El diagnóstico fue claro desde el “minuto uno” del 10 de diciembre de 2023: Santa Cruz era una “provincia devastada y en muy malas condiciones”. Esta fue la primera definición de Claudio Vidal cuando asumió la gobernación de la provincia de Santa Cruz. La realidad era evidente. 30 años de “Kirchnerismo” en Santa Cruz, con 20 años del mismo signo político a nivel nacional no habían transformado a la provincia en un lugar de oportunidades y desarrollo; todo lo contrario, era un escenario de saqueo.
En pocas palabras, la “gestión Vidal” debía enfrentar múltiples desafíos en condiciones financieras y estructurales paupérrimas; incluso peor de lo que se esperaba ya que la administración saliente de Alicia Kirchner se había negado a realiza una “transición” honorable. No solo se le negaron los números reales de los Ministerios y entes públicos, sino que además, contra reloj, se emitieron resoluciones y disposiciones en cada área de gobierno para entorpecer las acciones de la nueva gestión.
De menor a mayor: hubo saqueos de oficinas, hechos corroborado por los funcionarios que debían hacerse cargo de dependencias en las que no dejaron ni computadoras; hasta deudas impagas por cifras millonarias asumidas con Sergio Massa, entonces super ministro de economía saliente y candidato a presidente perdedor ante Javier Milei. Además, el nuevo mandatario nacional insistía con su frase: “no hay plata”, latiguillo que anticipada el millonario desfinanciamiento a las provincias. En síntesis: peor imposible.
Campo Minado
A decir verdad, más que aguas envenenadas, lo que le dejaron a Vidal fue un “campo minado”.
Tal vez si se hubiera tratado de una “bomba económica” como se solía definir por entonces la “herencia” que le habían dejado a Milei hubiera sido más sencillo; pero en Santa Cruz las “bombas” aparecían en todas las áreas. En materia social, en materia de infraestructura, salud y educación y obviamente financiera.
Aquel discurso de hace un año atrás intentó describir el “mal estado” del Estado provincial, pero a lo largo de los meses quedó en claro que se había quedado corto. No solo se trataba de mala gestión, sino de falta de gestión. Es que tras la pandemia de COVID-19 Santa Cruz fue la última provincia en “levantar cabeza” y no solamente eso, las localidades del interior habían sido abandonadas a su suerte.
En el discurso mencionado, el gobernador dio detalles del “desastre” encontrado.
“Venimos de un ciclo político de más de 30 años en Santa Cruz, un ciclo político que puso presidentes, vicepresidentes y gobernadores durante más de 32 años y ¿cuál es el resultado? Seguimos sin poder tener más de 80 días de clases, seguimos dependiendo del empleo público y de la plata que nos manda la Nación, seguimos teniendo miles de santacruceños bajo la línea de pobreza”, dijo entonces.
Vidal, proveniente de extracción sindical, representante de uno de los sectores productivos más importantes de la provincia reflexionaba: “Tenemos todo, pero ¿qué es lo que tenemos? Un 43% de pobres y regiones de la provincia que han sido completamente olvidadas”.
Tal vez para dejar en claro que el punto de partida de su gestión era de “menos Cero” recordó que asumiría con un déficit fiscal anual en Servicios Públicos de más de $21.600 millones, en Distrigas más de $4.800 millones, en la Caja de Servicios Sociales $42 mil millones, en los municipios, $12.000 millones y en la Caja de Previsión 48.000 millones”. Seguidamente aclaró: “si tuviéramos que dar un aumento hoy a los trabajadores estatales no hay fondos”.
Así, el flamante gobernador admitía: “La situación actual de la provincia es insostenible, lamentablemente somos el resultado de demasiados fracasos, conflictos y una corrupción desmedida; los que van a dejar el actual gobierno, nos dejan aguas envenenadas, la provincia está devastada, en muy es muy malas condiciones fueron años de políticas nefastas años de reglas poco claras. Quiero que sepan yo no sigo esas reglas, me sume a la política para cambiarlas”, sentenció.
