A pesar de que Audrey Hepburn siempre dijo que el papel que sentía más suyo era el de Historia de una monja (1959), sin duda fue Vacaciones en Roma (1953) el trabajo que más marcó su trayectoria cinematográfica y vida personal. El título de William Wyler que precisamente hoy cumple 70 años, le abrió las puertas de Hollywood de par en par y también le descubrió la ciudad a la que durante más de 20 años llamaría hogar.
“Mi madre se convirtió en un icono de una ‘romanidad’ distinta y alegre que da la vuelta al mundo a lomos de una Vespa”, escribió Luca Dotti en el prólogo que introduce el libro Audrey Hepburn en Roma . En él, cuenta que fue también durante el rodaje de esta película, realizada en los icónicos estudios romanos Cinecittà (Guerra y Paz , Cleopatra ), donde conoció al matrimonio De Rossi, ella peluquera y él maquillador y creador de las marcadas cejas en forma de ala de gaviota que acompañaron a la actriz en la gran pantalla y en las cientos de portadas de revistas de moda que protagonizó a lo largo de los años.
En el momento en que consiguió el guion de «Roman Holiday» (1953), Gregory Peck tenía hambre de hacer una comedia (no había estado en una comedia en una película) y aprovechó esta oportunidad.
Más tarde dijo que, en ese momento, sentía que cada guion de comedia romántica que tenía la oportunidad de leer «tenía las huellas dactilares de Cary Grant». Es curioso que se sienta así, ya que el papel de Peck en la película se escribió originalmente pensando en Grant.
Grant, sin embargo, rechazó el papel porque creía que era demasiado mayor para interpretar el interés amoroso de Audrey Hepburn. También rechazó el liderazgo en «Love in the Afternoon» de Billy Wilder en 1957 por la misma razón.
Sin embargo, él interpuso su amor en la pantalla diez años más tarde en Charade (1963). A pesar de que Peck se sentía de la manera en que lo hacía, inicialmente se mostró reacio a asumir un papel que era claramente secundario a la joven protagonista femenina, hasta que se dio cuenta de que su imagen podría hacer con un poco de aligeramiento.
Paramount originalmente quería rodar esta película en Hollywood. El director William Wyler se negó, insistiendo en que se debe disparar en el lugar. Finalmente estuvieron de acuerdo, pero con un presupuesto mucho más bajo. Esto significaba que la película sería en blanco y negro, no el Technicolor esperado, y que tendría que elegir a una actriz desconocida como la princesa, Hepburn.
Después del rodaje, Peck informó a los productores que, como Hepburn ciertamente iba a ganar un Oscar (por esto, su primer papel importante), sería mejor que pusieran su nombre por encima del título. Ellos lo hicieron y ella lo hizo.
Cómo llegó Hepburn al papel de princesa Ana es una de esas divinas casualidades que engrandecen su trayectoria . En un principio, el papel iba a ser para Elisabeth Taylor, quien compartiría pantalla con el estelar Cary Grant como Joe Broadley . Pero Wyler dio con una audición grabada de una desconocida y bellísima británica de origen belga en la que descubrió todos los rasgos que necesitaba su rebelde princesa europea: de movimientos sofisticados pero carácter alegre e inocente. En esa audición la cámara siguió rodando después de que Hepburn recitara sus líneas y, sin ella saberlo, la naturalidad que demostró entonces conquistó al cineasta.
El papel era suyo pero Cary Grant rechazó coprotagonizarlo y el estudio recurrió al amable y seductor Gregory Peck. El actor ironizaba con que siempre le ofrecerían los papeles que Grant rechazara, pero una vez empezó el rodaje dejó a un lado la autocompasión. Allí conoció a Hepburn, con quien cultivaría una fuerte amistad y también fue en ese rodaje, durante una entrevista, donde se enamoró perdidamente de la periodista Veronique Passini, con quien se casaría en diciembre de 1955, un día después de divorciarse de Greta Kukkonen.
La elegancia de Audrey Hepburn y el porte de Peck son eternos en la gran pantalla y en el imaginario de la gente
Dejando sus amoríos en segundo plano, Peck encontró en Hepburn una amiga para toda la vida y una compañera de reparto con un futuro prometedor por delante. Tanto es así, que el actor pidió a los estudios que incluyeran el nombre de la actriz junto al suyo en los créditos finales, pues en teoría no debía aparecer en ellos al ser una desconocida para el público americano. Para él estaba claro: iba a convertirse en una gran estrella y se haría con su primer Oscar. Peck no se equivocaba.
Vacaciones en Roma fue el trampolín que impulsó a la actriz belga a la cúspide de Hollywood. El título le valió el Oscar y la convirtió en la primera intérprete en ganar en el mismo año un Tony, por Ondine . A la artista revelación de repente consagrada le llegaría su oportunidad de validarse con títulos como Sabrina (1954), Desayuno con diamantes (1961) , Charada (1963) o My Fair Lady (1964) . Pero eso ya es otra historia.
Vacaciones en Roma es de esas cintas que han envejecido bien y todavía en la actualidad despiertan interés. De hecho, uno de sus misterios, en realidad un secreto a voces, tardó 58 años en esclarecerse. El Sindicato de guionistas reconoció en 2012 que el guion fue en realidad obra de Dalton Trumbo, quien no pudo firmarlo debido a aparecer en la lista negra del cine americano, impulsada por el senador McCarthy durante su conocida caza de brujas.
La elegancia de Audrey Hepburn y el porte de Gregory Peck son atemporales, eternos en la gran pantalla y en el imaginario de la gente. Wyler lo presintió y por ello decidió darles todo el foco, por encima incluso de la ciudad eterna que da nombre a la cinta, teñida en blanco y negro para que dejara brillar al estelar dúo.
El perfeccionista director –se dice que hizo repetir a Hepburn la escena del helado en la escalinata durante cinco días– buscaba realismo en cada detalle de este filme hoy convertido en clásico. Así, la película contó con la participación de miembros de la aristocracia italiana y también periodistas, uno de ellos de este mismo medio: “Moriones, de La Vanguardia de Barcelona”, menciona en pantalla el corresponsal de nuestra cabecera durante los años 50 y hasta finales de los 70, Julio Moriones, a una deslumbrante Audrey Hepburn vestida por la icónica estilista Edith Head. Son este tipo de deliciosos detalles, las luces y sombras detrás del rodaje, las que han servido para engrosar la leyenda de Vacaciones en Roma . Un clásico que, pese a que va sumando años, es eterno.