Karin Hiebaum de Bauer
Por eso en psicología se les asocia con la compañía y el afecto. Los canes son además muy sociables y, en la mayoría de ocasiones, dan más cariño del que reciben.
Los perros tienen un efecto positivo significativo sobre las personas: reducen la presión sanguínea, el estrés emocional y estimulan el bienestar social. De hecho, cada vez son más los canes empleados en terapias como la logopedia o la terapia ocupacional, la fisioterapia o la psicoterapia. Pero ¿qué hacen los perros de terapia? ¿Qué deben saber hacer y qué razas son ideales para los trabajos terapéuticos?
Los perros de terapia son empleados en diversos ámbitos como hospitales, clínicas, consultas de pedagogía, residencias de ancianos o escuelas y colegios. Esto los diferencia de los perros de asistencia, que conviven y acompañan a personas con limitaciones físicas, mentales o emocionales. Los peludos forman un equipo con un entrenador profesional y apoyan a personas con enfermedades mentales y neurológicas en las sesiones de terapia asistida con perros. La mera presencia de los canes y a menudo con el apoyo físico, como una invitación a jugar con ellos, puede influenciar de forma muy positiva la mejora de los pacientes durante las sesiones de terapia.
A diferencia de los perros de visita, cuya finalidad es conectar con el humano para fomentar el contacto social (sin finalidad curativa), los perros de terapia forman parte de un plan terapéutico y sea emplean para el tratamiento de un paciente específico durante el tiempo que duren las sesiones de terapia, que puede ser semanas o incluso meses. Por supuesto que los peludos no sustituyen a los terapeutas humanos, pero está demostrado que influyen positivamente en el éxito del tratamiento.
Ámbitos de trabajo de un perro de terapia
Como amante de los perros ya habrás experimentado el efecto positivo que estos tienen sobre las personas. Además, esto se ha demostrado a través de varios estudios científicos. No es de extrañar que sean cada vez más los terapeutas y el personal sanitario que cuentan con el apoyo de canes para fomentar una mejora rápida y efectiva. Los perros de terapia se emplean en numerosos ámbitos que contribuyen al éxito de tratamientos contra depresiones, trastornos de ansiedad, problemas lingüísticos, dificultades de aprendizaje y otras limitaciones físicas o mentales. El campo de aplicación de la terapia con perros engloba casi todos los campos terapéuticos:
¿Cómo trabajan los perros de terapia?
Los perros de terapia acompañan a sus cuidadores en diferentes sesiones terapéuticas individuales o grupales y están a disposición de los asistentes de diferentes maneras. Cabe diferenciar entre perros terapéuticos activos, que animan al paciente a hacer algo dinámico (por ejemplo, jugar con él), y los perros de terapia pasivos, que observan, esperan y reaccionan de manera empática a las sensibilidades de los pacientes. Por su trabajo, estos canes están en contacto con personas muy diferentes: con problemas de expresión, de movilidad o de inseguridad, trabajan tanto con niños, como con adultos y personas mayores y son capaces de empatizar con las singularidades de cada paciente. En general, el desempeño de su función se desarrolla fuera del hogar, por lo que se enfrentan a diferentes situaciones, entornos, olores y maquinaria médica. Todo esto supone un cierto estrés que el can soporta en su labor como perro de terapia.
Por ello es muy importante que las condiciones de trabajo sean adecuadas, al fin y al cabo, incluso un perro de terapia es, antes que nada, un perro y como tal tiene sus necesidades: necesita salir al exterior, tener un vínculo especial con su figura de apego y tener la opción de jugar y socializar con otros de su especie. Incluso aquellos peludos que con su estoica serenidad parecen vivir solo para ayudar a las personas, de vez en cuando necesitan poder retirarse y ser tan solo un perro.
Debido a las situaciones de estrés que puedan llegar a experimentar, los expertos recomiendan que los perros que ayudan en terapias asistidas con animales no trabajen más de 45 minutos, tres veces por semana. Por supuesto, esto depende de las condiciones de trabajo: si el peludo se turna con otros canes, se encuentra en un ambiente conocido y tiene la opción de salir a jugar en el césped con sus amigos o de retirarse a descansar, entonces los horarios pueden extenderse un poco más. Eso sí, la jornada laboral del can debe terminar después de un máximo de dos horas.
Logros de perros de terapia
La simple presencia de un can transmite sensación de calidez, seguridad y protección. Según varios estudios científicos, la compañía de un can amable y confiado reduce la presión sanguínea, el estrés, la agresividad y la sensación de inseguridad y aporta bienestar. ¿A qué se debe esto? Los canes son muy empáticos y perciben los diferentes estados de ánimo. Al contrario que los humanos, no juzgan, critican, echan en cara, tienen expectativas o dan consejos. Aceptan a la persona tal y como es, ofrecen consuelo y cercanía, sin importar la apariencia, los actos del pasado, la forma de hablar o de moverse. Al mismo tiempo, acariciar a un perro segrega oxitocina, la hormona de la felicidad, que hace que la persona sienta más tranquilidad, alegría y empatía. Los peludos consiguen sacar a las personas de su zona de confort: en un principio puede ser una simple sonrisa de un paciente que tiene fuertes dolores y pocos motivos para alegrarse, lo que hace que esté más relajado durante la terapia, hable más y de repente sea capaz de mover el brazo que tenía adormecido.
