Por Mag. Karin Silvina Hiebaum

En un contexto político donde las sombras del pasado vuelven a emerger, la figura de Karina Milei, una tarotista convertida en líder de un frente presidencial en Argentina, ha despertado tanto curiosidad como críticas. La reciente nota de la revista Caras revela las complejidades de su ascenso al poder y el rol fundamental que juegan sus discípulos, Lule y Martín Menem, en la administración actual. Este trío ha formado una alianza que, aunque sorprendente, plantea serias interrogantes sobre la manipulación política y las dinámicas de poder en el país.

Karina Milei, conocida por su enfoque poco convencional y su trayectoria en el mundo del tarot, ha logrado captar la atención de una parte significativa de la población argentina. Sin embargo, su éxito no es solo el resultado de su carisma o habilidades como comunicadora. En el trasfondo, Lule y Martín Menem actúan como sus brazos ejecutores, asegurando que las decisiones y directrices de Milei se implementen tanto en el Congreso como en la Casa Rosada. Esta relación simbiótica plantea la pregunta: ¿hasta qué punto la política argentina ha sido capturada por una narrativa que favorece el espectáculo sobre la sustancia?

Lule, en particular, se ha convertido en un actor clave en el «casting» de candidatos para el partido, manejando una agenda que se asemeja más a un guion de teatro que a una verdadera democracia. Su influencia en las decisiones estratégicas y su papel en la lucha por las cajas de los gremios revelan una ambición que podría no ser tan inocente como parece. La manipulación de Karina Milei en este sentido es preocupante, ya que se alimenta de la desilusión de un electorado que busca alternativas a la política tradicional. Sin embargo, este cambio puede estar llevando a un retorno a las viejas prácticas que han caracterizado la política argentina durante décadas.

Martín Menem, por su parte, ya ha puesto en marcha sus planes para 2027, consolidándose como un jugador importante en la política de la provincia de La Rioja y, potencialmente, en la escena nacional. Su ascendencia en el seno del partido y su relación con Karina Milei podrían permitirle recuperar el estatus y la influencia que su familia perdió tras la presidencia de Carlos Menem. Este retorno de los Menem al escenario político no solo implica una continuación de la saga familiar, sino también un desafío a la narrativa de cambio que Milei prometió en sus discursos de campaña.

La combinación de Milei, Lule y Martín Menem presenta una amalgama de intereses que, lejos de ser un enfoque renovador, podría terminar perpetuando el ciclo de manipulación y corrupción que ha plaguado la política argentina. La crítica de Caras se centra en la percepción de que, a pesar de sus discursos de transformación, esta administración está alineando sus tácticas con aquellos que han sido parte del problema en lugar de buscar soluciones auténticas.

En un país que ha sufrido la manipulación política en distintas formas, la relación entre Karina Milei y los Menem resuena como un eco de un pasado que muchos esperaban haber dejado atrás. La falta de transparencia en la gestión de las decisiones y la influencia de figuras con antecedentes cuestionables generan un clima de desconfianza entre los ciudadanos. Los electores que apoyaron a Milei por su promesa de cambio deben preguntarse si realmente están viendo una nueva era o simplemente un retorno a viejas prácticas.

La crítica a la manipulación de Karina Milei y su círculo íntimo es esencial para el futuro de la democracia en Argentina. La política no debería ser un juego de sombras ni un espectáculo manipulado, sino un espacio donde se priorice el bienestar colectivo y la verdadera representación de los ciudadanos. Es momento de que la sociedad argentina se mantenga alerta y exigente, reclamando transparencia y responsabilidad de aquellos que han tomado las riendas del poder. El futuro del país depende de ello.