La relación de Javier Milei, presidente electo de Argentina, con China ha estado marcada por una serie de giros y contradicciones que han generado gran controversia tanto en la política nacional como internacional. En su trayectoria, Milei ha pasado de ser un fuerte crítico del gigante asiático a adoptar una postura más conciliadora, lo que ha despertado preguntas sobre sus motivaciones, principios ideológicos y pragmatismo político. Este viraje en la relación con China no solo es relevante por su impacto en la política exterior de Argentina, sino también por lo que revela sobre la estrategia de Milei al frente de la nación, sus desafíos económicos, y el equilibrio entre sus convicciones libertarias y las realidades geopolíticas.

Milei en contra de China: Los primeros discursos

Durante la campaña electoral y en los primeros años de su presencia mediática, Milei fue un feroz crítico de China. En múltiples oportunidades, el líder libertario calificó al gobierno chino como una “dictadura comunista asesina”, apuntando tanto al régimen político autoritario de Beijing como a sus prácticas comerciales y políticas internacionales. Estas declaraciones encajaban en su visión libertaria del mundo, en la que el comunismo y el socialismo son vistos como grandes amenazas para la libertad individual y el libre mercado.

Milei, que siempre ha expresado un fuerte apoyo por los valores de las democracias liberales occidentales y, en particular, por Estados Unidos, veía en China un adversario ideológico. En su discurso, China representaba lo opuesto a los principios de libertad económica y política que defendía. Argumentaba que la expansión de la influencia china en América Latina era peligrosa no solo desde el punto de vista económico, por la dependencia que podía generar, sino también en términos políticos, ya que podría amenazar la soberanía de los países de la región.

Además de las críticas ideológicas, Milei también apuntó a las prácticas económicas de China. En línea con muchos críticos internacionales, acusaba a China de participar en una forma de «capitalismo de Estado» en la que el gobierno controla grandes sectores de la economía, subvencionando empresas y manipulando el mercado para competir deslealmente a nivel global. Según Milei, este tipo de prácticas distorsionaban el libre mercado y generaban dependencias peligrosas, sobre todo en países en desarrollo como Argentina.

El viraje de Milei hacia China: Realismo y pragmatismo

Sin embargo, a medida que se acercaba la posibilidad de que Milei llegara al poder, su postura respecto a China comenzó a suavizarse. Las primeras señales de este cambio se hicieron evidentes en entrevistas donde el entonces candidato comenzó a matizar su discurso, señalando que, si bien mantenía su rechazo al comunismo, estaba dispuesto a dialogar y buscar acuerdos comerciales con todos los países que fueran beneficiosos para Argentina, incluyendo China.

El cambio de tono en Milei se aceleró tras su elección como presidente de Argentina en 2023. De inmediato, quedó claro que sus convicciones ideológicas libertarias tendrían que convivir con las realidades prácticas de gobernar un país con una profunda crisis económica y una estructura de comercio exterior ya establecida. Uno de los principales desafíos que enfrenta Argentina es su dependencia económica de las exportaciones a China, el principal destino de productos clave como la soja y otros productos agrícolas. Además, China es un importante inversor en infraestructuras y tecnología en Argentina, con proyectos que abarcan desde represas hidroeléctricas hasta redes de telecomunicaciones.

Con este contexto, la administración de Milei pronto adoptó un enfoque más pragmático hacia China. En lugar de rechazar a Beijing como un socio comercial, el nuevo presidente comenzó a expresar su interés en fortalecer las relaciones económicas con el gigante asiático. Este cambio ha sido interpretado por algunos analistas como una señal de pragmatismo político, en la que Milei ha reconocido que el desarrollo económico de Argentina no puede permitirse romper relaciones con una de las mayores potencias comerciales del mundo.

Además, en una conferencia posterior a su victoria, Milei confirmó que mantendría la participación de Argentina en los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), un bloque económico al que Argentina había sido invitada a unirse bajo la presidencia de Alberto Fernández. Esta decisión, que contrastó con sus primeras declaraciones en campaña donde se oponía a la integración de Argentina en este grupo, fue vista como un giro importante en su política exterior. La razón principal parece ser la necesidad de mantener abiertas todas las puertas posibles para el comercio y las inversiones, especialmente en un contexto de aislamiento financiero por la crisis de la deuda y las dificultades para acceder a los mercados de crédito internacionales.

