La dirigencia peronista rindió homenaje a Perón, a 50 años de su fallecimiento, y criticó las políticas de ajuste de Javier Milei.
El quincuagésimo aniversario de la muerte de Juan Domingo Perón vino a convertirse en un relanzamiento del peronismo, que comienza a ordenarse a fuerza de cachetazos y divide sus aguas internas según la distancia o acercamiento expresado ante las políticas de Javier Milei. Así parece haber decantado un proceso amargo iniciado con la derrota en las presidenciales del año pasado y que ahora se encamina hacia el horizonte de 2025-2027 con un perfil más concreto.
El peronismo sigue reconfigurándose a cincuenta años de la muerte de su líder
Es un hecho que nadie lo planificó así, sino que sucedió a puros empujones, esos que la realidad planteó a un justicialismo avasallado en su discurso por el arrollador ritmo libertario. El escenario muestra ahora a un Milei que cada vez tiene más amigos: los radicales, el macrismo y cierto sector del peronismo obligado a negociar para sobrevivir.
El quincuagésimo aniversario de la muerte de Juan Domingo Perón vino a convertirse en un relanzamiento del peronismo, que comienza a ordenarse a fuerza de cachetazos y divide sus aguas internas según la distancia o acercamiento expresado ante las políticas de Javier Milei. Así parece haber decantado un proceso amargo iniciado con la derrota en las presidenciales del año pasado y que ahora se encamina hacia el horizonte de 2025-2027 con un perfil más concreto.
Es un hecho que nadie lo planificó así, sino que sucedió a puros empujones, esos que la realidad planteó a un justicialismo avasallado en su discurso por el arrollador ritmo libertario. El escenario muestra ahora a un Milei que cada vez tiene más amigos: los radicales, el macrismo y cierto sector del peronismo obligado a negociar para sobrevivir.
Pero tiene también cada vez más problemas: el rumbo del país no parece tan manipulable como las cuentas de Tik Tok y un semestre alcanzó para que Milei derrumbara todos los indicadores económicos y productivos.
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El peronismo tiene hoy una plataforma más sólida para expresarse, que no la construyó el partido, sino el propio Milei con sus nulos logros para un pueblo cada vez más empobrecido, castigado y oprimido.
En ese contexto, el gobernador bonaerense Axel Kicillof tomó la iniciativa y organizó un acto enorme en la histórica Quinta San Vicente, donde descansan los restos del General. Fue el orador central y convocó a dirigentes del interior del país. En el escenario estuvo escoltado por Verónica Magario, del gigantesco distrito de La Matanza; el riojano Ricardo Quintela, y nuestra exgobernadora, actual senadora y vicepresidenta del PJ, Lucía Corpacci, entre muchas otras figuras y miles de asistentes.
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“En esta hora tan dolorosa para el país, nuestra tarea no puede limitarse a la denuncia o la resistencia. Tenemos dos tareas: crear un escudo para proteger los derechos, reduciendo el daño social que ocasionan las políticas del Gobierno, y construir, junto a las fuerzas populares y democráticas de la Argentina, una alternativa que en el futuro permita revertir la destrucción que está en curso y poner al país al camino del desarrollo y la inclusión”, dijo Kicillof. “Milei significa más privilegios para pocos y menos derechos para muchos, exactamente lo contrario al peronismo”, resumió Kicillof. Corpacci pidió “unidad hasta que duela”.
Con sus presencias y ausencias, la oposición está en marcha.
Tras fuertes críticas al gobierno nacional, Kicillof aseguró que “no es un modelo que inventó Milei, al contrario, es un modelo que se instaló en buena parte del territorio del Tercer Mundo y en varios países de la región, pero choca y va a chocar con uno de los más poderosos legados de Perón: la oposición a un modelo primarizador, a un modelo sin soberanía, que surge de la enorme mayoría de nuestro pueblo, que no está dispuesto ni a resignarse ni a entregar sus derechos. Por ahí es donde vive Perón junto a Evita y Néstor. Es la conciencia de la justicia social”.
peronista, el mismo general Perón. El pueblo está siendo amenazado, está siendo atacado de mil maneras, a través de cada una de las medidas que ha tomado el gobierno nacional hasta el momento en estos siete meses”.
