El Gobierno de Javier Milei ha dado un paso significativo hacia la apertura comercial al reducir aranceles de importación para casi 90 productos de consumo masivo, según el reciente Decreto 908/24. Esta medida, que busca abaratar precios para los consumidores, genera una creciente preocupación en la industria nacional, que ya se encuentra en una situación crítica debido a la recesión económica.
La reducción de aranceles, que para productos como neumáticos pasó del 35% al 16% y para motos del 35% al 20%, está diseñada para incentivar un supuesto “alivio impositivo”, argumenta el Gobierno, que promete mejor competitividad y mayores beneficios para el comercio. Sin embargo, la realidad podría ser bien distinta para muchos sectores industriales, que temen no poder competir con los precios de los productos importados, poniendo en peligro así su continuidad y la generación de empleo.
En este contexto, es vital considerar no solo la apertura comercial como un mecanismo para abaratar costos, sino también las implicaciones que tiene para el desarrollo de la industria nacional y el empleo local. La producción local no solo representa un pilar fundamental para la economía, sino que además es una fuente crucial de mano de obra. La pérdida de empleos en sectores que no logran adaptarse a la competencia importada podría acentuar aún más los problemas económicos, derivando en un círculo vicioso de desempleo y caídas en la producción.
Particularmente preocupante es el panorama para la industria farmacéutica. El Gobierno ha autorizado la importación de medicamentos de países con menos regulaciones sanitarias, donde los costos son significativamente inferiores. Esto ha llevado a que el ministro de Economía, Luis Caputo, mantenga reuniones con empresarios del sector, quienes expresan sus inquietudes por el impacto de estas decisiones en la producción nacional. En este sentido, la promesa del secretario de Industria y Comercio, Pablo Lavigne, de que “esta vez las cosas van a salir bien” suena a un llamado a la esperanza en medio de un mar de incertidumbres.
La preocupación de los industriales no es infundada. La historia ha demostrado que una apertura comercial no siempre resulta en prosperidad para todos los sectores. Sin un adecuado plan de acompañamiento para la industria nacional que contemple apoyo y protección en áreas críticas, la lucha por mantener la competitividad se tornará un desafío monumental.
En conclusión, el camino hacia la apertura comercial debe ser cuidadosamente balanceado con la necesidad de fortalecer la producción nacional. Es imperativo que el Gobierno adopte una postura que no solo promueva el consumo a bajo costo, sino que también proteja y fomente la creación de empleo local. La unión de ambas estrategias será fundamental para no solo salir de la recesión, sino para construir un futuro económico más sólido y sostenible que priorice el bienestar de todos los argentinos. La preservación y el crecimiento de la industria nacional son esenciales no solo para la economía, sino también para el tejido social del país.