Los perros de terapia pueden influenciar de muchas maneras a los humanos y los beneficios se observan tanto en aspectos físicos como psíquicos:
El refuerzo de la estabilidad emocional, la eliminación de los miedos y de la agresividad
La reducción del estrés
El relajamiento de músculos
La reducción de la presión sanguínea y del pulso
El fomento de los sentidos y de la percepción corporal
Una mejora de las habilidades motoras y de la capacidad lingüística
La mitigación de los problemas de equilibrio y de las disfunciones cognitivas
El fomento de la interacción y de la comunicación
El aumento de la atención y del sentido de la responsabilidad
Una mejora de la autoestima y el fomento de la integración social
Un incremento de la concentración, de la memoria y de la capacidad reactiva y su consecuente aumento del rendimiento
Formación para perros de terapia
No todos los canes nacen para ser perros de terapia. Los que son tercos o que tienen un instinto natural de protección muy marcado y son muy territoriales no son adecuados. El éxito de un perro de terapia está determinado por un carácter abierto y agradable, una sensibilidad elevada y una baja agresividad, cualidades que se han de fomentar en la cría. Lo mejor es comenzar a formarlos desde cachorros. Una educación consecuente y una alta socialización son básicas para ser un perro de terapia. Como norma general, cualquier can puede formarse para ser perro de terapia, no importa qué raza sea, si es mestizo o su tamaño, siempre y cuando cumpla unos requisitos.
Requisitos para ser perro de terapia
La base es tener un carácter apacible y calmado. Gruñir, ladrar fuerte, saltar, tirar de la correa y desobedecer las órdenes del cuidador es algo que un perro de terapia no puede permitirse. En cambio, debe dejarse acariciar y mantener la calma incluso en situaciones más bruscas, como cuando un niño le tira de la cola. Las cualidades esenciales de un perro de terapia son las siguientes:
Ser de naturaleza tranquila, apacible y paciente
Tener un vínculo estrecho con su cuidador
Ser abierto y agradable, incluso con desconocidos
Ser de carácter calmado
Tener agresividad escasa o inexistente
Ser obediente y dócil
Tener un buen comportamiento social
Ser poco territorial
No tener impulso de protección
Ser amable con desconocidos
Ser sensible y resistente al estrés
Razas de perros de terapia
No importa la raza del can siempre y cuando cumpla con los requisitos nombrados arriba. Sin embargo, hay ciertas razas que debido a su naturaleza tienen todas las papeletas para ser un buen perro de terapia. Son ideales los canes amables y cercanos a las personas, los perros de compañía o canes que fueron perros de trabajo, perros guardianes o pastores, que llevan siglos trabajando mano a mano con personas. Entre estas razas se encuentra el perro maltés, el carlino, el caniche, el braco húngaro, el border collie, el pastor alemán, el boyero de montaña bernés, el pastor australiano, el san bernardo, el leonberger, el terranova, el beagle, el labrador y el golden retriever. Pero solo el hecho de pertenecer a alguna de estas razas no hace que sea un buen perro de terapia, lo más importante es que sea sociable, tenga una excelente educación y muchas experiencias positivas. Aunque cada vez más criadores apuestan por una cría enfocada en los perros de terapia, lo determinante es cómo se comporta el cachorro desde su nacimiento.
Educación para perros de terapia
Ya sea un pastor alemán, un collie o un labrador, lo cierto es que aquellos canes adultos que ya están condicionados por malas experiencias con personas y que muestran comportamientos indeseados no serán buenos perros de terapia. Por eso no existe una formación específica, que entrene al can en un período de tiempo determinado para convertirlo en perro de terapia, independientemente del conocimiento previo de este. En Estados Unidos, donde la formación de perros de terapia existe desde los años ochenta, tanto el can como su humano tienen que cumplir una serie de requisitos antes de poder comenzar con la formación. Incluso es necesario pasar un examen para evaluar la naturaleza del can y dos pruebas, una oral y otra escrita para evaluar al cuidador.
Normas para perros de terapia
En España existe un vacío legal en cuanto a las terapias con animales, por lo que son las Comunidades Autónomas las que deben regular esto para asegurar el bienestar del animal, así como la profesionalidad del terapeuta.
La salud y la higiene también tienen un papel significativo. Lo importante es que el can esté sano, pues un perro con dolores puede reaccionar de forma agresiva. Debe estar vacunado, desparasitado y pasar frecuentes controles veterinarios para asegurar que no tenga gérmenes o bacterias.
Si tu fiel amigo cumple los requisitos no hay nada que se interponga en su andadura profesional como perro de terapia. Esto no solo hará feliz a los futuros pacientes sino también al propio can, pues ser útil es algo que a los canes les fascina.