En el contexto político argentino, la reciente llegada de Javier Milei a la presidencia ha suscitado un amplio rango de reacciones y análisis. Su lema “Las hace las paga” ha capturado la atención no solo por su connotación bravucona, sino también por el trasfondo de resentimiento y la noción de venganza que podría implicar. Esta frase, aunque puede interpretarse como un llamado a la justicia, es, en el fondo, una afirmación peligrosa que merece ser analizada con profundidad.

El contexto de la frase

Milei ha construido su imagen política en gran parte a través de una retórica confrontativa y provocadora. Frases como “Las hace las paga” pueden parecer, a primera vista, un intento de devolver justicia o proporción a un sistema político que ha sido criticado por su corrupción y malas decisiones. Sin embargo, esta declaración representa algo más profundo: una llamada a la revancha que puede polarizar aún más un país ya fracturado.

El resentimiento como motor político

La frase de Milei aborda la necesidad de justicia, pero en el proceso, alimenta un ciclo de resentimiento. En lugar de construir puentes o buscar un entendimiento más amplio, la declaración refuerza la idea de castigar a quienes han fallado en su deber, sin espacio para el perdón o la reconciliación. Esto puede ser un aspecto peligroso de su gobierno, porque el resentimiento, si no se maneja adecuadamente, puede perpetuar un ciclo de venganza en lugar de promover la paz y la estabilidad social.

La falta de diferenciación entre lo privado y lo público

Uno de los problemas más críticos que plantea esta frase es la falta de distinción entre lo privado y lo público. En un estado democrático, es esencial que el gobierno funcione bajo principios de justicia y equidad. Sin embargo, expresar que “las hace las paga” puede interpretarse como un deseo de venganza personal, lo que amenaza con erosionar la imparcialidad que debe regir en las decisiones de un líder. La función ejecutiva no debe confundirse con la búsqueda de justicia personal, sino que debe estar guiada por el bienestar de todos los ciudadanos, sin prejuicios ni animosidades.

Consecuencias potenciales

El uso de un lenguaje divisivo podría tener repercusiones peligrosas en el tejido social argentino. La frase puede alentar a una mentalidad de “todo o nada”, donde se puede justificar la agresión y la intimidación hacia aquellos percibidos como adversarios. Esto es especialmente preocupante en un entorno donde las instituciones y los ciudadanos necesitan trabajar juntos para afrontar problemas complejos, como la economía, la pobreza y la desigualdad.

Además, podría también influir en un cambio en la forma en que los ciudadanos perciben la justicia y la gobernabilidad. Si los individuos comienzan a asumir que es aceptable tomar la justicia por su mano -es decir, si el discurso presidencial fomenta la idea de que todos los errores deben ser corregidos vindictivamente-, se puede desatar un caos en el que la ley y el orden pierden su significado.

Conclusiones

Frases como “Las hace las paga” no son solo gritos de batalla en un discurso político; son manifestaciones de una mentalidad que necesita ser examinada críticamente. En lugar de incitar al resentimiento y la venganza, sería más constructivo fomentar un diálogo basado en la reconciliación y la justicia equitativa. La función del presidente no debería ser vengativa, sino constructiva, orientada a unir al país en lugar de dividirlo.

Es responsabilidad de los ciudadanos y de las instituciones mantenerse alerta y exigir un liderazgo que promueva el entendimiento, el respeto mutuo y una verdadera justicia, en lugar de dejarse llevar por un discurso que alienta la revancha y la discordia. La Argentina necesita finalmente avanzar hacia una cultura política donde la cooperación y la paz sean las claves, dejando atrás un pasado de resentimientos.

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