La aguda observación de Ricardo Raúl Benedetti sobre el fenómeno Milei y su gobierno es un recordatorio necesario de las contradicciones que a menudo caracterizan la política argentina. En su análisis, Benedetti destaca cómo los fervientes seguidores de Milei parecen haber transformado su figura en una especie de mesías que, con un toque mágico, ha erradicado al kirchnerismo y ha prometido convertir a Argentina en una versión de Suiza. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y, como bien señala, está llena de ironías y contradicciones que merecen ser discutidas.
En primer lugar, la rápida evolución del discurso del gobierno es digna de mención. La promesa de dinamitar el Banco Central y dolarizar la economía se ha transformado en un intento de fortalecer el peso argentino y mantener la estructura del Banco que, según sus seguidores, debía ser desmantelado. Esta oscilación de posturas no solo genera confusión, sino que también plantea serias dudas sobre la coherencia y la viabilidad del proyecto político de Milei. ¿Es realmente un líder que sabe hacia dónde va, o simplemente está improvisando en un entorno que exige respuestas inmediatas?
La dependencia del PRO, un partido que muchos de sus seguidores consideran “muerto”, para enfrentar al kirchnerismo muestra una paradoja inquietante. Si el PRO ya no tiene relevancia, ¿por qué recurrir a él en un momento crítico? Esta necesidad de alianzas con aquellos a quienes descalifican revela una falta de confianza en su propia base y en la capacidad de Milei para gobernar sin el apoyo de actores que, supuestamente, deberían haber quedado atrás. La estrategia de “pan y circo” que menciona Benedetti parece ser una táctica para mantener a la población distraída, mientras el verdadero juego político se desarrolla entre viejos conocidos.
Además, la inclusión de ex miembros de partidos tradicionales en el gabinete de Milei subraya una realidad que muchos prefieren ignorar: el cambio de caras no necesariamente implica un cambio de políticas. La transformación de ex kirchneristas y massistas en “fuerzas del cielo” del nuevo gobierno es un claro indicio de que, en el fondo, las estructuras de poder y los intereses no han cambiado tanto como se podría esperar. En lugar de una revolución del libre mercado, estamos presenciando una reconfiguración del mismo sistema, donde las viejas prácticas políticas parecen persistir bajo un nuevo disfraz.
Por último, la ironía de que Milei, en su afán de “privatizar la ironía”, se haya convertido en el símbolo de un surrealismo político es, sin duda, un punto que merece ser subrayado. La narrativa de un líder libertario que, en la práctica, se rodea de figuras del pasado y recurre a estrategias de antaño, plantea serias preguntas sobre la autenticidad de su proyecto. ¿Realmente está Milei dispuesto a romper con el pasado, o simplemente está utilizando las mismas herramientas que tanto criticó?
En conclusión, Benedetti hace un llamado a la reflexión sobre la naturaleza de la política actual en Argentina. La promesa de Milei de convertir al país en un modelo de prosperidad parece más un espectáculo mediático que una propuesta realista. En medio de esta telenovela política, es fundamental mantener una mirada crítica y no dejarse llevar por la euforia momentánea. La historia nos ha enseñado que las promesas vacías y las ilusiones pueden ser seductoras, pero a menudo conducen a realidades decepcionantes. ¡Feliz Navidad a todos, y que el próximo año nos encuentre con una política más coherente y auténtica!