El Orden Internacional Liberal (OIL), que surgió tras la Segunda Guerra Mundial, ha sido históricamente defendido por Estados Unidos y otras democracias occidentales. Este sistema promueve la cooperación internacional, la paz, la estabilidad económica y los derechos humanos a través de instituciones como la ONU, la OMC y la OTAN. Sin embargo, bajo la administración de Donald Trump, este orden se enfrenta a desafíos sin precedentes, no solo por parte de potencias como China y Rusia, sino desde el mismo corazón de su defensor más importante: Estados Unidos.

Trump ha inaugurado un ciclo de confrontación internacional que cuestiona los principios fundamentales del OIL. Su enfoque de “America First” ha significado un rechazo explícito al multilateralismo y a las instituciones globales, priorizando los intereses nacionales por encima de cualquier acuerdo internacional. Esta postura no solo desafía la legitimidad del OIL, sino que también promueve un enfoque unilateral que socava la cooperación global.

Mientras que Rusia y China buscan influir en el sistema internacional para adaptarlo a sus propios intereses, Trump ha adoptado una estrategia más destructiva: desmantelar las estructuras que sostienen el orden liberal. Desde su regreso a la política, ha intensificado sus críticas a organizaciones multilaterales, fomentando políticas de aislamiento en áreas críticas como la defensa y el comercio. Esta actitud se traduce en un debilitamiento de la influencia de las instituciones que han sido esenciales para la paz y la estabilidad global.

La guerra en Ucrania y las tensiones comerciales han evidenciado la fragilidad del OIL. La respuesta de Occidente a estos conflictos ha puesto en duda la legitimidad de un sistema que predica la cooperación internacional mientras actúa con doble rasero. A medida que países como Brasil, India y Sudáfrica adoptan posturas más distantes de la visión occidental, la idea de una “comunidad de democracias” parece desmoronarse.

El OIL, aunque nunca fue un sistema completamente coherente, ha sido fundamental para la cooperación global. Sin embargo, la administración de Trump ha puesto al descubierto las grietas en este orden, promoviendo una visión que socava las bases del multilateralismo y la cooperación. La desconfianza hacia las élites políticas y la globalización, que Trump ha capitalizado, ha llevado a un aumento del populismo y a una reconfiguración del panorama geopolítico.

En este contexto, surge la pregunta: ¿existe todavía un orden internacional? O, por el contrario, ¿estamos al borde de un nuevo paradigma global, más fragmentado y polarizado? La visión de Trump sobre la política exterior y el papel de Estados Unidos plantea serias interrogantes sobre la viabilidad del OIL en el siglo XXI. A medida que el mundo se enfrenta a desafíos complejos, la necesidad de una cooperación efectiva y un enfoque multilateral se vuelve más urgente que nunca. Sin embargo, con la actual dirección de la política estadounidense, el futuro del orden internacional liberal se presenta incierto.

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