El auge de los liberalismos y las derechas en Europa en los últimos años responde a una combinación de factores sociales, económicos, políticos y culturales que han generado un clima favorable para que estos movimientos ganen terreno en diversas elecciones. Aquí algunos de los motivos principales:

1. Crisis migratoria y percepción de amenaza cultural

Uno de los principales motores del ascenso de la derecha y el liberalismo ha sido la crisis migratoria que afectó a Europa especialmente desde 2015, con la llegada de cientos de miles de refugiados y migrantes provenientes de países en conflicto, como Siria, Irak y Afganistán. Este fenómeno generó tensiones en las sociedades receptoras, tanto por el impacto en los servicios públicos como por la percepción de que la identidad cultural europea estaba bajo amenaza.

Los partidos de derecha han explotado estos miedos y preocupaciones, promoviendo políticas restrictivas sobre la inmigración y abogando por la defensa de las culturas nacionales frente a lo que consideran un riesgo de «islamización» o pérdida de los valores tradicionales. Los movimientos liberales, en algunos casos, han promovido soluciones económicas más pragmáticas para gestionar las migraciones, ganando apoyo entre aquellos preocupados por la sostenibilidad fiscal y los recursos públicos.

2. Creciente euroescepticismo

El euroescepticismo ha ido en aumento en muchos países europeos, particularmente después de la crisis económica de 2008 y la crisis del euro que siguió. Muchos ciudadanos perciben a la Unión Europea (UE) como una entidad lejana, tecnocrática, y creen que ha tomado decisiones que han afectado negativamente a sus economías y soberanías nacionales. La desconfianza hacia la UE ha sido aprovechada por partidos de derecha, nacionalistas y liberales que abogan por una mayor autonomía y menos intervención de Bruselas.

El Brexit, impulsado por partidos de derecha y liberales en el Reino Unido, es un ejemplo claro de cómo el euroescepticismo puede generar cambios políticos masivos. Otros países han visto un aumento de movimientos similares que buscan renegociar los términos de su relación con la UE o limitar su influencia.

3. Desconfianza hacia la globalización y el establishment

La globalización, a pesar de haber traído beneficios económicos, también ha generado efectos adversos, especialmente en sectores industriales y rurales que han sufrido deslocalizaciones y pérdidas de empleos. Este fenómeno ha causado una creciente desconfianza hacia las élites políticas y económicas, a quienes se percibe como beneficiarios de la globalización a expensas de las clases trabajadoras.

Los partidos de derecha y liberalismo han sabido canalizar este descontento, presentándose como alternativas «anti-establishment» que defienden los intereses de las personas comunes frente a las grandes corporaciones, los tecnócratas y las élites globales. Este discurso ha sido especialmente efectivo en zonas rurales y en áreas industriales deprimidas.

4. Seguridad y terrorismo

Los ataques terroristas perpetrados en suelo europeo por grupos radicales islamistas en ciudades como París, Londres, Bruselas y Berlín han reforzado el apoyo a partidos que abogan por políticas de mano dura en seguridad. Los partidos de derecha, en particular, han defendido medidas estrictas como el aumento de la vigilancia, la reducción de derechos a migrantes y la expulsión de personas con antecedentes radicales, apelando a una mayor protección frente a lo que se percibe como una amenaza directa a la seguridad ciudadana.

5. Reacción contra la «corrección política» y el multiculturalismo

El auge de las derechas también ha sido alimentado por una reacción contra lo que algunos sectores ven como un exceso de «corrección política», promovida principalmente por partidos de izquierda y progresistas. Los movimientos de derecha se han posicionado en contra de la imposición de ciertos discursos y políticas que buscan proteger la diversidad cultural, racial o de género, argumentando que estas medidas amenazan la libertad de expresión y promueven un multiculturalismo forzado.

En este contexto, se apela a la defensa de la cultura nacional y las tradiciones locales frente a lo que algunos consideran una imposición cultural externa, lo que ha resonado en sectores de la población que sienten que sus valores están siendo desplazados.

6. Problemas económicos y desigualdad

A pesar de que las economías europeas han mostrado signos de recuperación tras la crisis de 2008, la desigualdad ha seguido aumentando en muchos países. Los ciudadanos que no han visto mejoras en su nivel de vida o que sienten que han sido dejados de lado por las políticas de austeridad implementadas en varios países europeos han optado por apoyar a partidos que proponen cambios radicales, ya sean liberales con posturas de libre mercado o derechas que ofrecen un enfoque más nacionalista.

Además, en algunos casos, los partidos liberales han defendido reformas económicas para mejorar la competitividad, reducir la intervención estatal y aumentar el dinamismo del sector privado, lo que ha atraído el apoyo de empresarios y sectores de clase media que buscan mayor flexibilidad en los mercados.

7. Desgaste de los partidos tradicionales

En varios países europeos, los partidos tradicionales, tanto de izquierda como de derecha moderada, han sufrido un desgaste significativo debido a su incapacidad para abordar de manera efectiva los problemas que preocupan a los votantes, como el desempleo, la seguridad y la migración. La falta de respuestas claras y la sensación de que estos partidos están desconectados de las preocupaciones diarias de los ciudadanos han llevado a un aumento del voto hacia opciones más radicales o alternativas, especialmente de derecha y liberales.

