Por Mag. Karin Silvina Hiebaum

En un contexto global cada vez más complejo, se afirma que el nuevo orden mundial es multipolar, es decir, policéntrico. Esta realidad, guste o no, se enfrenta a una narrativa predominante en ciertos sectores de la derecha que, en su afán por mantener una hegemonía occidental, nos quieren empujar hacia el bando del dólar estadounidense, la Unión Europea, el G-7 y la OTAN. Este enfoque, que ignora la pluralidad de actores en la arena internacional, ha sido objeto de críticas de pensadores y analistas, como Lorenzo Ramírez, quien enfatiza la necesidad de reconocer y adaptarse a esta nueva realidad multipolar.

El análisis de la situación mundial actual revela la superficialidad de una política que busca encasillar a las naciones en bandos predefinidos, una visión que podría ser contraproducente. Las potencias emergentes, desde Rusia hasta China, están redefiniendo las dinámicas de poder, y es crucial que los países latinoamericanos, incluida Argentina, adopten una postura crítica y estratégica ante estas transformaciones.

Alberto Mansueti, un destacado analista y defensor del liberalismo clásico, ha expresado su preocupación por la dirección que está tomando la política argentina bajo la administración de Javier Milei. Para Mansueti, el liberalismo clásico no solo se basa en la defensa de la libertad individual y el libre mercado, sino que también aboga por un orden institucional que promueva la justicia y la competencia leal. La crítica de Mansueti se centra en el “estatismo” que, tanto desde la izquierda como desde ciertas facciones de la derecha, se impone a la sociedad. Este fenómeno, que él denomina “viveza criolla”, se alimenta de un sistema que permite a algunos “saltar” por encima de las leyes y normas éticas, perpetuando una cultura de corrupción y deshonestidad que obstaculiza el progreso y la verdadera competencia.

La política de Milei, que ha prometido radicales reformas económicas y un enfoque ultraliberal, se enfrenta a este dilema. Si bien la intención de liberalizar la economía es loable, Mansueti advierte que las medidas propuestas podrían llevar a un aumento de la desigualdad y a la exclusión de sectores vulnerables de la sociedad, exacerbando así las tensiones sociales. La falta de un enfoque integral que contemple las realidades socioculturales del país podría resultar en un descalabro aún mayor, poniendo en riesgo no solo el bienestar económico, sino también la cohesión social.

Además, Mansueti sostiene que la falta de una política exterior coherente que reconozca el nuevo orden multipolar podría dejar a Argentina aislada y vulnerable en el contexto internacional. El llamado a alinearse ciegamente con las potencias occidentales, sin considerar las oportunidades que ofrece la multipolaridad, sería un error estratégico que podría costarle caro al país.

En este sentido, la crítica de Mansueti al gobierno de Milei no es solo una cuestión de desacuerdo ideológico, sino una defensa de un enfoque analítico y crítico que busca promover una política más inclusiva y justa. La multiplicidad de voces y actores en el nuevo orden mundial debe ser una oportunidad para que Argentina construya su propio camino, basado en principios de libertad, justicia y respeto por las instituciones, en lugar de seguir ciegamente las directrices de un modelo que ha demostrado ser excluyente y limitado.

En conclusión, el análisis de Alberto Mansueti ofrece una visión crítica y reflexiva sobre la política actual, advirtiendo sobre los peligros del estatismo y la “viveza criolla”. Su defensa de un liberalismo clásico que valore la competencia leal y el respeto por las leyes es un llamado a la reflexión en un momento en que Argentina se encuentra en una encrucijada. En lugar de dejarse arrastrar por las tendencias hegemónicas del pasado, el país debe abrazar su lugar en un mundo multipolar, construyendo un futuro que priorice el bienestar de todos sus ciudadanos.

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