“Esa es la tarea fundamental y, obviamente, trabajar en la unidad, en la unidad del peronismo y en la unidad de todas las fuerzas del campo popular”.
Por su parte, el ministro de Infraestructura bonaerense, Gabriel Katopodis, destacó la presencia de todos los sectores del peronismo, “con un mandato muy claro, que es la unidad, pero no la unidad de los militantes, de los dirigentes, es la unidad de los trabajadores”.
“Hay dos tareas que de este encuentro tienen que salir mucho más fuertes. La primera es proteger a los argentinos, defender a los argentinos de todo lo que nos está lastimando Milei, y al mismo tiempo, lo segundo, construir una representación que genere esperanza y alternativa hacia adelante”.
Por último, el intendente anfitrión, Nicolás Mantegazza, expresó que “la mejor forma de recordar y homenajear a Perón es haciendo peronismo y hoy lo que pasó en el transcurso de toda la mañana, en actos de gestión y de inauguraciones, son peronismo”.
“Creo que este acto no solamente comienza a reconstruir la unidad, sino que también creo que nos empieza a resignificar a todos los peronistas con el para qué”, recalcó.
Kicillof a Milei: «El Pacto de Mayo no es un pacto ni de mayo»
Un sector gravitante del pan peronismo decidió no asistir: el Frente Renovador de Sergio Massa: según pudo saber Infobae, la decisión de los intendentes y legisladores nacionales, provinciales y referentes del massismo fue de no concurrir. “No queremos ser rehenes de ningún tironeo interno ni de unos ni de otros. Creemos que más que actos para escucharnos entre nosotros debe haber un ámbito que ordene nuestra acción frente al daño que produce Milei a la sociedad argentina y a la provincia y sus municipios en particular. No es momento de disputas internas sino de ser nítidos frente a la sociedad en el camino alternativo que proponemos”, trascendió de fuentes del Frente Renovador.
En las redes sociales, la organización que lidera Máximo Kirchner publicó esta medianoche una reflexión: “En nuestras ambiciones y en nuestras aspiraciones, solamente una bandera debe ir delante de nosotros, que es la bandera de la Patria”, fue la frase de Juan Domingo Perón que eligió La Cámpora para recordar al fundador del Partido Justicialista.
La muerte de Perón, antesala del infierno tan temido
Autor: Felipe Pigna, Lo pasado pensado, Buenos Aires, Planeta, 2005, págs. 251-252, adaptado para El Historiador.
Corría el año 1964 cuando Perón intentó regresar por primera vez al país. El “Operativo retorno”, producido el 1° de diciembre, incluía una comitiva de 16 personas que lo acompañaría desde Madrid. Pero el avión que lo transportaba, tras hacer escala en Río de Janeiro, fue obligado a retornar a España. Deberán pasar siete años más para que el viejo líder volviera a pisar tierra argentina, cuando su retorno, lejos de ser un fantasma que asustara a las clases dirigentes, se convirtió en una salida política legitimada por una abrumadora mayoría que, tras 18 años de exilio, lo sostenía con mayor fuerza que nunca.
El dictador Alejandro Agustín Lanusse lo desafió en 1972 a presentarse a elecciones. Perón regresó al país el 17 de noviembre de 1972. Lanusse firmó un decreto de “residencia”, hecho a la medida de Perón, con la intención de excluirlo legalmente de los comicios del 11 de marzo de 1973 a los que el peronismo se presentó con la fórmula Cámpora-Solano Lima, bajo el lema “Cámpora al gobierno, Perón al poder”.
Perón retornó definitivamente al país el 20 de junio de 1973. Paradójicamente, señalado como prenda de paz social, su llegada fue el marco de uno de los enfrentamientos políticos más sobrecogedores de la historia contemporánea argentina, cuando en los campos de Ezeiza las facciones de la derecha y la izquierda peronista dirimieron por la fuerza el poder de sus aparatos. Tras una presidencia de poco menos de dos meses, Cámpora renunciará el 13 de julio para convocar nuevamente a elecciones. El último impedimento se cayó entonces a pedazos, y el viejo líder encontró el camino allanado para encabezar la nueva fórmula.
