El «huevo de la serpiente» es una metáfora poderosa que refleja una de las grandes tragedias humanas: la incapacidad para ver los peligros cuando todavía están en su fase incipiente. En la película de Ingmar Bergman, se hace referencia a cómo, a través de la fina membrana del huevo, ya es posible distinguir la amenaza que está gestándose. Sin embargo, a pesar de verlo, no se actúa a tiempo, y cuando la serpiente emerge, ya es demasiado tarde para evitar el desastre. Esta misma ceguera, esta dormidera colectiva, es la que atraviesa la Argentina en estos momentos, un país donde las señales de advertencia son claras, pero muchos prefieren cerrar los ojos, minimizarlas o incluso ignorarlas, por miedo o comodidad.

Lo que estamos viviendo hoy en Argentina es, en muchos sentidos, el producto de una ceguera política y social que viene de años de desinformación, apáticos discursos de promesas vacías y un desgano por confrontar la realidad. El gobierno de Javier Milei, en su afán de implementar un «liberalismo» disfrazado, ha convertido al país en un campo de pruebas de políticas económicas y sociales que cada vez más empujan a miles de familias a la pobreza y la exclusión. Este gobierno, que se presenta como «salvador», es en realidad un instrumento de despojo y concentración de poder, que aumenta la desigualdad y perpetúa un sistema donde el bienestar de la gente queda relegado a un segundo plano.

Es difícil no ver la comparación con regímenes autoritarios del pasado, que también nacieron bajo la promesa de un futuro brillante, pero que en realidad solo trajeron sufrimiento y opresión. La política de Milei, aunque se envuelve en un discurso de «libertad», es, en su fondo, una forma de autocracia. Bajo su mandato, Argentina parece dirigirse cada vez más hacia un modelo donde las grandes corporaciones y los poderosos tienen todas las cartas en la mano, mientras que la gente común queda desprotegida, sin acceso a lo básico, condenada a una pobreza estructural que se profundiza cada día más.

Este proceso se ha dado en un contexto donde, a pesar de las claras señales de alerta, una parte importante de la sociedad sigue mirando hacia otro lado. Nos enfrentamos a un problema profundo: la falta de conciencia colectiva sobre el daño que se está causando. Las promesas de «libertad económica» y «desregulación» que ofrece el gobierno son, en realidad, una fachada para un proyecto que se aleja cada vez más de la justicia social, y que se convierte en un sistema que favorece a los ricos y poderosos, mientras deja a la mayoría en una situación de vulnerabilidad.

Al igual que en los días previos a los grandes cataclismos históricos, hoy en Argentina todos podemos ver lo que está ocurriendo. Pero, por miedo, por conformismo o por desinformación, muchas personas siguen eligiendo ignorar la gravedad de la situación. Es como si estuviéramos viendo la serpiente dentro del huevo, pero no fuéramos capaces de actuar antes de que eclosione y su veneno empiece a expandirse.

La gran tragedia de este momento histórico es que el daño ya está hecho, y cada día que pasa, más familias caen en la miseria, más sectores sociales son empujados a la exclusión, y el futuro de la nación se oscurece. El gobierno de Milei, con su modelo económico y social, ha mostrado que su prioridad no es la gente, sino fortalecer su propio poder, favoreciendo a unos pocos mientras el resto de la población lucha por sobrevivir. Convertir a Argentina en una especie de «Cuba moderna», bajo el disfraz de ser «libertarios», solo perpetúa la desigualdad y la pobreza, y no hace más que profundizar la crisis que afecta a millones.

Es urgente que despertemos como sociedad, que enfrentemos la realidad y que dejemos de mirar hacia otro lado. No podemos seguir ignorando lo que está ocurriendo, porque cada día que pasa, la situación se vuelve más difícil de revertir. La historia nos ha mostrado que la ceguera colectiva y la falta de acción frente a los peligros de un régimen autoritario nos llevan a un abismo del que luego es casi imposible salir. Es el momento de cuestionar las políticas de Milei y de exigir una alternativa inclusiva, justa y democrática para todos los argentinos.

No permitamos que la «serpiente» crezca en su huevo, porque cuando se libere, será demasiado tarde. Es hora de ver la realidad y actuar para evitar que la Argentina se convierta en un país aún más desigual, donde la pobreza y la exclusión social sean la norma y no la excepción. El futuro de nuestra nación depende de nuestra capacidad para despertar y luchar por un mañana mejor.

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