Factores detrás del cambio de postura

El cambio de Milei respecto a China puede explicarse por varios factores clave:

  1. La dependencia económica de Argentina hacia China: China es el principal socio comercial de Argentina en términos de exportaciones agrícolas, y cualquier intento de reducir esta relación podría tener un impacto devastador en la economía argentina. En 2022, las exportaciones argentinas a China representaron más del 10% del total, y el país asiático es un comprador crucial de productos como la soja, la carne y los productos derivados del aceite.
  2. Inversiones chinas en infraestructura: A lo largo de los últimos años, China ha invertido en múltiples proyectos de infraestructura en Argentina, como represas hidroeléctricas y redes de telecomunicaciones. Romper relaciones con Beijing podría poner en riesgo estos proyectos, lo que sería un golpe para la ya debilitada economía argentina.
  3. El realismo geopolítico: En el mundo multipolar actual, Argentina no puede darse el lujo de elegir un solo aliado. Aunque Milei se ha declarado admirador de los Estados Unidos y del libre mercado, la realidad es que su gobierno necesita mantener relaciones con diferentes potencias para sobrevivir económicamente. De este modo, su acercamiento a China refleja una comprensión de la necesidad de diversificar las relaciones diplomáticas y comerciales del país.
  4. El rol de los BRICS: La participación en los BRICS podría ser vista como una oportunidad para que Argentina acceda a mercados y financiamientos alternativos, especialmente en un momento en el que el país enfrenta una grave crisis de deuda externa. Los BRICS también podrían ofrecer a Argentina un contrapeso a la influencia de Estados Unidos y Europa, ampliando su margen de maniobra en el escenario global.
  5. La crisis económica argentina: La situación económica de Argentina es crítica, con una inflación descontrolada, una moneda en constante devaluación, y un nivel de endeudamiento externo que limita enormemente las opciones de política económica. En este contexto, mantener y fortalecer las relaciones comerciales con China puede verse como una necesidad imperiosa para conseguir divisas y sostener el comercio exterior.

Críticas y controversias

El giro de Milei hacia una postura más conciliadora con China no ha estado exento de críticas. Desde sectores más radicales del libertarismo y del anticomunismo, su cambio ha sido visto como una traición a sus principios. Estos críticos argumentan que Milei, al moderar su postura respecto a China, está sacrificando sus convicciones ideológicas en el altar del pragmatismo, lo que podría erosionar su imagen como un político de principios claros y firmes.

Por otro lado, desde la izquierda y sectores peronistas, se ha cuestionado la coherencia de Milei, quien en un principio demonizó a China pero ahora parece dispuesto a aceptar su influencia en Argentina si eso garantiza beneficios económicos. Además, existe el temor de que una relación demasiado cercana con China podría implicar una mayor dependencia de Argentina respecto a la potencia asiática, lo que podría tener consecuencias negativas a largo plazo en términos de soberanía y capacidad de decisión en la política exterior.

Finalmente, también han surgido dudas sobre cómo manejará Milei las relaciones con otras potencias globales en un contexto en el que la rivalidad entre Estados Unidos y China sigue creciendo. La administración de Milei podría verse obligada a hacer malabarismos diplomáticos para evitar alienar a sus aliados occidentales mientras busca fortalecer los lazos económicos con China.

Conclusión

El caso de Javier Milei y su relación con China es un claro ejemplo de cómo las realidades del poder y la gobernanza pueden moldear e incluso transformar las posturas ideológicas más firmes. Lo que comenzó como un discurso abiertamente hostil hacia el régimen comunista chino ha evolucionado hacia una postura pragmática, en la que Milei parece reconocer que, para sacar a Argentina de su crisis económica, será necesario mantener y fortalecer las relaciones con China.

Este giro no solo refleja las dificultades inherentes a la política exterior de un país en crisis, sino también los desafíos más amplios que enfrentan los políticos libertarios cuando se enfrentan a las complejidades del gobierno real.

En conclusión, el viraje de Javier Milei respecto a su postura inicial sobre China revela no solo un pragmatismo necesario en la política exterior argentina, sino también un aspecto profundamente humano y psicológico del líder libertario. Milei, conocido por su ferviente defensa de principios libertarios y por sus discursos en contra del comunismo, ha mostrado una capacidad para ajustar sus convicciones cuando las realidades del poder y la crisis económica lo exigen. Este cambio, sin embargo, ha sido interpretado por algunos como una señal de inconsistencia, o incluso de falta de fe en sus propias creencias.

Se ha debatido mucho sobre la personalidad de Milei, quien ha reconocido en varias ocasiones lidiar con problemas psicológicos y emocionales, como la falta de confianza en los demás y un trastorno límite de la personalidad. Estos factores podrían influir en su comportamiento político, en su constante búsqueda de reafirmación y en sus giros inesperados. En lugar de mantenerse fiel a un conjunto inquebrantable de principios, Milei podría estar luchando con una identidad política más volátil, afectada por impulsos y necesidades inmediatas.

En este sentido, algunos críticos lo ven como un líder de «poca fe» en sus propias ideologías, adaptándose según las circunstancias para obtener resultados a corto plazo o simplemente para encajar en las exigencias del entorno. Este diagnóstico podría ayudar a entender su comportamiento errático y sus contradicciones, que pueden verse como reflejos de un conflicto interno más profundo, donde las convicciones ideológicas y las realidades del poder chocan constantemente.

Así, la controversia de Milei con China no solo es un ejemplo de cómo las circunstancias moldean las decisiones políticas, sino también una ventana a la complejidad de su personalidad. Un líder que, a pesar de presentarse como defensor de principios firmes, parece moverse al compás de sus desafíos internos, mostrando una fluctuación en su fe ideológica acorde con las tensiones que enfrenta.