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La llegada de Javier Milei a la presidencia de Argentina ha sido recibida con una mezcla de expectativa y escepticismo. Sin embargo, los pronósticos de expertos como los del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) sugieren que el modelo económico que Milei ha impuesto en el país es, en esencia, un regreso a las políticas fallidas de la convertibilidad de los años 90, pero con una velocidad y un fervor que hacen que su colapso sea inminente. Este modelo, que muchos consideran “puro humo”, no solo carece de fundamentos sólidos, sino que también parece estar destinado a repetir los errores del pasado.
Desde su llegada al poder, Milei ha implementado un severo ajuste fiscal que ha llevado a una caída drástica de los ingresos de los hogares en términos reales. Esto se traduce en un empobrecimiento acelerado de la población, mientras que el tipo de cambio oficial, considerado por muchos analistas como “atrasado”, ha generado una pérdida de competitividad para el sector exportador y ha incentivado importaciones que perjudican a la industria local. En este sentido, el presidente argentino parece estar más enfocado en el espectáculo y las promesas grandilocuentes que en la creación de políticas efectivas que realmente beneficien a su pueblo.
Los economistas del CELAG han señalado que, en un solo año de gobierno, Milei ha acelerado el proceso de desmantelamiento económico a un ritmo tal que equivale a 6,8 años del ciclo de convertibilidad. Este cálculo es alarmante y pone de manifiesto la falta de una estrategia sostenible. La historia nos enseña que la convertibilidad, que estableció una paridad de uno a uno entre el peso argentino y el dólar, culminó en una de las crisis más devastadoras de la historia del país. Ahora, Milei parece decidido a seguir un camino similar, pero con la imprudencia de quien no ha aprendido de los errores del pasado.
La caída de la participación de los salarios en el PIB es otro indicador preocupante. Mientras que durante la convertibilidad este proceso tomó cuatro años, Milei ha logrado reducirla en solo un año. Esto no es más que una muestra de la falta de consideración por el bienestar de los trabajadores, quienes ven cómo sus salarios se desploman en un contexto de creciente inflación y desempleo. La insistencia del gobierno en desregular la economía, mientras se restringen las aspiraciones salariales de los trabajadores, sugiere que estamos ante un modelo que no solo es insostenible, sino que también es profundamente injusto.
La comparación de las reservas internacionales del Banco Central argentino durante ambos períodos también es reveladora. Mientras que las reservas alcanzaron un máximo de 35.000 millones de dólares en 1998, el gobierno de Milei parece haber encontrado un techo en torno a los 30.000 millones. Este estancamiento es un claro indicativo de que el actual modelo no está generando la confianza necesaria para atraer inversiones ni para sostener un crecimiento real.
En conclusión, el programa económico de Javier Milei se asemeja más a un espectáculo de fuegos artificiales que a una estrategia sólida de desarrollo. Con cada medida impulsiva, el presidente parece estar construyendo un castillo de naipes que, inevitablemente, se desmoronará. La historia ha demostrado que los modelos basados en el “puro humo” y la desregulación sin límites solo conducen a crisis profundas y duraderas. Si Milei no cambia de rumbo pronto, Argentina podría estar a las puertas de una nueva catástrofe económica, una que muchos esperaban haber dejado atrás.
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