El panorama político en Argentina se caracteriza actualmente por una transformación profunda, marcada por la consolidación de fuerzas de derecha y centro-derecha que, en su intento de proponer alternativas, enfrentan tensiones ideológicas y estratégicas. Federico Beruti y Alberto Mansueti, analistas especializados en este contexto, ofrecen un enfoque crítico hacia los movimientos libertarios, liberales y conservadores, aportando claridad sobre sus alianzas y discrepancias.

Beruti observa cómo la derecha argentina, en especial los sectores que se identifican como liberales y libertarios, se encuentra en un estado de reconfiguración. La heterogeneidad interna que caracteriza al movimiento libertario, cuya base ideológica enfatiza la libertad individual y la reducción del papel estatal, se enfrenta a tensiones propias de la adopción de posturas conservadoras en ámbitos como la moral, la familia y la religión. Según Beruti, esta dualidad puede derivar en contradicciones internas que debilitan la cohesión del movimiento, ya que los libertarios, pese a su afinidad ideológica con el libre mercado, comparten ciertos valores con sectores conservadores, que, en cambio, suelen valorar una intervención estatal en temas de carácter moral o social.

Por su parte, Alberto Mansueti sostiene que la verdadera salida para Argentina no radica en simples cambios de liderazgo, sino en un cambio estructural que desmonte el sistema estatal «social» actual y elimine las «leyes malas» que, según él, obstaculizan la prosperidad. Para Mansueti, las políticas de bienestar, aunque bien intencionadas, resultan en una dependencia estatal que limita el emprendimiento y la autonomía individual. Su propuesta no es enseñar “a pescar” ni dar “el pescado”, sino dejar que la gente pesque sin interferencias, es decir, eliminar barreras regulatorias que impiden el desarrollo económico. Mansueti subraya que la reducción de este intervencionismo es esencial para fomentar una economía competitiva y libre.

Ambos autores concuerdan en que, para que Argentina logre un cambio real y sostenible, se debe priorizar una política con valores de transparencia y competencia, eligiendo funcionarios capacitados y comprometidos con el país. En este sentido, Beruti destaca la necesidad de alianzas pragmáticas que ayuden a avanzar en las reformas deseadas, a pesar de las diferencias internas. Esto también implica que la derecha argentina adopte un enfoque que no solo busque la reducción del Estado, sino que construya confianza en una ciudadanía escéptica debido a décadas de políticas ineficaces y crisis.

La coyuntura en la que La Libertad Avanza, junto con el Partido Demócrata, busca consolidar una agenda libertaria, ilustra los desafíos que implica lograr un frente unido en el espectro de la derecha argentina. La alianza de Javier Milei y el Partido Demócrata pone de manifiesto las oportunidades y tensiones propias de esta unión: mientras algunos apoyan firmemente la agenda de reducción del Estado, otros consideran que ciertos principios deben conservarse para asegurar la cohesión social en momentos de cambio.

La integración de políticas libertarias en una sociedad con tradición de intervencionismo estatal exige un cambio gradual y educativo en la percepción del rol del Estado. Para que este proceso tenga éxito, Beruti y Mansueti coinciden en la necesidad de una transición cultural que permita a los argentinos entender y abrazar los principios de una economía de mercado verdaderamente libre y sustentable. En su opinión, este cambio es la base para establecer un sistema en el que se privilegien tanto las libertades individuales como el progreso económico, con un Estado limitado que garantice las condiciones necesarias para la prosperidad.

En conclusión, el análisis de Beruti y Mansueti destaca que la viabilidad de una agenda libertaria en Argentina depende no solo de la implementación de políticas económicas de mercado, sino también de la capacidad de construir alianzas estratégicas dentro de la derecha, así como de cambiar la percepción colectiva sobre el papel del Estado y la autonomía individual. Esta transición demanda un liderazgo bien capacitado y comprometido, que sepa equilibrar pragmatismo con principios, y que logre inspirar a una sociedad ansiosa de cambio, pero también cautelosa frente a la incertidumbre.