eso no existe en la Administración actual».
En estos momentos, la encrucijada israelí es cómo alcanzar sus declarados objetivos en la guerra contra Hamás en Gaza sin complicarse más aún en el frente norte, pero sabiendo que allí, con Hezbolá, el desafío es aún mucho mayor.
«El gran peligro en el norte es que ocurra allí lo mismo que ocurrió en el sur, o sea un ataque masivo por tierra en el que terroristas conquisten localidades civiles», explica Avivi. Habiéndose descubierto ya años atrás túneles de Hezbolá que cruzaban a Galilea, el peligro puede ser considerado muy real. «Esta es una realidad que Israel y los habitantes del norte no pueden aceptar, por lo cual es imperioso empujar a Hezbolá al norte del río Litani, sea con un acuerdo o por la fuerza».
Avivi recalca que «siempre habrá amenazas de misiles y cohetes, lo cual requiere una significativa capacidad de defensa antiaérea junto con una capacidad clara de ofensiva militar».
Más allá de discusiones sobre cómo lograr los objetivos militares de Israel, este oficial retirado recalca que lo central es no permitir bajo ningún concepto que «ejércitos terroristas vivan y actúen libremente sobre nuestras fronteras, ni el el norte ni en el sur», recalcando que «Israel no se lo puede permitir».