Aguas envenenadas, o campo minado; cualquier metáfora apenas si describiría el escenario que le tocaba a Vidal; en medio de un ambiente de preocupación y malestar social, y “algo” de expectativas.
Ser y parecer
Lo que pasó 365 días después sería el resultado de enfrentar todos esos frentes a la vez, “sin seguir las reglas” de la política tradicional o el “establishment” político santacruceño.
Superado el estupor y escozor que causó en algunos “ambientes” que un “negro, sindicalista y zona norte” se haga cargo de la primera magistratura de Santa Cruz; en cada pasillo de Gobierno se podía sentir por esos días una suerte de subestimación.
Incluso llegó a cuestionarse que llegara a las 7 de la mañana a su despacho, cuando aún no había movimiento en Casa de Gobierno.
Es evidente que el Gabinete lo “armó” a duras penas, no por improvisación sino por “falta de gente”. Es que Vidal llegó al “poder” con una estructura provincial en ciernes y con aliados de ocasión que buscaba revertir décadas de derrotas electorales y esperanzas quebradas.
La prueba de esto es que en los meses inmediatos a su asunción hubo cambios en estructuras ministeriales, marchas y contra marchas en nombramientos, “despidos”, “apartamientos” y nuevos nombramientos. Todo en busca de un equilibrio entre gestión y presencia política.
Los “corto circuitos” entre algunos actores del gobierno y el gobernador tampoco son ocultables; pero son producto de que Vidal “viene del palo del gremialismo” dicen algunos; en tanto otros vinculan esta situación a la disparidad que se ve en cómo se lleva cada área. Es que según quienes lo conocen, al Gobernador “le gusta tanto ser como parecer” y en el discurso de la gestión de cara a la gente no solo es un eslogan de campaña, sino que exige lo mismo ahora que es gobierno.
Están agazapados
Mientras se acomodaba a los primeros meses de gobierno, Vidal enfrentó además a planteamientos de sectores que tenían claro que no debían dar respiro al gobierno entrante. Iniciaron reclamos que habían callado por años al tiempo que demandaron soluciones extraordinarias. En tanto, el “kirchnerismo” tardó un poco más en sobreponerse al golpe electoral, pero luego comenzó a utilizar las estructuras a su alcance dentro y fuera del “Estado elefantiásico” que supo construir por décadas. Son capas y capas geológicas de empleados y funcionarios que llevan años respondiendo a sus “jefes políticos”.
A las metáforas de “aguas envenenadas” y “campo minado” se puede sumar el de “pantano” para describir el nivel de burocracia que debe atravesar cada acción emprendida y revisiones de cuentas anticipadas; esto en virtud de las ya mencionadas disposiciones y resoluciones administrativas que “dejó” Alicia, antes de huir de Santa Cruz.
Finalmente hay que mencionar que los enemigos políticos de Vidal, que al principio vaticinaban un “estallido” de enojo que dejara al gobernador sin capacidad de maniobra debieron comprender que los santacruceños habían votado por un cambio y parecían darle “crédito”.
De todos modos, no pierden ocasión en limar “con declaraciones” la gestión de gobierno mientras van midiendo sus posibilidades, pensando en el 2025.
Tal vez el más “ansioso” es el intendente de Río Gallegos, Pablo Grasso, quien pese a estar anteúltimo con 57,2 % de imagen negativa en el ranking de los peores Jefes Comunales del país (Fuente: CB Consultora Opinión Pública) no duda en criticar a Vidal, como si aún estuviese en campaña. El otro que busca “tener su oportunidad”, es el ex CEO de YPF, Pablo González quien de manera oportunista intentó generar una ola negativa en medio de las negociaciones con la petrolera Estatal, por los yacimientos maduros y su reemplazo en las operaciones en territorio provincial.
Pero tal fue la pésima administración de González al frente de la operadora y todas las sospechas de desmanejos y “contabilidad creativa” que dejó su paso por la empresa, que parece haber advertido que le convenía bajar el perfil y salió de la escena pública.