El país se debatía en un clima volátil. A las divisiones internas del peronismo que luchaban por imponer su supremacía, se le sumaba la acción de numerosas organizaciones político-militares de izquierda que complejizaban el curso de la vida institucional, no sólo por el alto grado de conflictividad que imprimieron en el ámbito estudiantil y sindical, sino también por las consecuencias de un enfrentamiento de aparatos entre las guerrillas, las fuerzas de seguridad y los escuadrones de ultraderecha y paramilitares, como las Tres A.
La tarea parecía a la medida de Perón, un hombre con el suficiente apoyo para manejar lo que parecía ingobernable. En ese marco, el 23 de setiembre de 1973, la fórmula Perón-Isabel se alzó con el triunfo comicial cosechando el 62% de los votos. Un referéndum excepcional y único. El 12 de octubre, emprendería su tercera presidencia.
Contrariamente a lo pensado, y deseado, por los más diversos sectores sociales, económicos y políticos, el tercer gobierno de Perón estuvo signado por una conflictividad extrema. Toda la capacidad del líder apenas si pudo mantener unos pocos meses de expectativa, merced a su estrategia de “Pacto Social”, antes que los conflictos sociales, la crisis económica y el emergente guerrillero sumieran al país en un caldero hirviendo. Sería demasiado para un hombre que a los 78 años soportaba sobre sus espaldas el mantenimiento constitucional. En pocos meses la crisis una vez más había estallado.
El 1º de mayo de 1974 enfrentó a la Juventud Peronista y a las organizaciones guerrilleras en un acto público en la Plaza de Mayo, que concluyó con el abandono de la plaza de los “imberbes” y un apoyo explícito a la conducción sindical, acusada por los rebeldes de burócratas de derecha.
En sus probables últimos días de lucidez, Perón se sintió en la necesidad de alertar a sus seguidores sobre la pesada herencia que les dejaban. En la tarde del 12 de junio de 1974, antes de despedirse de su pueblo, advirtió sobre las consecuencias del incumplimiento del Pacto Social y el desabastecimiento, y aconsejó a la militancia que se mantuviera vigilante de “las circunstancias que puedan producirse”. Dijo: “Yo sé que hay muchos que quieren desviarnos en una o en otra dirección, pero nosotros conocemos perfectamente nuestros objetivos y marcharemos directamente a ellos, sin influenciarnos ni por los que tiran desde la derecha ni por los que tiran desde la izquierda. El gobierno del pueblo es manso y es tolerante, pero nuestros enemigos deben saber que tampoco somos tontos”.
El país, empero, no era el mismo que aquel del decenio 1945-1955. Un cristal anti balas se interponía entre él y su pueblo, todo un símbolo de los años que corrían. Con la salud quebrantada, terminó con un tono inconfundible de despedida con palabras emotivas: “Les agradezco profundamente el que se hayan llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que para mí es la palabra del pueblo argentino”. El 18 de junio su salud decayó gravemente y ya no volvió a levantarse.
El 1º de julio de 1974 amaneció nublado; no era un día peronista. Los partes médicos alertaban sobre el inminente final para la vida del hombre que había manejado la política argentina a su antojo desde 1945. Para mucha gente era el hombre que había transformado la Argentina de país agrario en industrial, de sociedad injusta en paraíso de la justicia social. Para otros, menos pero no pocos, era un dictador autoritario y demagogo que terminó con la disciplina social y les dio poder a los “cabecitas negras”. Lo cierto era que la política nacional llevaba su sello y como bien decía él mismo, en la Argentina todos eran peronistas, los había peronistas y antiperonistas, pero todos tenían ese componente.
A las 13.15 de ese primer día de julio, Isabel, custodiada por el superministro López Rega, dio la infausta noticia: “con gran dolor debo transmitir al pueblo de la Nación Argentina el fallecimiento de este verdadero apóstol de la paz y la no violencia”.
