
La situación actual de Aerolíneas Argentinas bajo la administración de Javier Milei plantea una serie de interrogantes sobre el futuro de la compañía y su papel en el contexto económico y social del país. Con un desempeño que ha sido, según informes, peor en 2024 que en 2023, a pesar de implementar una drástica reducción de personal, la pregunta que surge es: ¿por qué no rematar directamente a Aerolíneas?
La lógica detrás de esta inquietante propuesta radica en la aparente contradicción entre los esfuerzos del gobierno por privatizar la aerolínea y los resultados operativos que no respaldan dicha dirección. Aerolíneas ha solicitado más fondos al Tesoro Nacional en 2024, pero ha transportado 841.242 pasajeros menos que el año anterior. Esto sugiere que, a pesar de recibir más dinero del Estado, la compañía no está logrando cumplir con su misión de conectar a los argentinos, lo que plantea serias dudas sobre la viabilidad de su operación en el marco actual.
En un contexto donde se habla de “mejoras para la privatización”, el hecho de que la aerolínea haya reportado pérdidas operativas y haya disminuido la cantidad de pasajeros transportados es alarmante. La gestión de Milei ha llevado a una reducción significativa en el poder adquisitivo de los empleados, resultando en una fuga de talentos que compromete aún más la calidad del servicio. La única acción visible del nuevo liderazgo ha sido la disminución de salarios, lo que no solo afecta a los trabajadores, sino que también repercute en la experiencia del cliente.
La privatización de Aerolíneas Argentinas, en este escenario, podría ser vista como una solución rápida para un problema que se ha vuelto insostenible. Sin embargo, el riesgo de dejar la aerolínea en manos privadas es que se priorizará la rentabilidad sobre el servicio público. Esto podría resultar en la eliminación de rutas no rentables y en la reducción de la flota, dejando a muchas regiones del país desconectadas y afectando a sectores vitales como el turismo y el comercio.
Además, la historia reciente nos ha enseñado que las privatizaciones no siempre resultan en un mejor servicio para los ciudadanos. En muchos casos, han llevado a un aumento en las tarifas y a la disminución de la calidad del servicio, mientras que el empleo se ve amenazado. La experiencia de otros países que han privatizado sus aerolíneas muestra que, a menudo, el interés privado no se alinea con el bienestar social.
Por lo tanto, en lugar de rematar Aerolíneas Argentinas, sería más sensato considerar un enfoque que priorice la recuperación y el fortalecimiento de la compañía como un bien público. Esto implicaría no solo una revisión de las políticas de gestión y financiamiento, sino también un compromiso genuino por parte del gobierno para garantizar que la aerolínea cumpla con su función de conectar al país y fomentar el desarrollo económico.
El desafío es enorme, pero el futuro de Aerolíneas Argentinas no debería ser una cuestión de simple privatización. En un país donde la conectividad es esencial para el desarrollo, es fundamental encontrar un equilibrio entre la sostenibilidad económica y la responsabilidad social. La aerolínea no debe ser vista como un activo a rematar, sino como un pilar fundamental para el bienestar de todos los argentinos. La pregunta no es solo por qué no rematar Aerolíneas, sino por qué no luchar por su recuperación y su papel como un servicio esencial para la nación.