Salvo por Grasso que primero estuvo apoyando al gobernador de la Rioja, Ricardo Quintela y no dudó en mostrase junto al intendente de La Matanza procesado en una causa por abuso sexual; Fernando Espinoza; el resto está en silencio. Claro que Grasso después salió a aclarar que apoyaba a Cristina.
En éste panorama incierto en donde Cristina “se hizo” del Partido Justicialista después de “trampear” a Quintela y ahora busca “blindarse” con algo de “poder” luego de la ratificación de su condena por corrupción; los auto percibidos “herederos del kirchnerismo” en Santa Cruz parecen estar escondidos.
Pero la realidad es que están agazapados, envenenando aguas, poniendo minas y tratando de empantanar las cosas en cuanto de ellos dependa. En definitiva, que haya transcurrido el primer año de una gestión provincial sin sello “K”, para ellos no es una buena noticia.
Cambio de paradigma
En el balance de los 365 primeros días de gobierno de Claudio Vidal hay que ser claros: hubo aciertos y se manejaron correctamente algunos conflictos que amenazaban con escalar; pero también se cometieron “errores no forzados” y traslució “inexperiencia”.
De aquellos primeros anuncios en donde hablaba de los ejes de gestión que incluían el desarrollo industrial, un fuerte acento en la educación y el ordenamiento de las cuentas públicas; pasando por los “gestos” de reducir los gastos de la política, hasta llegar al presente, donde persisten problemas estructurales hay una distancia de “hechos” que marcaron el año de gobierno.
En un balance de mitad de año, oficialmente se anunciaba que en una tarea de ordenamiento del gasto público y una merma de 57 mil millones de pesos en concepto de ingresos que provenían del Estado nacional – lo que significó un treinta menos de recursos financieros en el presupuesto provincial – “el primer semestre de gestión de Claudio Vidal comienza a dar señales claras de reactivación de la economía”, afirmaban desde gobierno.
Todo apunta a que se tomó como una primera etapa, fortalecer la gestión con inversiones en equipamiento, en áreas como salud, seguridad y maquinarias.
Por otra parte, recientemente el mandatario subrayó la necesidad de abandonar la dependencia exclusiva del Estado, al señalar que “durante años, en Santa Cruz, nos enseñaron que el Estado era todo: el padre, la madre, el abuelo. Pero ese modelo colapsó. Ahora estamos trabajando en fortalecer el sector privado y en incrementar la producción”. Tal vez esto sea una señal de lo que viene.
Hay tres grandes actividades industriales que son factores de desarrollo y generan empleo fuera del Estado y Vidal lo sabe: petróleo, minería y pesca.
“Fortalecer el sector privado significa generar ingresos que luego puedan ser distribuidos en cada municipio”, explicó al hablar al respecto de la actividad económica provincial. También aseguró: “recuperaremos la producción de crudo, y en minería ya somos responsables del 48% de las exportaciones nacionales de oro y plata”, remarcó como datos positivos del año de gestión.
Pero la pregunta es si esto se ve reflejado en el día a día de los santacruceños; y cuál será la velocidad del cambio de paradigma de lo “hiper estatal” al desarrollo del sector privado combinado con administración de gobierno.
La respuesta a este interrogante de cara al futuro está no está solamente en las decisiones en políticas públicas que se tomen en los próximos 3 años, sino también en la eficacia para continuar esta tendencia y el grado de comprensión que se tenga del cambio que se está dando a nivel nacional. Entonces habrá que ver si fue premonitoria la frase con la que Vidal cerró su discurso hace un año atrás: “Hoy empezamos a escribir una nueva historia, la de los santacruceños que no nos rendimos, de los que no nos arrodillamos ante el poder, ni la adversidad, los que defendemos nuestra tierra, los que buscamos un futuro mejor para nuestros hijos y elegimos dejar de tener miedo y volver a tener esperanzas”.