La palabra del pueblo argentino, la maravillosa música, enmudeció aquel 1º de julio. La Argentina fue un país de colas. Los ricos las hacían para comprar dólares, los pobres para comprar fideos y para darle el último saludo a su líder. Había algo distinto al entierro de Evita. No era tan evidente la división entre las dos Argentinas, la que brindaba con champagne porque se había muerto la “yegua” y la que lloraba a su abanderada. La sensación era distinta porque el peronismo había ampliado su base electoral por izquierda, pero también por derecha. No eran pocos los conservadores que habían confiado a Perón la misión de pacificador de la Argentina, como última carta para frenar al “comunismo”. Así que no tenían mucho para festejar y, sin sumarse al dolor popular, no exhibían ni pública ni privadamente su satisfacción reparadora de viejos rencores.
Las calles se llenaron de lágrimas, flores y caras preocupadas. La frase más escuchada era “qué va a ser de nosotros”. Nadie se engañaba sobre los días que vendrían. La sensación de vacío político era proporcional al tamaño de la figura desaparecida. Isabel, la heredera efectiva del legado dejado simbólicamente al pueblo, no estaba a la altura de las circunstancias y sólo tenía de Perón su apellido. Nadie ignoraba que el brujo López Rega ocuparía el lugar central en la política por el que había venido luchando desde su puesto de mucamo en Puerta de Hierro, que ofrendaría a lo peor del poder político militar de la Argentina. Quedaba flotando una pregunta, por qué el último Perón nos dejó aquella terrible herencia, antesala del infierno tan temido.
Conclusión analítica
La muerte: actor clave del peronismo
La muerte tiene un lugar privilegiado en la historia de Argentina y del peronismo, eje central de la política nacional en las últimas siete décadas.
La muerte de Eva Perón en 1952 fue un punto de inflexión que marcó para muchos el comienzo del fin del mandato de su esposo Juan Domingo Perón, derrocado tres años más tarde en un golpe de estado.
El 1 de julio de 1974, la muerte de Juan Perón, que había regresado del exilio, rompió el fragilísimo equilibrio interno peronista y desembocó en un baño de sangre que allanó el camino para el golpe de estado de 1976 y los 30 mil desaparecidos.
Néstor Kirchner muere en un momento político delicado, con un país polarizado, un peronismo rasgado por grupos disidentes y a un año de elecciones presidenciales.
La muerte de Evita ocurrió en esa primera etapa fundacional del peronismo en el gobierno donde, a partir de 1946, transformó la estructura económico-social del país.
Más que nadie Evita representaba la mística del peronismo en su elemento más distintivo: la justicia social.
El Perón que tomó las riendas en 1973 se encontró con un país convulsionado por una intensa militancia de masas y la presencia de grupos guerrilleros dentro y fuera del peronismo que cuestionaban su autoridad como nadie se había atrevido en sus dos anteriores gobiernos.
Para llegar a la Argentina de Kirchner hay que atravesar el gobierno militar 1976-1983, el regreso a la democracia, el peronismo neoliberal de Carlos Menem y el estallido de 2001, un línea llena de zigzags que termina con la emergencia de un líder poco conocido del sur del país que volvería a cambiar las cosas.
En 1952 y en 1974 la muerte tuvo un impacto devastador en el peronismo.
La historia no se repite, pero el gran enigma post actual es si Cristina Kirchner pudo conducir por sí sola o de manera colegiada ese complejo movimiento de masas que es el peronismo.
Pasado y presente
La Argentina de los 50 era muy diferente a la de los 70 y esta es diametralmente distinta a la actual.
Los trolls de Milei ya hablan de Karina como la nueva Evita y la idolatran personificadamente
Los libertarios usaron de excusa el Día de la Mujer para levantar la imagen de Karina Milei y compararla con Eva Perón.
La Libertad Avanza en la provincia publicó un video en el que muestra a la hermana del presidente levantando los brazos en el balcón de la Rosada como Evita. Con la leyenda «reconocimiento y admiración a esta gran mujer
«Voy a tirar una verdad que nadie se anima a decir. Karina Milei ya es más importante que Eva Perón. ¿Estamos todos de acuerdo, no?», dijo El Trumpista.
De género troll, El Trumpista es uno de los integrantes de la comunidad del bosque que trabajan en la comunicación digital de Milei, ahora a cargo de Juan Doe, el troll en jefe que llegó a una dirección nacional de la mano de Fernando Cerimedo.