Conclusión

El auge de los liberalismos y las derechas en Europa refleja un cambio profundo en las prioridades de los votantes, impulsado por la preocupación por la inmigración, la seguridad, la soberanía nacional, el descontento con la globalización y la desconfianza hacia las élites políticas tradicionales. Estos movimientos han sabido capitalizar el malestar de sectores amplios de la población y, en muchos casos, han ofrecido respuestas más claras, aunque controvertidas, a problemas complejos. Sin embargo, este viraje también plantea desafíos para la cohesión social y la integración de los valores democráticos en un contexto cada vez más polarizado.

El creciente malestar europeo ante el avance del islamismo

En los últimos años, el continente europeo ha experimentado un notable aumento de la inmigración proveniente de países de mayoría musulmana. Este fenómeno ha generado tensiones en varios países debido al crecimiento visible de comunidades islámicas y, en algunos casos, el aumento de actitudes islamistas que han provocado preocupaciones entre ciertos sectores de la población. Estas tensiones han alcanzado un punto en el que algunos ciudadanos europeos expresan que «no aguantan más» este fenómeno, lo que refleja un malestar cada vez más palpable en varias partes de Europa.

El término «crecimiento islamista» ha sido objeto de debates intensos. Es importante distinguir entre los musulmanes que practican su religión de manera pacífica y los grupos radicalizados que abogan por la imposición de un islam político o la implementación de leyes religiosas en sociedades seculares. En este contexto, el islamismo se refiere al conjunto de movimientos que promueven una visión política del Islam, que en algunos casos entra en conflicto con los valores democráticos y laicos en Europa.

Preocupaciones culturales y de seguridad

Uno de los aspectos más destacados en el debate sobre el crecimiento islamista es la preocupación por la posible erosión de los valores europeos, particularmente en torno a los derechos de las mujeres, la libertad de expresión y la separación entre religión y Estado. En algunos barrios, especialmente en ciudades con grandes comunidades musulmanas como París, Bruselas o Londres, se ha percibido un aumento de actitudes conservadoras que chocan con las normativas sociales locales. Para muchos, este cambio cultural ha sido difícil de asimilar.

Además, los recientes ataques terroristas perpetrados por individuos o grupos radicales que se identifican con el islamismo han exacerbado el temor y la percepción negativa hacia estas comunidades. Si bien es esencial no estigmatizar a la totalidad de los musulmanes, la realidad es que cada nuevo incidente de este tipo alimenta el discurso de quienes consideran que el islamismo radical se está extendiendo de manera peligrosa por Europa.

Reacción política y social

El malestar creciente se ha visto reflejado en el auge de partidos de extrema derecha en varias naciones europeas, que abogan por restricciones más estrictas a la inmigración, la expulsión de inmigrantes ilegales y el cierre de mezquitas que consideren radicales. Líderes políticos como Marine Le Pen en Francia, Viktor Orbán en Hungría, y Matteo Salvini en Italia, han utilizado este discurso para consolidar apoyo entre los votantes que temen que sus identidades nacionales y sus valores sean amenazados.

Por otro lado, movimientos sociales y ciudadanos también han comenzado a manifestar públicamente su descontento. Manifestaciones contra la inmigración masiva y el islamismo político han sido comunes en países como Alemania, Francia y Suecia, donde algunas voces claman por una mayor defensa de los valores tradicionales y la cultura europea.

El desafío de la integración

Para muchos, el problema radica en la falta de integración de ciertos sectores de la comunidad musulmana. Se argumenta que, en lugar de adoptar los valores europeos, algunos inmigrantes han optado por crear comunidades cerradas donde prevalecen costumbres y prácticas que chocan con las leyes y normas del país de acogida. Esta falta de integración puede llevar a la radicalización de algunos jóvenes, lo que alimenta aún más las tensiones.

En respuesta a esta situación, varios gobiernos europeos han endurecido sus leyes contra el extremismo islamista. Francia, por ejemplo, ha implementado medidas estrictas para prohibir el uso de símbolos religiosos en espacios públicos y controlar la financiación de mezquitas. En Austria y Dinamarca, se han impuesto restricciones a las prácticas religiosas que consideren contrarias a los valores democráticos.

Conclusión

El crecimiento del islamismo en Europa es un tema que genera divisiones profundas. Mientras algunos ven este fenómeno como una amenaza a los valores y estilos de vida tradicionales europeos, otros defienden la pluralidad cultural y religiosa como un pilar de las sociedades democráticas. En todo caso, el desafío que enfrenta Europa es cómo gestionar esta diversidad de manera que se preserve la cohesión social sin renunciar a los principios fundamentales de libertad, igualdad y respeto.

Con los partidos nacionalistas y de extrema derecha ganando terreno en varias partes del continente, el debate sobre la inmigración y el islamismo en Europa está lejos de resolverse, y seguirá siendo un tema central en las políticas nacionales y europeas en los próximos años.

Mag. Karin Silvina Hiebaum

Karin Silvina Hiebaum es una analista política y periodista argentina radicada en Viena. Ha escrito y comentado sobre diversos temas internacionales, incluidos conflictos globales como la guerra entre Rusia y Ucrania. Hiebaum tiene un enfoque crítico sobre la expansión de la OTAN y la política exterior de Estados Unidos, destacando cómo estas acciones han influido en las tensiones actuales con Rusia. También aborda los desafíos geopolíticos desde una perspectiva europea, enfatizando el impacto que tienen las decisiones occidentales en las dinámicas globales.

Además, Hiebaum es conocida por analizar los cambios culturales y políticos, especialmente en Europa, y cómo estos afectan la percepción de amenazas como el islamismo y los movimientos políticos de derecha en el continente. Desde su residencia en Viena, aporta una visión europea y latinoamericana en temas políticos y de seguridad global​